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Datos principales


Rango

arte arcaico

Desarrollo


Por lo que se refiere a la figura femenina, hay que señalar desde un primer momento que, en contra de lo que se suele creer, el desnudo femenino en Grecia es tardío y sólo se produce cuando la ocasión lo justifica. El ideal femenino se identifica con el vestido y con el atuendo digno. Esta diferencia tipológica entre kouros y kore es esencial, como también lo es la ausencia de inactividad en ésta, que suele sostener en una mano una flor, un fruto o un animalito; o bien recogerse con gracia los pliegues del vestido; o sencillamente, cruzar un brazo por delante del cuerpo. Por lo demás, pies asentados en el suelo y postura frontal como el kouros, de donde la facilidad de establecer paralelos desde el punto de vista estilístico. Respecto a la interpretación, hay dudas sobre a quién representan las korai. Formas compactas, estructuras cúbicas y pesadez en los volúmenes son las características dominantes en las obras más antiguas, al estilo del exvoto de Nicandra y la Dama de Auxerre, obras con fuerte carga abstracta y concebidas con criterio aditivo, embutidas en el vestido que marca el pecho y las caderas y bajo el que asoman las puntas de los pies. Es el estilo de la segunda mitad del siglo VII. En la primera mitad del siglo VI se dan cambios en la estructura, el más llamativo de los cuales es la pérdida de relación entre el cuerpo y el vestido, a consecuencia de la frecuente superposición de paños. Ejemplo claro es la Diosa de Berlín (580-570) elegantemente ataviada, enjoyada y tocada con un polos (birrete bajo).

Según la costumbre dórica lleva un peplo grueso y cerrado encima de un chitón con mangas y sobre el peplo se echa un manto, como un echarpe. La anchura de hombros y las formas tectónicas de la Diosa de Berlín no distan mucho de los kouroi del alto arcaísmo, sobre todo, de los que como ella son de procedencia ática. A un tipo distinto pertenece la serie de estatuas dedicadas como exvotos a la diosa Hera de Samos, la más conocida de las cuales es llamada precisamente la Hera de Samos (hacia 570). Viste un chitón plisado y ceñido sobre el que lleva el himation, un manto terciado. Más que el cuerpo, resalta la identidad y protagonismo del vestido a causa del esmeradísimo trabajo de los pliegues, que dan a estas figuras apariencia de fustes de columnas. Al período comprendido entre 550-530, aproximadamente, corresponden la Kore de Lyon, la Nike de Delos y la Kore del Peplo. La primera de ellas ostenta aún rasgos de la fase anterior, como la actitud rígida y una corpulencia semejante a la de atletas como el Moscóforo. Viste chitón y manto cruzado, cuyos pliegues constituyen un esquema nuevo que veremos evolucionar. La Nike de Delos es un prodigio de ingenuidad y buena muestra del convencionalismo esquemático imperante todavía a mediados del siglo VI para representar a la figura en movimiento veloz o carrera. La figura adopta una postura forzada, que consiste en doblar las piernas en genuflexión y en distanciar del cuerpo los brazos doblados, como si las extremidades superiores e inferiores fueran aspas impulsadoras de la velocidad que aparentan.

El extremo opuesto es la Kore del Peplo (530), una auténtica obra maestra del escultor al que se atribuye el Jinete Rampin. Es de mármol pario, conserva restos de policromía y hace gala de gran originalidad, pues cuando la indumentaria habitual viene impuesta por la moda jónica, ella viste el peplo dórico por encima del chitón. El grosor del paño determina la caída de los pliegues en vertical y los detalles minuciosamente observados en el borde inferior del peplo, en el escote y en el talle son un alarde de plasticidad, por demás probada en el modelado de facciones. La forma más suave y natural de ojos y boca, la apariencia más unitaria de la epidermis y el movimiento del brazo izquierdo, que mitiga la frontalidad, son rasgos que manifiestan la elevación respecto al jinete Rampin. Observada al natural, la Kore del Peplo es como si la idea de espontaneidad hubiera cobrado forma plástica. El atuendo típico jónico formado por un chitón fino ceñido al cuerpo y por un himation cruzado en forma de arco sobre el mismo, se impone en el último cuarto del siglo VI y permite a los escultores crear un juego de paños con motivos preciosos, ricos y variados, a través de los cuales se adivinan las formas anatómicas. Las korai de este período tienen un atractivo especial, no sólo por las excelencias del modelado, sino por la variedad de expresiones y por el enorme refinamiento que acreditan peinados y adornos, entre éstos los pendientes.

Dos korai mayores que el natural, la n.° 682 y la de Antenor ática, se sitúan a comienzos del último cuarto del siglo VI. La Kore n.° 682 se nos muestra estilizada y afectada, con los rasgos inequívocamente jónicos: rostro ovalado, ojos rasgados, nariz y mentón puntiagudos; peinado artificioso, de largos tirabuzones, y paños ricos sirven de complemento. La Kore de Antenor, obra monumental del año 525, lleva el nombre del escultor al que se atribuye, famoso por haber esculpido el frontón oriental del Templo de Apolo en Delfos y el primer Grupo de los Tiranicidas. Peculiaridades dignas de ser reseñadas, aparte de la altura de 2 m, son el movimiento de los brazos y la conservación del ojo izquierdo, incrustado en pasta vítrea. Finalmente, a la última década del siglo VI pertenecen dos korai dotadas de encanto y atractivo singulares. La Kore 675, de hacia el año 510, es con sus reducidas dimensiones, su policromía, su atuendo elegantísimo y su coquetería, la pequeña vedette del Museo de la Acrópolis. Fue hallada en la Acrópolis de Atenas, pero se atribuye a un escultor de Chíos, pues de Chíos es el mármol en que fue labrada. El cotejo con la Kore del Peplo ayuda a comprender lo que va del modelo ático al jónico. Por su parte, la Kore 674, de un decenio posterior, representa el eterno femenino en versión de un gran maestro de finales del arcaísmo. Elegantemente ataviada, con la expresión ausente, como abstraída, es muestra inmejorable de lo que los escultores eran capaces de obtener con los mejores mármoles, concretamente de Paros delicadamente policromado. El tratamiento de los paños, más cohesionado y unitario, y el modelado de las facciones a base de planos bien fundidos y con una epidermis tersa y fina proclaman la evolución estilística. La compostura y la gravedad del rostro son preludio del estilo severo. Todavía a principios del siglo V la Kore de Euthydikos sigue el esquema de las korai arcaicas, pero las novedades que hay en ella son típicas del primer período clásico.

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