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Datos principales


Rango

Protohistoria

Desarrollo


Sin pretensiones de belleza al principio, pero apuntando un deseo de vocación estética, las primeras esculturillas de bulto redondo de la etapa protohistórica mesopotámica que debemos reseñar, modeladas en arcilla, son las halladas a millares en los estratos precerámicos de Qalaat Jarmo, que representan a diversos animales -¿cerdos?- y a mujeres desnudas, generalmente sentadas, consideradas como las más antiguas representaciones de la diosa de la fecundidad o diosa-madre, que también se elaboraron después en los períodos de Hassuna (Hassuna, Yarim Tepé) y de Umm Dabaghiyah. En el yacimiento de Tell es-Sawwan, correspondiente a la cultura de Samarra, han aparecido multitud de figurillas (entre los 5 y los 11 cm de altura), con signos anatómicos apenas dibujados, que forzaron parte de ajuares funerarios. Las elaboradas en arcilla presentan una decoración plástica especial, al tener los cráneos alargados y los ojos modelados en forma de granos de café; en el caso de las trabajadas en alabastro, presentan grandes ojos de nácar incrustado y los mismos cráneos alargados, que recuerdan las estatuillas de la posterior época de El Obeid y aun las sumerias arcaicas del 2800. De poca calidad estética son los talismanes, tallados en obsidiana y en otras piedras o fabricados en terracota, en forma de mujer sentada, cabezas de toro -bucráneos- o pájaros aparecidos en Tell Halaf; lo mismo cabe decir de las diosas-madre en arcilla o piedra de Arpachiyah o Chagar Bazar, todas ellas de formas compactas.

Muchísimo más elaboradas fueron las terracotas halladas en las necrópolis de Tepé Gawra -que siguió la tradición plástica de Halaf-, Ur y Eridu, correspondientes a la fase cultural de El Obeid, en las cuales la coroplastia mesopotámica presenta nuevas tipologías, aun cuando se repita el tema de la diosa-madre. En Ur se las representaba de forma esbelta, aunque de pequeño tamaño, piernas juntas y anchos hombros (con excrecencias interpretadas como tatuajes o marcas tribales), con los brazos delante de la cintura (postura que se repetirá a partir de entonces y que llegaría a definir la escultura mesopotámica) y cabezas que nos recuerdan ofidios, felinos o pájaros, coronadas por una especie de polos o tiara de betún; algunas figurillas, incluso, son representadas amamantando niños, como un ejemplar del Museo de Iraq (14,8 cm de altura), de impresionante aspecto. El mismo museo guarda otro ejemplar, procedente de Eridu, que figura a un hombre desnudo, portando una especie de cetro o bastón en su mano derecha. El período de Uruk, tras superar una fase de plástica elemental (toscas figuritas de prisioneros con las manos atadas a la espalda), alcanzó ya cotas más ambiciosas, con ejemplares de bulto redondo tallados en piedra caliza, como puede verse en dos estatuillas de dignatarios, de similar factura (una en el Museo del Louvre y otra en la Universidad de Zurich), ambos de pie y desnudos, con redondeada barba -que hubo de ser postiza- y tocados con un casquete globular, similar al que presenta el rey-sacerdote de los sellos cilíndricos.

La época de Jemdet Nasr significó la edad de oro de la plástica protohistórica, con soberbios ejemplares tanto relivarios como de bulto redondo. De notable interés es una estatuilla femenina, en caliza blanca (11 cm), de Khafadye -y hoy en el Museo de Iraq-, que a pesar de su tosca ejecución manifiesta tendencias hacia un claro naturalismo, como puede verse en su desnudo torso, en claro contraste con otra esculturilla de Uruk, del mismo museo, acéfala, de alabastro (19 cm), pero con un planteamiento más volumétrico que lineal. Otra magnífica pieza la constituye el llamado Príncipe de Uruk (17,8 cm; Museo de Iraq), que lo representa con el torso desnudo -la parte inferior se ha perdido-, cubierto con el típico casquete globular, y larga barba postiza de perfil ovalado, con rizos horizontales. Sus manos están dispuestas delante del pecho y sus ojos, incrustados, a base de concha y lapislázuli, contribuyen a darle una gran naturalidad. De Tell Brak -y de esta época- se poseen cuatro cabezas, de bastante interés, y otros fragmentos en alabastro. Una de ellas (17 cm), en el Museo Británico, a la que le falta la parte posterior, es de líneas esquemáticas con grandes ojos que contuvieron pupilas incrustradas, carnosa nariz y labios sonrientes en relieve; el óvalo de la cara está muy bien definido, a cuya perfección contribuiría, sin duda, la peluca postiza, probablemente en lámina de oro. Otra (9,2 cm) hallada en el Templo de los Mil ojos y hoy en el Museo de Aleppo, también sin la parte posterior, presenta rasgos que la acercan más a un ídolo que a una escultura más o menos ortodoxa, y en la que sobresalen sus dos grandes ojos oblicuos, transmitiendo así, toda ella, un simbolismo apotropaico.

