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Las ideas políticas de Spinoza (1632-1677) están desarrolladas y expuestas en sus dos tratados políticos: "Tratado teológico-político" (1670) y "Tratado político" (1677). Pero estas dos obras no deben aislarse con respecto al pensamiento global de Spinoza, tal como está reflejado en su "Ética" (1677). Su pensamiento político deriva, en última instancia, de su filosofía de su metafísica: en el preciso momento en que Spinoza descubre en su "Ética" la impotencia de la razón sobre las pasiones para conducir al hombre hacia la libertad, invoca la necesidad del Estado, de la organización social. Eso le condujo a escribir y a reflexionar sobre la política, sobre la pasión como punto de partida y sobre la libertad como meta. Spinoza opta en la política por un método realista y pragmático, que supone una continuación de Maquiavelo y que parece coincidir con Hobbes en su concepción del derecho natural. Con todo, como filósofo político Spinoza presenta una gran originalidad. La idea básica de su método es que en la investigación de las cosas hay que poner todo cuidado en no confundir los seres reales con los entes de razón (o de imaginación). En efecto, los problemas sociales y políticos deben estudiarse, según Spinoza, de modo científico y desapasionado y aun cuando la exhortación moral o religiosa puedan ser útil como técnicas de gobierno no tienen sitio en la ciencia política, porque para saber cómo ha de mantenerse una sociedad estable hay que entender primero a los seres humanos como organismos naturales y no fundamentar la política en condiciones ideales de la naturaleza humana o en preferencias morales que sólo pueden expresar nuestros gustos y emociones, siempre subjetivos y pasivos.

Así pues, no podemos tener una idea clara y distinta de los principios necesarios del gobierno sin tener primero una idea clara y distinta del hombre y su lugar en la naturaleza, sin conocer los principios de filosofía natural, que incluye la física y la psicología. Además, todo recurso a causas sobrenaturales no es sino expresión de ignorancia, pues todo lo que ocurre en las sociedades humanas sucede de acuerdo con leyes necesarias, y nuestra única salvación consiste en entender lo que esas leyes son y significan y adaptarnos conscientemente a ellas. De ese modo, Spinoza apuesta por un estudio puramente lógico y científico de la sociedad humana. Si puede darse por cierto que Spinoza leyó a Hobbes, también lo es que llega a conclusiones semejantes aunque deducidas independientemente y a partir de premisas muy distintas. Ambos defienden que todos los hombres procuran naturalmente su propia conservación y la extensión indefinida de su fuerza y de su libertad, y ambos insisten en que esto debe ser el andamiaje de su teoría política. Ambos consideraron que la paz y la seguridad constituyen el fin que todos los hombres persiguen en las sociedades políticas; y, aunque la paz y la seguridad sólo se pueden mantener, se puede evitar una guerra de todos contra todos creando un poder superior y proporcionando medios superiores de coerción a alguna persona o grupo de personas. Así pues, el poder ha de constituir el concepto fundamental al estudiar las sociedades y las causas de su decadencia y todas las actividades políticas deben juzgarse según sus efectos en la distribución del poder dentro del Estado.

Asimismo, es necesario observar y estudiar cómo esta distribución de poder ayuda a evitar la anarquía, que es siempre, y para todos los hombres, el peor de los males. Hobbes y Spinoza recomiendan y estiman como necesaria una aproximación amoral, o sea, naturalista a todos los problemas políticos. Para conseguirlo es preciso concebir a los hombres como objetos naturales, cada uno de los cuales persigue necesariamente los que le parecen ser los medios para su conservación y libertad. Sólo tienen derecho a hacer lo que tienen el poder de hacer. Igualmente, tanto Hobbes como Spinoza alegan que la obediencia y el consenso políticos pueden justificarse desde el punto de vista del propio interés racional si puede demostrarse que consiste en la aceptación del menor de los males, siendo siempre el mal mayor la anarquía y la inseguridad. Así pues, todo argumento político racional debe conllevar el cálculo del menor de dos o más males entre las variadas posibilidades prácticas, porque el error cometido por teóricos e ideólogos consiste en buscar justificaciones absolutas y principios inmutables. La defensa de principios abstractos ya sean religiosos o puramente morales conduce a conflictos insolubles y sólo la paz es el fin supremo de las sociedades políticas. El hacer de la paz el criterio supremo de toda decisión política es la conclusión coincidente entre ambos pensadores, pero han llegado a ella por caminos racionales diferentes, como distinto es el significado que cada uno de ellos atribuye a la libertad.

