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El siglo XIV florentino se caracterizó por la constante conflictividad política y social que, pese a todo, no consiguió entorpecer la vida económica de la ciudad del Arno. En 1293 el ordenamiento de Juan della Bella acabó con el gobierno de los cónsules -implantado desde 1250-, estableciendo las bases políticas de una república oligárquica, dominada por los gremios mayores (Arti Maggiori). El giro institucional no logró terminar con la inestabilidad reinante, ya que las tradicionales disputas entre güelfos y gibelinos fueron seguidas por las luchas entre blancos y negros. Con todo, el gobierno oligárquico consiguió imponerse a los intentos de acaparamiento personal del poder (Gautier de Brienne, 1342), a la crisis demográfica provocada por la Peste Negra (1347-1348) y a la inestabilidad social (revuelta de los Ciompi, 1378). Florencia alcanzó su máximo apogeo económico, beneficiada por la decadencia de sus competidores en Toscana a lo largo del tránsito entre los siglos XIII y XIV. Pisa salía malparada de su enfrentamiento con Génova en 1284, mientras Luca y Siena se hundían como potencias financieras tras la bancarrota de los Riccardi (1300) y de los Bonsignori (1309), dejando vía libre a la expansión económica florentina. El protagonismo político pasó a manos de la burguesía financiera, representada por las mencionadas "Arti Maggiori", que habían sustituido a lo largo del siglo XIII al monopolio del "Arte dei mercanti".

Estas estaban constituidas por los gremios de Calimala (sector textil y bancario), del Cambio, de Por Santa Maria (sector de la seda), de la Lana, de los Merceros, Especieros y Médicos y de los Peleteros. Todos ellos representaban los intereses de la alta burguesía, mientras que las capas medias se encontraban representadas por las artes medias y menores (hosteleros, comerciantes de vino y de aceite, etc...). Las compañías comerciales y financieras florentinas consiguieron imponer su dominio en Italia y en gran parte de Europa. Sin embargo, su crecimiento incontrolado las hizo sumamente sensibles a los avatares de la economía continental. Así cayeron en bancarrota una tras otra las principales compañías como la de los Mozzi en 1311, Scali en 1326 o Bardi, Peruzzi, Acciaiuoli y Bonaccorsi entre 1342 y 1346. El triunfo del güelfismo en la ciudad del Arno marcó las directrices de su política exterior, que propició, al menos hasta 1376, la alianza entre angevinos, pontificado y banqueros florentinos frente al emperador y los Visconti, jefes del gibelinismo italiano. No obstante, el teórico monolitismo de la escena política florentina se rompió muy pronto. Enseguida surgieron dos bandos distintos en el seno del partido güelfo, aglutinados en torno a dos grupos familiares y financieros: los Donati y los Cerchi. Años mas tarde aparecieron nuevas escisiones, capitalizadas por las diferencias entre blancos y negros. Los primeros, encabezados por los Mozzi, Cavalcanti y Frescobaldi, pretendían un acercamiento a los gibelinos y un acuerdo político con Pisa.

Los segundos, dirigidos por Corso Donati, representaban la facción más intransigente del güelfismo florentino, que apoyaba abiertamente al Papa con los recursos financieros de una nueva generación de banqueros (Spini, Acciaiuoli, Peruzzi, Franzesi). El primero de mayo de 1300, un incidente acaecido entre partidarios de los dos bandos terminó con la prisión y exilio de los jefes blancos -entre ellos el mismísimo Dante-, tras la llamada de auxilio de los negros al Papa y a Carlos de Anjou. La campaña del emperador Enrique VII (1310-1313) hizo temer lo peor a los florentinos, que veían en ella una operación de castigo por la expulsión de los blancos de la ciudad. Por ello las autoridades florentinas, mediatizadas por Corso-Donati, reconocieron a Roberto de Anjou como señor para protegerse de las represalias imperiales. Florencia no recuperó íntegramente su libertad hasta 1327, fecha de la muerte de Carlos de Calabria, hijo de Roberto y señor del contado florentino desde 1325. A pesar de todo, la dependencia angevina quedó enquistada en la clase política florentina, que no dudó en reclamar nuevamente la ayuda de Roberto de Anjou tras una derrota a manos de los gibelinos de Mastino della Scala (1339). Los acontecimientos se precipitaron y desembocaron en el gobierno personal de Gautier de Brienne, duque de Atenas, quien se mantuvo en el poder hasta 1343, momento en el que una revuelta organizada por la burguesía financiera (popolo grasso) le derribó. Gautier de Brienne, necesitado de apoyos internos, inició durante su breve mandato una política de apertura de las instituciones a otros grupos sociales menores (popolo minuto). Esta iniciativa contó con continuadores como Salvestro de Médici o Miguel de Lando, pero los representantes del "popolo grasso" consiguieron contrarrestarlas en todo momento, dando lugar a una república oligárquica manejada por escasas familias como los Alberti o los Albizzi (1375-1430).

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