Se ha supuesto que estas cabezas estuvieron fijadas en las paredes del santuario a modo de exvotos. Por otro lado, los relieves protohistóricos presentan un desarrollo muy similar a la estatuaria de bulto redondo, observándose en ellos claramente los sucesivos logros alcanzados. Del período de Uruk poseemos una placa de caliza (5,5 por 6,5 cm), hallada en Kish y hoy en Bruselas, donde junto a la fachada de un templo se figura una escena de lucha entre dos hombres, uno tocado con el casquete globular, representados a distinto tamaño; así como dos magníficos relieves sobre esquisto, del Museo Británico, conocidos como "Monument Blau": uno (7 por 15 cm) tiene en sus dos caras escenas cultuales (rey y acólito, rey y obreros); el otro (4,1 por 17,8 cm) sólo por una cara la imagen de un rey-sacerdote presentando un animal de ofrenda. Más interesante, aunque ya es un relieve que pertenece cronológicamente a la época de Jemdet Nasr, es un gran recipiente cultual de Uruk (1,30 m de longitud), hoy en el Museo Británico, en alabastro, decorado con un relieve muy plano en el que se figuran corderillos, ovejas y carneros, dispuestos en perfecta simetría junto al establo consagrado a Inanna. Sin embargo, más significativo es el Vaso ritual de Uruk (92 cm; Museo de Iraq), tallado en alabastro. Toda su superficie cilíndrica, sobre un alto pie cónico, hoy reconstruido, está decorada con un relieve plano, desarrollado en tres grandes fajas (la última doble) y que reproduce la presentación de las primicias del campo y de la ganadería a la diosa Inanna, dentro del contexto de las que fueron famosísimas fiestas del Año Nuevo sumerio.

Totalmente novedosa es la figura femenina de la faja superior (¿la propia Inanna? ¿una sacerdotisa?) representada de pie junto a símbolos y otros objetos. Cubierta con largo manto y tocada su hermosa cabellera con unas protuberancias (¿tiara de cuernos?), presenta las manos en gesto de acogida. Ante ella, un hombre desnudo le ofrece un cesto de frutas; a él le sigue otro -quizá el rey-, del que sólo resta un pie. Este personaje iría recubierto con un vestido de ceremonia, cuyo pesado cinturón le ayuda a llevar un sirviente. En la faja central aparecen nueve servidores desnudos que portan cestos repletos de cereales y frutas, copas y jarras de libación; finalmente, en la faja inferior -en doble registro- se ven los animales (ovejas y carneros) destinados al sacrificio, así como las plantas y árboles -espigas de cebada, palmeras datileras- sobre una doble línea ondulada, que simboliza el agua. Superior en calidad a las cabezas de Tell Brak, que hemos visto, y realmente sin punto de comparación con cualquier otra obra escultórica mesopotámica, es la bellísima Dama de Uruk (20 cm; Museo de Iraq), labrada en alabastro, quizá el primer intento de representar el rostro humano a tamaño natural, y a cuyo anónimo autor ya se le puede calificar de artista. No es una obra de bulto redondo, pues le falta la parte posterior, sino una placa en altorrelieve que iría fijada sobre alguna pared o montada sobre un cuerpo de madera. Su peluca, brutalmente arrancada, hubo de ser de lámina de oro, distribuida en dos bloques y en grandes ondas; sus ojos y cejas lo fueron de otros materiales (lapislázuli, concha, betún).

La pureza de líneas del óvalo de la cara, lo armónico de sus perfecciones y la finura de sus labios hacen de esta pieza -a pesar del desperfecto en su nariz y el vacío de sus cuencas oculares- uno de los retratos más impresionantes de la Antigüedad, comparable en muchos aspectos a nuestra Dama de Elche. Asimismo, de gran interés plástico e histórico es una estela de basalto fragmentada (78 por 57 cm), hallada en Uruk y hoy en el Museo de Iraq, conocida como la Estela de la caza, que representa en un mismo plano a un único personaje, con larga túnica atada a la cintura y tocado con el casquete, pero figurado en dos momentos de una cacería: en el primero aparece hundiendo su lanza sobre un león, y en el segundo dispara su arco contra otros dos leones, heridos ya por flechas. Mucho menos importantes, plásticamente hablando, son los múltiples idolillos oculados, tallados en diversas clases de piedra (alabastro, sobre todo), procedentes de Tell Brak. Algunos de ellos incluyen en su lisa superficie el relieve de otro o de dos ídolos más pequeños (Museo de Aleppo); a veces, forman doble pareja (cuatro ojos) e incluso triple (seis ojos) en una única pieza. La carencia en estos idolillos de cualquier rasgo anatómico, excepto los ojos, siempre muy grandes y abiertos, habla del carácter mágico-religioso de los mismos, sin duda exvotos. La escultura animalística de bulto redondo produjo algunos pequeños ejemplares muy bien modelados y de cierto interés, de los cuales nos han llegado unas cuantas cabezas de oveja y de morueco, así como esculturillas de felinos, verracos y carneros o toros, echados o de pie, todos ellos muy naturalistas.

La animalística también se representó en relieves sobre vasos, tal como puede verse en un fragmento de vaso del Museo del Louvre (24,5 cm) con la escena de un rebaño de bóvidos que salen de su establo, consagrado a una divinidad. En Tell Brak, también se detecta escultura animalística, reflejada sobre todo en amuletos de pequeñísimas dimensiones y tallados en alabastro y otras piedras, en forma de leones, cabras, pájaros, ranas e incluso monos y osos sentados. Párrafo aparte merecen los cuencos, vasos y jarras de piedra decorados en altorrelieve y que definieron los últimos momentos de la fase de Jemdet Nasr. Con ellos se intentaba buscar nuevas experiencias plásticas, dentro siempre de un campo vigorosamente realista. Entre las piezas más hermosas podemos citar un cuenco de esteatita, de Ur, decorado con toros y espigas (Museo de Iraq); el aguamanil de Uruk (en el mismo museo) con el pico rodeado de leones en bulto redondo y la superficie decorada con leones atacando toros; la copa de Tell Agrab (Universidad de Chicago) con el héroe desnudo que doma leones; el pie de copa, también de Agrab (hoy en el Museo de Iraq) con la figura de otro héroe desnudo protegiendo a varios toros del ataque de leones; y el vaso fragmentado del Museo Británico con el héroe que ayuda a dos toros a esquivar las garras de dos grandes águilas.

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