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Durante casi un cuarto de siglo Vargas dominó la escena política: ocupó la presidencia entre 1930 y 1945 y luego entre 1951 y 1954, cuando se suicidó. Ya en el gobierno, con poderes dictatoriales, abandonó las propuestas que lo condujeron al poder y cuyo principal objetivo era la eliminación de los mecanismos de perpetuación de la república oligárquica. Inicialmente la dictadura suprema de Vargas fue un régimen de bastante indefinición formal y la intensidad del reformismo que lo caracterizó varió de un estado a otro, dependiendo de la autoridad, civil o militar, a cargo de la administración regional. En su primer período de gobierno, Vargas se enfrentó con serias dificultades económicas, originadas en la crisis del 30 y en la contracción del comercio internacional. Su gobierno apostó por subsidiar la producción cafetera, tratando de que los efectos de la crisis se transmitieran lo menos posible al interior del país y de reducir al máximo el descenso en los ingresos de divisas a consecuencia de la disminución de las exportaciones. El sistema instaurado por Vargas hizo crisis en Sáo Paulo en julio de 1932, donde su autoritarismo chocó con los intereses paulistas. Los sectores más inmovilizas terciaron en la contienda intentando sacar alguna ventaja y se llegó a la Revolución Constitucionalista. A diferencia de otras situaciones anteriores, se produjo un cruento enfrentamiento armado de tres meses de duración, saldado con el triunfo del ejército federal sobre la milicia del estado de Sáo Paulo.

En cada bando había entre 50 y 60.000 hombres fuertemente armados y se calcula que los muertos llegaron a 15.000. Sin embargo, los sublevados obtuvieron su principal objetivo, ya que en 1933 se reunió una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución. En 1934 Brasil tuvo su segunda constitución republicana, más centralista que la anterior. El nuevo texto recortaba el poder de los estados y reforzaba a la administración central. El mandato presidencial aumentó de cuatro a seis años y no se prohibía la reelección. Concedía el voto a las mujeres, pero no a los analfabetos e introducía la representación corporativa (sindicatos) en la Cámara de Diputados, afectando a la sexta parte de los escaños. También incluía un título dedicado al orden económico y social y otro a la familia, la educación y la cultura. La vuelta al sistema representativo con circunscripciones estaduales devolvía al Brasil rural, el gran dominador del país, el protagonismo que le había quitado la revolución de 1930. El Partido Comunista Brasileño (PCB) destacó bajo el liderazgo de Luis Carlos Prestes y trató de aplicar una modificación de la política frentepopulista de la Tercera Internacional, con la Alianza Renovadora Nacional. En 1935 la Alianza lanzó una insurrección popular que estalló en Río de Janeiro y en varias capitales estaduales, pero fue duramente reprimida. De acuerdo con la nueva legislación debían convocarse elecciones generales (incluida la presidencial) en 1937, pero la división del oficialismo amenazaba la gobernabilidad del país.

Los pronósticos electorales anunciaban un giro a la izquierda y para evitarlo, Vargas dio un autogolpe en noviembre de 1937, que originó el Estado Novo. El nuevo régimen se definió como una "democracia autoritaria" o de "suprema autoridad". Vargas disolvió el Congreso federal y las legislaturas de los estados y gobernó con plenos poderes, marginando en numerosas ocasiones la Constitución que el mismo había promulgado. Los gobernadores fueron reemplazados por interventores de plena confianza del presidente. El mandato presidencial se amplió de forma indefinida, hasta la convocatoria de un plebiscito. También se creó un Consejo Económico Nacional para ejercer, junto con el presidente, las funciones legislativas en reemplazo del Parlamento. El Poder judicial también vio disminuidas sus atribuciones. Tras suspender la vigencia de la Constitución, Vargas sancionó un nuevo texto, centralista y autoritario, inspirado en el fascismo europeo. La Constitución debía aprobarse en un referéndum, pero éste nunca se celebró. Uno de los principales objetivos de la nueva Carta Magna era la estructuración de un país de corte corporativo, que en muchos aspectos recordaba a la Italia de Mussolini. Pese a sus excesos, ni Vargas era Mussolini ni Brasil era Italia, de modo que el Estado Novo no debe verse tanto como el intento de llevar el fascismo al Brasil, sino como el de crear un Estado centralizado. Su gestión de gobierno trataba de favorecer a los trabajadores con políticas sociales y laborales adecuadas, aunque su principal objetivo era restar argumentos a los sindicatos y a los partidos obreros a fin de permitir un descenso de la conflictividad social, pero la oposición de las organizaciones patronales no lo hizo del todo posible.

