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Chavín

Desarrollo


Chavín aparece así, no como una cultura o un imperio, sino como la expresión de un culto que se extendió por una gran zona de la sierra y de la costa peruana en el período Formativo. Chavín llegó a ser probablemente una religión pan-peruana que se acabó disgregando en una serie de cultos locales debido a la creciente regionalización de las culturas peruanas, llegando a su fin en torno al 300 a. C. Pero su influencia persistió en mayor o menor medida en culturas y estilos posteriores. En algunas regiones se copiarán los elementos del arte Chavín, pero con un desconocimiento aparente de su significado. En otras se mantendrán los rasgos iconográficos, y probablemente el significado, aunque con un estilo distinto, como será el caso de la persistencia de la iconografía del dios de las varas. En cualquier caso, la importancia de Chavín en el contexto Formativo peruano es evidente. Otro significativo centro ceremonial, correspondiente, al parecer, al Formativo Tardío, es Cerro Sechín, ubicado en el Valle de Casma, al norte del Perú. Se encuentra allí una gran cantidad de piedras grabadas con diversos motivos antropomorfos que debieron constituir el paramento de una plataforma que quizás formase parte de un edificio piramidal. Las piedras son de diversos tamaños, algunas de más de dos metros de altura, y parece que originalmente estuvieron dispuestas alternativamente, grandes y pequeñas. Las piedras de menores dimensiones son de forma rectangular o cuadrada, mientras que las mayores tienden a un rectángulo alargado con la parte superior irregular.

En una de sus caras, toscamente igualada, tienen todas grabada una figura humana de cuerpo entero o parte de la misma. Unas parecen representaciones de guerreros, con tocado y la peculiar porra o macana peruana; otras figuras, también completas, aparecen como seccionadas por la mitad del cuerpo. Hay también cabezas aisladas, al modo de las cabezas-trofeo, brazos y otras partes de cuerpos seccionados, e incluso algo que se ha interpretado como vértebras y ojos. Estas figuras se han asociado con representaciones de sacrificios humanos, con costumbres guerreras e incluso con una práctica temprana de la medicina-cirugía, pero nos movemos en un terreno de especulación y la realidad es que se desconoce su significado. Lo que sí puede concluirse es el peso específico de la religión y de ciertos cultos en el formativo peruano, cultos que debieron estar mantenidos por grupos sacerdotales que se legitimaban a través de sus oráculos y ceremonias y que debieron controlar a ciertas masas de población que en última instancia sostenían los centros en los que se rendía, culto. Y parte consustancial de esos centros se debieron a las representaciones artísticas que, realizadas, contribuían de alguna manera a la visualización de ese culto y de esos ritos y por lo tanto a la legitimación de sus dirigentes. La presencia o al menos la influencia del estilo Chavín se hace patente en algunos elementos iconográficos, como por ejemplo en las líneas paralelas que atraviesan los ojos y cara de algunas figuras.

Pero la aparición de elementos de carácter religioso no se limita a las construcciones arquitectónicas y a la escultura, sino que también se manifestarán en tejidos, orfebrería del oro y cerámica. La cerámica Chavín se ha encontrado sobre todo en el interior de las galerías de El Castillo y se ha clasificado en dos estilos: Rocas y Ofrendas. Dentro de la cerámica Rocas, de aspecto más tosco, se encuentran en grandes y gruesos cuencos de color rojo decorados con anchas incisiones. Hay también cuencos de lados rectos y bordes biselados, y ollas sin bordes, de cerámica negra, muy fina y pulida, decorada con motivos sellados de figuras estilizadas de felinos, círculos y puntos. Y botellas con caño-estribo, pequeño y ancho, con el pico terminado en un grueso reborde, de color gris o negro, pulidas, decoradas con estampados de doble círculo y sobre todo con decoración en relieve representando felinos u otros animales. La cerámica Ofrendas, de aspecto más fino y delicado, presenta un gran número de tipos y variedades. Destaca el llamado Wacheqsa, o cerámica roja con pintura negra de grafito que cubre zonas delimitadas por finas líneas incisas. Otros tipos como el gris pulido y el negro fino usan el relieve para la decoración, predominando los motivos de las piedras labradas, donde destacan las aves y los felinos. Fuera de Chavín la cerámica mejor conocida es la Cupisnique, cuyo centro de distribución es el valle de Chicama, en la costa, que se conoce incluso con el nombre de Chavín costeño. La forma más característica es la de una botella globular con base plana y caño-estribo con el tubo superior recto. El cuerpo se reemplaza muchas veces por figuras modeladas. La cerámica será precisamente uno de los mejores indicadores para conocer la influencia de Chavín en otras regiones del área peruana. Ese es el caso de Paracas, en la costa sur peruana, cuyas cerámicas mas antiguas emparentan con Chavín y cuyas espectaculares tumbas han producido los mejores ejemplos de tejidos en Perú. Aunque las raíces de esta cultura y su arte se encuentran en este período formativo, dada su continuidad con la subsiguiente cultura Nazca parece preferible considerarlas conjuntamente.

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