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Datos principales


Rango

América 1550-1700

Desarrollo


Aunque los ingleses barrieron el Caribe durante los últimos cuarenta años del siglo XVI, su primer asentamiento en el mismo data del segundo cuarto del siglo XVII y fue la colonia de San Cristóbal, de la que hablamos anteriormente. Expulsados de allí por el almirante Oquendo, se dispersaron por otras islas, como la Barbada y la Tortuga. Algunos volvieron a Saint Kitts y otros se establecieron en la cercana Nevis (1628). Un gran contingente se había instalado en las Barbados el año 1625, adonde arribaron 80 colonos enviados por William Courteen, que se incrementaron pronto con otros, enviados por Lord Carlisle. Eran principalmente colonos contratados por siete años mediante el pago de pasaje. Se plantó caña de azúcar y se importaron esclavos. Hacia 1663, había ya unos 50.000 negros en las Barbados. Algo similar ocurrió en otras islas como San Vicente, Monserrate, Antigua y Santa Lucía. Hacia 1650, se calcula que vivían unos sesenta mil colonos en las islas de Saint-Kitts, Nevis y Barbados. Con todo, la mejor colonia inglesa del Caribe fue Jamaica, conquistada en 1655. Tras la guerra contra Holanda (1652-54), Oliwer Cromwell necesitaba otro conflicto externo capaz de catalizar la acción de los puritanos y se lo sirvió en bandeja, o mejor en libro, Thomas Gage, un dominico que había vivido en las colonias españolas y se había convertido luego al protestantismo. Gage publicó, en 1648, su famosa obra The English Arnerican, en la cual resaltó la debilidad de las ciudades españolas en América.

Cromwell le pidió un informe detallado de las colonias del Caribe y encargó a John Milton la justificación moral de la agresión que preparaba. El gran poeta inglés cumplió el mandato el 26 de octubre de 1655, escribiendo el manifiesto titulado "Scriptum domini protectoras contra Hispanos", donde se tocaban los tópicos de las crueldades españolas contra las autoridades civiles y religiosas inglesas y la injustificada pretensión de poseer toda América. Cromwell los repitió en el Parlamento para lanzar la operación Western Design. La armada se envió antes de hacerse la declaración de guerra, como era la costumbre inglesa. La mandaba el almirante William Penn. Robert Venables dirigía la tropa de desembarco. El plan era dirigirse a Cuba, Puerto Rico o la Española, establecer allí un punto de apoyo, y atacar luego Cartagena. Penn tocó en las islas Barbados, Antigua, Nevis y St. Kitts, donde hizo un buen acopio de barcos y filibusteros. Completó así 57 naves y 13.000 hombres, con los que salió para Santo Domingo. El 13 de abril de 1655 se presentó ante dicha ciudad, que se puso en estado de alerta con sus 300 soldados y sus vecinos armados. La flota siguió a Nizao y desembarcó las tropas, que empezaron a asaltar la ciudad el 17 de dicho mes. El 26 de abril sufrieron una espantosa matanza y el 31 decidieron retirarse. Penn puso rumbo a Jamaica. Esta isla estaba más desguarnecida. Su capital, Santiago de la Vega, capituló el 17 de mayo de 1655.

Jamaica aumentó pronto su población gracias a la tenacidad de Cromwell en enviar numerosos colonos. En 1658, contaba ya con 4.500 blancos y 1.500 esclavos. El cultivo de la caña fue introducido desde Barbados. A fines del siglo XVII, tenía 75.000 esclavos y unos 8.000 blancos. Jamaica fue sobre todo la cuna del filibusterismo y del contrabando ingleses. Este filibusterismo atravesó dos etapas; una ofensiva, que duró desde 1656 a 1664, y otra de supervivencia, que transcurrió a lo largo del sexenio 1665-1671. Los gobernadores de la isla comprendieron pronto que la caña azucarera no lograría mejorar excesivamente la colonia. La única posibilidad de que se volviera próspera era transformarla en un banco para las presas filibusteras, protegiendo a todo aquel que deseara organizar una operación contra los dominios españoles. En 1657 fue nombrado gobernador Edward Doyley, que se dedicó a otorgar patentes de corso a todo el que se la pedía, con la única condición de que prometiese dar luego al Rey su parte correspondiente del botín. Hizo más: patrocinar directamente algunas de tales empresas. En 1659, envió tres fragatas con 300 hombres bajo el mando de Christopher Myngs, que destruyeron Cumaná y asaltaron Puerto Cabello y Coro. La Corona inglesa decidió relevar a Doyley por Lord Windsor. Debía ser intérprete en Jamaica de la nueva política de paz de la Corona británica (el 10 de septiembre de 1660 se había establecido el cese de hostilidades con España), pero Windsor comprendió que Jamaica sólo sobreviviría si lograba sostenerse como foco filibustero.

