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Desarrollo


Pieza básica en la articulación de este nuevo sistema económico mundial fue la revolución de los transportes, representada por la construcción del tendido ferroviario y las condiciones creadas por la navegación a vapor.La longitud total del tendido ferroviario en todo el mundo, que era de 38.000 kilómetros en 1850, se multiplicó por siete en los veinte años siguientes, hasta quedar cerca de los 300.000 kilómetros. En 1850 había en Europa 23.500 kilómetros de ferrocarril construidos mientras que, hacia 1870, se alcanzarían ya los 104.000. El Reino Unido había pasado, durante esos años, de contar con un 45 por 100 del total del tendido ferroviario a sólo un 24, mientras que Alemania había descendido sólo del 25 al 19 por 100 en ese mismo periodo, y Francia había aumentado del 13 al 17. Estados Unidos, por su parte, que tenía casi 15.000 kilómetros construidos en 1850, alcanzó los 90.000 veinte años más tarde, cuando ya se había establecido el primer ferrocarril transcontinental, que unió Nueva York con San Francisco en 1869. En el resto del mundo sólo había 15.000 kilómetros construidos a la altura de 1870.De todas maneras, las cifras de kilómetros de tendido ferroviario no son completamente significativas si no se ponen en relación con otros elementos como pueden ser la población y la extensión del Estado. Tratando de combinar todos esos elementos Paul Bairoch confeccionó índices de desarrollo del ferrocarril que, todavía a la altura de 1880, proporcionaban el liderazgo al Reino Unido, seguido por Suiza, Bélgica, Alemania y Estados Unidos, en ese orden.

En todos esos países se registró una tendencia hacia la fusión en grandes compañías ferroviarias. Hacia 1870, cinco grandes compañías controlaban la mitad del tendido ferroviario del Reino Unido, mientras que otras trescientas participaban en la gestión de la otra mitad. En Francia la concentración se realizó durante los años cincuenta, a favor de seis grandes sociedades que obtuvieron concesiones para noventa y nueve años, a la vez que el Estado garantizaba rendimientos superiores al 4 por 100 sobre el capital invertido.La rebaja de los costos de transporte por ferrocarril haría posible que, en los países más avanzados de Europa occidental, el transporte por ferrocarril comenzara a superar al realizado por vías de navegación desde comienzos de los años sesenta, mientras que casi desaparecía el realizado por vías terrestres que apenas habían experimentado mejoras técnicas.En cuanto a la navegación a vapor los grandes avances se produjeron desde finales de los años treinta, con la propulsión por medio de la hélice. Los barcos aumentaron su capacidad de desplazamiento, a la vez que aseguraban la regularidad de los transportes, por lo que se inició la inexorable sustitución de los veleros. Hacia 1850 el conjunto de la flota europea de barcos de vapor no alcanzaba las 200.000 toneladas, pero veinte años más tarde superaba el 1.500.000 y, hacia 1880, se podía considerar que la navegación a vela había perdido ya su hegemonía en el comercio mundial.

Un momento destacado en la mejora de las condiciones de la navegación fue la inauguración, en 1869, del canal de Suez que, con sus 160 kilómetros de longitud, dejaba en algo más de la mitad la duración del viaje entre la India y el Reino Unido. La iniciativa, de fuerte inspiración sansimoniana (P. Enfantin había realizado en 1833 las primeras gestiones para la realización del proyecto), fue el resultado de once años de difíciles trabajos de ingeniería, y había exigido solventar difíciles problemas financieros, técnicos y diplomáticos.A estas grandes innovaciones había que añadir la revolución de las comunicaciones que se produjo con la instalación, en 1865, del primer cable transatlántico submarino y la generalización del uso del telégrafo eléctrico, que permitió una rapidez extraordinaria en la transmisión de las noticias. Desde 1851 estaba abierto al uso público y, veinte años más tarde, la red telegráfica daba ya la vuelta al mundo. Los europeos estaban en condiciones de hacer llevar su progreso hasta cualquier confín del mundo, convencidos como estaban de su extraordinaria superioridad tecnológica.

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