Para Hobbes ser libre es hacer lo que uno quiere, hallándose los deseos determinados mecánica o fisiológicamente, y la negación de la libertad significa la frustración, ya sea ésta el resultado de causas naturales ya sea causada por otros hombres. Así pues, Hobbes era como metafísico y como filósofo político un pesimista, pues la paz y la seguridad como fin último del hombre político sólo consisten en la visión negativa de no ser perseguidos o destruidos. La aproximación naturalista de Spinoza a la política resulta diametralmente opuesta a la de Hobbes. Para Spinoza el ejercicio de la razón no es simplemente un medio de autoconservarse y satisfacer el deseo, sino que constituye por sí mismo el fin supremo para el que todo lo demás ha de ser un medio. El criterio por el que debe juzgarse una organización política es el de si impide o posibilita la vida racional del hombre libre, lo que hace de Spinoza uno de los primeros defensores de la gran concepción liberal de la tolerancia y la libertad de pensamiento. Para Spinoza una sociedad permanece a salvo a condición de que las personas que tienen interés en defender sus leyes o convenciones sean o parezcan ser más potentes que aquellas que tienen interés en derribarlas. En este sentido, Spinoza va más allá de Hobbes en su negativa a conferir significado alguno a las palabras derecho y deber en sentido puramente moral, al considerar que las leyes de un Estado poseen autoridad para ser obedecidas únicamente cuando son útiles a los individuos; cuando eso deja de ser así, al amenazar su seguridad o su felicidad, el hombre puede desvincularse de toda obligación de sometimiento a aquéllas, pues el mero hecho de haberse comprometido previamente a someterse a ellas no constituye una obligación constrictiva que anule sus necesidades personales.

En conclusión, el estado natural es para Spinoza un estado de soledad, mísero, pues las necesidades del hombre superan a sus posibilidades, sin normas y de enemistad, de miedo y de guerra, donde el hombre existe sólo como individuo. En ese estado cada uno es su propio juez y nadie está obligado a vivir según el criterio de otro. En esa situación el derecho de cualquier individuo se define por su (el) poder. Es indudable que los hombres tienden a salir de tal estado, pues es también natural el deseo de autoconservación. Para conseguirlo, las pasiones han de ser dirigidas por la razón: la soledad sólo se supera con la unión, y la enemistad mediante la paz. Surge así la teoría del pacto en Spinoza. Tal teoría aparece desarrollada en el "Tratado teológico-político". Su razonamiento es: "para vivir seguros y lo mejor posible, los hombres tuvieron que unir sus esfuerzos". Para que tal pacto sea eficaz ha de ser útil para los pactantes y ha de producir la transferencia de derechos individuales a la comunidad. Una y otra condición aseguran, por un lado, la libertad de los ciudadanos y, por otro, la formación del Estado y de la sociedad. En cualquier caso, el Estado sigue siendo el poder absoluto: si algún individuo no lo reconoce queda excluido del mismo; pero si el Estado no consigue la paz entre sus súbditos, divide su poder y trae la ruina, volviéndose al estado natural. Así pues, la tendencia a la sociabilidad no surge en el hombre gracias a la razón ni a una elección libre, sino que se debe al sentimiento común de la necesidad de superar el miedo y la miseria. El pacto social no es, por consiguiente, el resultado mecánico de un equilibrio de fuerzas. Por último Spinoza trata las diferentes formas de gobierno en el "Tratado político". La mejor será aquella que utilice mecanismos capaces de avivar la esperanza y suscitar el miedo. Spinoza rechaza la Monarquía absoluta, desconfía de la constitucional, prefiere la aristocracia electiva y juzga como la mejor para conseguir los fines a la democracia, porque la democracia es la esencia del Estado como poder colectivo o multitud unida.

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