En 1662, envió a Myngs contra Santiago de Cuba y Campeche, mientras otros filibusteros hacían de las suyas en diversos reinos indianos. A Lord Windsor le sucedió Lyttleton, que actuó igual que su predecesor, y a éste Sir Thomas Modyford (1664), rico propietario de plantaciones en la Barbada, que llegó también con inútiles instrucciones de Londres de evitar el corso contra los españoles. Modyford no fue promotor de empresas de piratería, pero dejó hacer a los piratas. En esta época brillaron personajes como Bartholomeu Portugués y Rock "el Brasileño". Desde 1665 a 1671, Jamaica auspició ya una piratería indiscriminada contra los españoles, holandeses y franceses. En el primero de dichos años, Inglaterra declaró la guerra a Holanda y la Isla se vio enfrentada a sus colonias en América. Modyford no contaba con ayuda real para la guerra intercolonial y echó mano de los filibusteros, a los que dio patentes de corso. Así, requirió los servicios del experimentado Edward Mansfield, almirante de los Hermanos de la Costa, para que dirigiera una gran expedición hacia Cuba y Centroamérica, de la que resultó la conquista de Santa Catalina. En enero de 1666, Francia declaró la guerra a Inglaterra y Modyford se encontró frente a los aliados franceses y holandeses. Comprendiendo su debilidad, quiso atraerse a su bando a los filibusteros de la Tortuga y Santo Domingo. Estos le dijeron que se movían por intereses económicos, y no políticos. Modyford les ofreció entonces patentes de corso para atacar buques y plazas españolas con tal de que le ayudaran.

Esto generalizó la piratería en todo el Caribe. Los ingleses, con sus corsarios y filibusteros contra los demás países: Francia, Holanda y España. Fue una época dorada con grandes y pequeñas figuras: Mansvelt, el Olonés y Morgan fueron los verdaderos maestros. El primero de ellos, por su intento de construir una tercera base filibustera en el Caribe, concretamente en la isla de Providencia, que podría haber tenido consecuencias catastróficas para las poblaciones españolas de Centroamérica y Tierra Firme. El segundo, porque logró grandes éxitos en los ataques terrestres (en los que habían fracasado Drake y Cumberland, entre otros). Morgan, el tercero de ellos, porque fue el más alto exponente del oficio, logrando con el asalto a Panamá mayor gloria que ninguno de sus compañeros. En 1670, después de una larga carrera de pirata, Morgan tomó Portobelo, cruzó el istmo y asaltó la ciudad de Panamá, donde se apoderó de la plata que iba a ser enviada a España. Saqueó e incendió la ciudad, que abandonó el 24 de febrero de 1671, llevando consigo 175 mulas cargadas de oro y plata y joyas, amén de unos 600 prisioneros. Carlos II le recompensó nombrándole Caballero y Teniente de Gobernador en Jamaica. El asalto a Panamá, en 1671, marcó el momento de máximo apogeo del filibusterismo inglés, que entró en decadencia a partir de entonces. Inglaterra estaba volcada hacia la colonización en América y el filibusterismo era ya un compañero peligroso del que había que desprenderse con rapidez, antes de que se convirtiera en un peligro para las ciudades portuarias de Norteamérica.

Lo difícil era la forma de hacerlo, después de haber prestado tantos servicios a la Corona. El viraje se inició el mismo 1671. Se prohibió a los gobernadores de la Isla otorgar nuevas patentes de corso y se dio una amnistía a los que habían pirateado hasta entonces, ofreciéndoles la alternativa de convertirse en colonos o ingresar en la Royal Navy. Los filibusteros rechazaron ambas ofertas y huyeron en desbandada a las colonias del rey francés, donde siguieron sus actividades tradicionales. Sir Thomas Lynch, el nuevo gobernador a quien le tocó cumplir los nuevos mandatos de Londres, tuvo que ahorcar algunos filibusteros, asentar otros como colonos, y darles a unos terceros el aliciente de cortar palo en Belice. Fue relevado por Lord Carlisle en enero de 1674, pero como éste tardó cuatro años en integrarse a su puesto, se nombró entre tanto un gobernador interino, Lord Vaugham, que llegó a Jamaica a mediados de 1675 y tuvo que actuar con Morgan bajo sus órdenes. Según Vaugham, su lugarteniente era excesivamente benevolente con los piratas y vivía como uno de ellos, ya que casi siempre estaba en las tabernas bebiendo y jugando, cosas que en su opinión deshonraban el oficio que le había dado. El arribo de Carlisle acentuó la represión al filibusterismo y los piratas huyeron del Caribe hacia las costas norteamericanas, al Pacífico e incluso al Viejo Mundo. Al cumplir Carlisle su mandato, quedó como Gobernador interino Henry Morgan, que ejerció esta vez su oficio con gran energía, colgando a varios de sus antiguos colegas. Nada modificó el siguiente gobernador Sir Thomas Lynch, fallecido en agosto de 1684, ni su sucesor el teniente de gobernador Hender Molesworth. El balance de la piratería inglesa durante el último cuarto de siglo lo hizo por entonces el Marqués de Barinas en 1685, anotando que durante el reinado de Carlos II de Inglaterra (1660-1685) España había perdido 60 millones de coronas, cómputo que sólo abarcaba la destrucción de pueblos y ciudades, sin la pérdida de más de 250 buques mercantes y frágatas. Era, en realidad, el balance de la piratería auspiciada desde Jamaica, una isla que desde entonces vivió plácidamente de las plantaciones y del contrabando.

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