Para reemplazar el papel de los sindicatos y de los partidos obreros desarrolló una estructura sindical con claras reminiscencias fascistas. Al mismo tiempo reprimió sistemáticamente a los partidos de izquierda, especialmente al PCB y a su líder, Luis Carlos Prestes. La política de Vargas se centró en el reforzamiento del poder central a costa del estadual y municipal y la utilización con fines partidarios del nacionalismo popular. Los estados debían subordinarse al poder central, no sólo políticamente, sino también social y económicamente. El criterio de "unidad en la. Diversidad" se impuso a las tendencias federalistas. Su gestión no fue muy contestada por la oligarquía debido a que la buena política económica propició una rápida recuperación tras la crisis. Al igual que en otros países del continente la apuesta industrializadora fue fuerte, de modo que se desmanteló la ruinosa política cafetera de los últimos años, transfiriendo recursos del sector primario exportador al sector industrial y apoyando, en menor medida, la diversificación de la producción agraria. El integralismo intentó oponerse al varguismo en 1938, pero una rápida represión puso las cosas en su sitio. La izquierda había sido duramente golpeada y desarticulada antes del golpe de 1937, por lo que no fue necesario ensañarse en la represión. Al tiempo que reprimía la organización de la izquierda, buscó una cierta movilización de masas que garantizara mayores apoyos a su movimiento, adoptando un tono populista y nacionalista con tintes fascistas.

Así desarrolló una moderna legislación laboral que tenía como principal objetivo contar con el apoyo de los trabajadores. En 1938 Brasil se alineó con los Estados Unidos en política exterior. Iniciada la Segunda Guerra Mundial, Vargas fue un decidido partidario del panamericanismo, es decir, de las tesis de Washington. A principios de 1942, tras la centrada en la guerra de los Estados Unidos, se convocó en Río de Janeiro una conferencia panamericana de ministros de asuntos exteriores y como consecuencia de la misma Brasil y México rompieron relaciones diplomáticas y económicas con las potencias del Eje, a las que declararían la guerra. Vargas envió un contingente armado a Europa a luchar con las tropas norteamericanas. Contra esta medida se pronunciaron Argentina y Chile, partidarias de mantener su neutralidad, pero Vargas no se limitó a enviar tropas a Europa y puso a disposición de los Estados Unidos bases marítimas y aéreas de un gran valor estratégico. La apuesta por la alianza con los Estados Unidos favoreció la recuperación económica del país, especialmente su desarrollo industrial. Esto fue evidente en la siderurgia, con la fundación de los altos hornos de Volta Redonda, a 145 kilómetros de Río de Janeiro, construidos entre 1941 y 1945. Finalizada la guerra, la industria creció más de prisa que en el pasado, ya que la reactivación del comercio internacional facilitó el abastecimiento de insumos y bienes de equipo y entre 1947 y 1961 el empleo industrial creció un 25 por ciento.

El mayor intervencionismo estatal se observa en la nacionalización de la electricidad o de la marina mercante o en la aplicación de un programa basado en el New Deal de Roosevelt en la cuenca del río Sáo Francisco. A partir de 1942, desde el Ministerio de Trabajo, Vargas trató de favorecer las reivindicaciones obreras e impulsó la agremiación. Surgió el "queremismo" (Queremos Getúlio), un movimiento de obreros alimentado desde 1945 por el crecimiento fabril, que sostuvo a Vargas en el gobierno y encontró apoyos en la izquierda comunista. El PCB, favorable a la entrada del Brasil en la guerra, se reconcilió con su antiguo represor y se justificó señalando que hasta que no se reformara el sistema electoral, Vargas era preferible a cualquier político con ambiciones de poder. El fin de la guerra demostró la caducidad del modelo del Estado Novo y Vargas anunció el retorno al sistema representativo e intentó dar un giro a su gobierno. La oposición arreció y se proclamó el Manifiesto del Pueblo Mineiro, encabezado por el ex presidente Arthur da Silva Bernardes. En la oposición también estaba el general Gomes, un viejo militar tenentista, apoyado por la Unión Democrática Republicana, una coalición de viejos políticos, y el general Euricio Gaspar Dutra, ex ministro de Guerra y amigo personal de Vargas, apoyado por los sectores más derechistas. La búsqueda de Vargas del apoyo del PCB atemorizó al ejército y tras un golpe de estado incruento, en octubre de 1945, se puso al frente del Ejecutivo al presidente de la Corte Suprema, José Linhares.

El mariscal Dutra, con el respaldo del ejército; del Partido Social Demócrata, que alineaba a los sectores tradicionalmente favorables al varguismo; del Partido Laborista, la base obrera y popular del régimen y especialmente con el apoyo de Vargas, desde su destierro, ganó unas elecciones sin proscripciones. Entre los logros de su gobierno destacó la construcción de la presa de Paulo Afonso, en el río Sáo Francisco, que abastecía de energía eléctrica a todo el Nordeste y la ampliación de la red caminera que mejoró las comunicaciones con el interior. El intervencionismo estatal alcanzó una de sus cumbres en 1950 con el plan SALTE (Sanidad, Alimentos, Transportes y Energía), un completo programa de desarrollo. La democracia electiva permitió la sanción de una nueva Constitución (1946), que garantizaba la separación de poderes y la vigencia de los derechos civiles e individuales e instauraba un sistema pluralista, pero seguía negando el voto a los analfabetos. La elección del presidente y del vicepresidente, que podían ser de fórmulas distintas, era directa y su período se redujo a cinco años. También se mantuvo el papel protagónico de las Fuerzas Armadas y su carácter de garante constitucional. Vargas, al frente del Partido Laborista, fue elegido senador por Río Grande do Sul. Dada la mediocre labor de Dutra y el giro conservador de su mandato, Vargas rompió su alianza con el Partido Social Demócrata y proclamó su candidatura para las presidenciales de 1950, a las que concurrió junto a los comunistas y con un vasto respaldo social.

