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Desarrollo


En 1910, mientras algunas repúblicas latinoamericanas celebraban, o se aprestaban a celebrar, el primer centenario de la emancipación, en México ocurría el mayor estallido social de toda la historia de la región. En torno a esas fechas los nuevos grupos sociales emergentes, consecuencia directa del proceso de crecimiento económico impulsado por la expansión de las exportaciones y de la distribución del ingreso provocada, comenzaron a cuestionar el poder monolítico de las oligarquías y de las burocracias estatales asociadas a las mismas. El mismo acto del cuestionamiento implicaba el comienzo de la incorporación de esos grupos emergentes a la realidad política y social de sus respectivos países. Pero la lucha de los sectores medios tenía por principal objetivo la conquista de su derecho a participar plenamente en la vida política, y no el de constituirse en alternativa de poder al modelo oligárquico, ya que lo que se cuestionaba era su funcionamiento pero no sus axiomas. En algunos casos, estos procesos se desarrollaron de un modo más o menos violento, como el de la Revolución Mexicana, y en otros, aunque no estuvieron exentos de algunas manifestaciones de fuerza, los objetivos se cumplieron de forma más pacífica, como ocurrió con Hipólito Yrigoyen, el candidato de la argentina Unión Cívica Radical, que ocupó la presidencia de la república después de que se modificaran las leyes electorales de su país. En efecto, para que el proceso de incorporación de los sectores medios fuera posible, fue necesario modificar las reglas del juego político y crear los mecanismos adecuados que permitieran la participación de los recién llegados. La ampliación de la base social de numerosos países no supuso el reemplazo automático de las oligarquías nacionales de su lugar de predominio político y económico. Durante muchas décadas siguieron ocupando un lugar destacado, gracias a su enorme capacidad para diversificar sus actividades económicas y subirse de un modo más o menos exitoso al tren de la industrialización y del proteccionismo y también por los numerosos mecanismos de control social que seguían reteniendo en su poder. Esa misma capacidad fue la que le permitió a los partidos que representaban sus intereses seguir dominando el proceso político en buena parte de los países del continente.

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