Primeras ciudades, primeros estados

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Rango

arte del Irán

Desarrollo


La vitalidad de la Susa construida en los aledaños de la gran plataforma de adobe del Período I parece haberse reorientado a mediados del IV milenio. La plataforma se abandonó, lo mismo que la cerámica pintada -un fenómeno observado igualmente en Mesopotamia-, y la cultura material de la ciudad irania comenzaría a recibir el eco de otra ciudad singular. Dice P. Amiet que la ocupación humana en torno a Susa se organizó entonces en cuatro tipos de hábitats: grandes centros como Susa, Choga Mish o Abu Fanduweh, poblaciones medias, pueblos y aldeas. Esta diversidad sugiere la existencia de varias organizaciones proto-estatales. La cultura susiana de época Uruk no es el resultado de una colonia, al estilo de las emplazadas en el Eufrates Medio, como Habuba Kabira; antes bien, los distintos centros independientes entre sí -pequeños Estados en realidad que se combatieron con ardor- si bien asimilaron algunos aspectos por la evidencia de los contactos, acometieron una expansión propia en las regiones que les eran familiares desde mucho tiempo atrás, los valles altos de los Zagros, la meseta oeste y los valles que por el Fars y bordeando el descenso del Lut llevaban al Luristán. La glíptica de la Susa de entonces proporciona una rica información sobre oficios y reyes guerreros que, en un estilo semejante al de la ciudad mesopotámica, nos habla de una verdadera monarquía. La cerámica pintada del período anterior se vio sustituida por otra más sencilla, entre la que es preciso destacar -si no por su escaso atractivo, sí por su valor fósil-, los centenares de cuencos groseros de borde biselado, hechos en molde y a mano, bien conocidos en todo el ámbito Uruk.

Más sugerentes son los grandes recipientes de alabastro -de hasta un metro de diámetro-, o los vasos teriomorfos y antropomórficos en el mismo material, que P. Amiet vincula al culto religioso. Igualmente son dignas de mención las estatuillas de alabastro -primeros modelos de una escultura irania en bulto redondo- y los objetos de bronce realizados a la cera perdida, tales como largos alfileres de manto o cabello con cabezas de animal, en especial el carnero o muflón iranio. En tomo al 3300/3200 a.C., la Susiana vivió una crisis de regresión y, cuando retomamos los datos a fines del IV milenio, encontramos que el área miraba decididamente hacia el interior iranio, hacia el Fars e incluso al Sistán, poniéndose así las bases de lo que estética y culturalmente sería el mundo suso-elamita del III, II y I milenio a.C. Precisamente en el Fars, las excavaciones del University Museum de la Universidad de Pennsylvania, bajo la dirección de W. Summer, que iniciadas en 1971 llevaron al descubrimiento de la otra gran capital política de Susa, Ansan, en el lugar de Tell-i Malyan, demostraron que, a fines del IV milenio a.C., existió allí una gran ciudad comparable a Susa, con la que se comunicaba directamente por la vía natural que cruzaba las llamadas Puertas Persas. Y si lo que después sería una unidad política no lo era ya, con certeza disponía del mismo horizonte cultural en expansión. La Susa del período es mal conocida en su arquitectura, pero ha proporcionado cientos de tablillas escritas -halladas también en Tall-i Malyan- con un sistema propio, en gran parte ideográfico y, por tanto, de muy difícil lectura.

Pero lo sorprendente es que lejos de allí, en el valle de Soghun, C. C. Lamberg-Karlovsky encontrara en el nivel IV del Tépé Yahyá, arquitectura semejante a la de Tall-i Malyan y tablillas allí escritas con el mismo sistema que en el Fars y la Susiana. Pero es que además en el lejano Sistán, al otro lado del desierto de Lut, M. Tosi descubriría la ciudad de Sahr-i Sohta -punto de relación entre el Asia Central, el Indo y el Irán occidental-, donde una sola y modesta tablilla proto-elamita da cuenta del alcance de los movimientos iranios. Desde el punto de vista artístico, E. Porada y P. Amiet entre otros atribuyeron a la época unas vigorosas estatuillas de felinos, realizadas en alabastro, magnesita u otras piedras, talladas con un sorprendente realismo, de las que conocemos no pocos ejemplares. A lo largo del III milenio, algunas áreas del Irán se verían fuertemente afectadas por la presión sucesiva de los primeros imperios mesopotámicos. Pero otras muy alejadas, como las de Gurgan, el Sistán y el Asia Central, asistirían al crecimiento y madurez de una cultura urbana avanzada dotada de una arquitectura monumental sorprendente. Sería el horizonte de lo que M. Tosi llama el Turán, un mundo que todavía espera mucho de la futura investigación. Los escasos materiales artísticos descubiertos en la Susa del III milenio avanzado nos hablan de una renovada influencia estética mesopotámica. Esculturas de aire provincial, que representan a príncipes iranios a los que quizá correspondan tumbas con carro semejantes, aunque mucho más modestas que las de Ur.

Pero la cerámica pintada del llamado Estilo II se nos antoja más irania, si bien las grandes jarras globulares -como la que contenía sellos mesopotámicos de Ur I (ca. 2450 a.C.), recipientes y objetos de cobre y vasos de alabastro-, pintadas con temas geométricos y animales, nos parecen estéticamente inferiores a las del estilo Susa I. Los príncipes iranios participaban en las luchas entre las ciudades susianas. Así Eannatum recordaría que "el elamita se arrojó sobre Eannatum, pero él rechazó al elamita a su país" (E. Sollberger/R. Kupper, 1971). Conquistada por Sargón, Susa continuó manteniendo relaciones con Ansán, tan inalcanzable para los akkadios que Naram-Sin acabó firmando un tratado. Un paréntesis de recuperación vendría de la mano de Puzur-Insusinak, rey de Awan, Ansan y Susa, que se aprovechó del fin de Akkad. Restaurada la dependencia con la III dinastía de Ur, Idattu, rey de Simaski y Elam, acabaría definitivamente con la célebre ciudad mesopotámica en torno al año 2000 a.C. El no lo sabía, pero cerraba toda una época de la historia. Tan rápida sucesión de acontecimientos ha oscurecido la imagen del arte susiano. Sin embargo, nuevos hallazgos realizados en el interior del Irán nos permiten conocer facetas imprevistas. Por ejemplo, que en la contemporánea Tépé Yahya se tallaban y decoraban peculiares recipientes en clorita, con temas que hablan del estrecho contacto con el mundo afgano e indio.

Y, más al este, A. Hakimi, un estudioso iraní, descubrió en los años setenta, en la necrópolis de Sahdad, a unos 120 km al este de Kermán, la llamada Cultura del Desierto de Lut, con cerámicas rojas decoradas en negro, fragmentos de escritura silábica igual a la utilizada en sus inscripciones por Puzur-Insusinak, y sellos que hablan de contactos con el Sistán y el Turkmenistán. Y es que, como R. Biscione y M. Tosi han puesto de relieve, estamos en la época de madurez de las primeras estructuras estatales del Turán, con ciudades que como Tureng Tépé III C1, incorporan grandes plataformas fechadas con certeza -por C14 en este caso- antes del 2350 a.C., esto es y como J. L. Huot ha destacado, mucho antes de que en Mesopotamia se construyeran las primeras torres escalonadas.

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