En 1948 se ilegalizó al PCB, que había logrado una destacada representación parlamentaria, pese a lo cual Vargas ganó ampliamente las elecciones. Esta medida se complementó con la ruptura de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Al concluir el mandato de Dutra, Vargas, conocido como el "padre de los pobres", se presentó a las elecciones respaldado por una parte considerable del movimiento obrero que seguía fascinado por sus promesas populistas. Su triunfo fue arrollador y formó un gobierno de coalición integrado por laboristas, social-demócratas, socialistas y la Unión Democrática. Pese al respaldo popular, no supo responder a los retos de la coyuntura económica: industrialización y lucha contra la inflación, ya que carecía de una política económica clara y se limitó a mantener el equilibrio entre las principales tendencias de su gobierno. Mientras unos apostaban por una mayor intervención del Estado en la economía (influidos por la CEPAL), los otros eran partidarios de políticas liberales o desarrollistas, que veían en las inversiones privadas, especialmente las extranjeras, la vía para salir del subdesarrollo. Triunfaron los estructuralistas de corte cepalino y comenzó una campaña dirigida a nacionalizar las principales fuentes productivas, especialmente las que estaban en manos del capital extranjero. Uno de los momentos cumbres de esta política fue la creación de Petrobrás, la compañía petrolera nacional.

El descontento de importantes grupos urbanos aumentó, pero la popularidad del presidente permitió que los ataques se centraran en sus colaboradores más inmediatos. Uno de ellos era Joáo Goulart, vicepresidente del Partido Trabalhista Brasileiro (PTB), que en 1953 fue nombrado ministro de Trabajo. Luego de intentar aplicar algunas medidas muy contestadas por la oposición, Goulart dimitió, lo que Vargas lamentó mucho, ya que la nueva situación beneficiaba a los conservadores opuestos al presidente. El empeoramiento de la coyuntura económica y el aumento de la inflación favorecieron la campaña del candidato conservador Carlos Lacerda, centrada en la denuncia de la corrupción en las filas gubernamentales. Este movimiento se interrumpió bruscamente el 24 de agosto de 1954 por el suicidio de Vargas, que trastocó la escena política y dio alas a un varguismo que antes del suicidio del líder estaba condenado a desaparecer. El vicepresidente Joáo Cafe fue derrocado por un golpe militar y Juscelino Kubitschek, gobernador de Minas Gerais, ganó las elecciones de 1955 con el apoyo laborista. Kubitschek era partidario del desarrollismo económico y sus principales objetivos fueron la industrialización y el traslado de la capital federal desde Río de Janeiro a un lugar deshabitado de la meseta central, Brasilia. En 1960 ya había avanzado bastante en la conquista de ambos objetivos. Por un lado, la economía brasileña crecía a tasas espectaculares y por el otro ya se distinguía el contorno de Brasilia.

La economía brasileña resolvió favorablemente la competencia de los nuevos productores asiáticos y americanos, el impulso industrializador modificó el perfil de algunas zonas y Sáo Paulo se convirtió en un verdadero polo industrial. Jánio Quadros, un singular político paulista que incluía algunas reivindicaciones propias del antivarguismo, ganó las elecciones de 1960. El vicepresidente fue el candidato de la fórmula contraria, Joáo Goulart, durante décadas el principal artífice de la política laboral del varguismo. Quadros pretendía barrer la corrupción y la ineficiencia de la burocracia estatal, pero obtuvo sus mayores éxitos en el campo internacional, con su política neutralista, especialmente su oposición a una acción contra Fidel Castro, que le valió la condena y la interrupción de la ayuda económica de los Estados Unidos. A los siete meses de gobierno renunció de una forma insólita e inesperada, una actitud que todavía no está demasiado clara. Goulart, visto como un peligroso radical izquierdista por los militares y capaz de arrastrar al país hacia el comunismo, se hizo cargo del gobierno con la oposición del Ejército. Pese al fuerte respaldo popular no pudo desarrollar su programa por la oposición del Congreso. En marzo de 1964, Goulart decidió impulsar la reforma agraria sin indemnizaciones, la nacionalización de algunas refinerías de petróleo, la concesión del derecho a voto a los analfabetos y la legalización de todos los partidos políticos, incluido el PCB. Esta situación convenció a los militares y a sus aliados civiles de la derecha conservadora de que Goulart quería instaurar una dictadura de izquierdas. Alarmados por la experiencia cubana, los militares dieron un golpe que derrocó al gobierno y condujo a Goulart al exilio.

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