Templos arcaicos de la Magna Grecia

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Datos principales


Rango

arte arcaico

Desarrollo


La llamada Basílica de Posidonia -la Paestum romana- es en verdad un templo erigido en honor de Hera poco después de mediados del siglo VI, del que se conserva la perístasis completa, el arquitrabe, parte del friso y los fundamentos de la cella. Lo más interesante en este templo es la libre interpretación de los principios que rigen en el dórico canónico, que da pie para pensar en una especie de arte colonial. La perístasis consta de 9 x 18 columnas, la cella tiene dos naves con otros tantos accesos y las columnas ostentan en el arranque del equino una decoración tan variada como inusual. Las extrañas asperezas que dan apariencia única al templo de Hera, se liman y suavizan en el vecino templo de Atenea (mal llamado de Ceres), perteneciente a finales del arcaismo. Es hexástilo, de proporciones más reducidas y responde a un proyecto que, sin eliminar los rasgos provinciales, como la decoración labrada por debajo del equino, sigue la preceptiva canónica e incluso se hace eco de pormenores significativos, entre los cuales, la incorporación de elementos jónicos. Los miembros del entablamento resultan desajustados en las proporciones, pero, a cambio de ello, un elemento tan sensible a la evolución como es el capitel denota por el perfil más cerrado y recogido la adecuación a su tiempo. Panorama asimismo espectacular ofrece Sicilia, cuyas ciudades ostentan templos realmente grandiosos: Siracusa, Selinunte, Acragas, Segesta.

Lugar de honor merece el templo siracusano de Apolo, fechado hacia el primer cuarto del siglo VI e inspirado en el modelo del templo de Apolo en Corinto. No mucho más tarde se erigió un templo a Zeus Olímpico, y ya a comienzos de la época clásica se construye el templo de Atenea, parte de cuya perístasis está integrada en la actual catedral. La acrópolis de Selinunte es uno de esos recintos arqueológicos muy por encima de la más acertada descripción. Desde tiempos remotos los selinuntinos situaron en ella el culto a las divinidades locales, del que se hacen eco los llamados templos C y D, el primero de hacia 550 y el segundo algo posterior. Por sus características formales y estructurales -cella profunda y alargada, adyton al fondo de la misma, perístasis muy desarrollada y distanciada de los muros de la cella- no cabe duda de su dependencia de patrones arcaicos, como tampoco por la decoración escultórica típicamente arcaica de las metopas del templo C. Por su parte, el templo F es obra de hacia 530 y su apariencia actual, la de un denso mazo de columnas, en buena medida provocada por los muretes que cierran los intercolumnios, es un rasgo peculiar que desde el exterior da al conjunto un aire cerrado e impenetrable. Todavía en el último cuarto del siglo VI, hacia 520, los selinuntinos dedicaron un templo a Apolo, el llamado templo G; su construcción se dilató hasta el extremo de reflejar en distintas fases las novedades evolutivas llegadas desde la metrópoli.

Esta circunstancia presta especial valor a la obra, pues sus capiteles, por ejemplo, ofrecen un variado e ilustrativo muestrario del desarrollo habido entre los años 510-470; por lo mismo, las columnas representan los distintos estadios por los que pasaba la obra, totalmente acanaladas unas, inacabadas otras. Al final, tras tantas y tan largas vicisitudes, la propia envergadura de la obra -templo octástilo y períptero- determinó que quedara sin concluir, si bien otra causa decisiva pudo ser la puesta en marcha del proyecto de construcción de un nuevo templo, el de Hera o templo E, estrechamente relacionado con el de Zeus en Olimpia. La floreciente y pujante ciudad de Acragas, la actual Agrigento, se caracterizó durante los siglos VI y V por un impetuoso frenesí constructivo que ya sorprendía a sus contemporáneos. Entre sus monumentos destaca el Olimpieion, construido por el tirano Theron en honor de Zeus Olímpico en recuerdo de la victoria sobre Cartago el año 480. Su cronología, pues, lo convierte en una obra de comienzos de época clásica, que nada tiene que ver con el modelo dórico conocido. Casi todo en él es inusual y entre las peculiaridades sobresalen las figuras de atlantes, versión masculina de las cariátides.

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