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El magno proyecto culminado en Troyes sufrió un primer golpe en el otoño de 1422 con las muertes de Carlos VI y Enrique V. Este dejó el trono a un menor, Enrique VI (1422-1461), bajo la tutela de los duques de Bedford y Gloucester, decididos a mantener los acuerdos con el apoyo del duque de Borgoña. Frente a ellos se encontraba ahora el delfín Carlos, convertido en Carlos VII (1422-1461). El reino experimentó una nueva polarización, pudiendo hablarse de la existencia de dos -y hasta tres- Francias, exacerbación del carácter de lucha civil francesa que desde el primer momento tuvo la Guerra de los Cien Años: la Francia inglesa, la Francia francesa y la Francia borgoñona. La Francia inglesa estaba encarnada por Enrique VI, rey de París, reconocido soberano de Francia e Inglaterra por Borgoña, el Parlamento y la Universidad de París, defensores de la Doble Monarquía y acusados de renegados por sus enemigos. Comprendía las regiones más ricas del reino, pero de forma muy irregular: Guyena era la posición inglesa más sólida y estable; en Normandía comenzó una dura resistencia campesina; en la Isla de Francia existía una menor presión militar; Champagne, Maine y Picardía, tenían un control inglés muy débil. En estos territorios el campesinado acusó el peso de la guerra y de una ocupación que se consideraba extranjera. La Francia francesa estaba encabezada por Carlos VII, llamado el rey de Bourges por reunir allí -y en Chinon- una corte paralela a la de París.

Tenía de su lado a los grandes nobles de Anjou, Foix, Orleans, y Borbón (el centro y sur del país) y contaba con el apoyo exterior de Saboya, Escocia y Castilla, además de los focos de resistencia en territorio anglo-borgoñón. Eran llamados los armagnacs por sus enemigos. La Francia borgoñona y el Ducado de Borgoña incluía los territorios franceses del duque de Borgoña, es decir el este y norte del país y sus partidarios eran llamados borgoñones. El ascenso de Borgoña como gran potencia política y económica de Occidente es una de las claves de la evolución histórica de la Europa bajomedieval. Este despegue borgoñón fue obra de los Valois, que heredaron el ducado en la persona de Felipe el Atrevido (1384-1404), hijo del rey Juan II el Bueno. El Atrevido y su sucesor Juan Sin Miedo (1404-1419) realizaron una política expansiva de enlaces matrimoniales y aprovecharon el enfrentamiento anglo-francés para aglutinar una conjunto de heterogéneos territorios extendidos entre el Mar del Norte y los Alpes: señoríos episcopales (Lieja, Tournai, Cambrai, Utrecht), laicos (condado de Flandes -Francia-; ducados de Limburgo, Brabante y Güeldres y condados de Holanda, Zelanda, Luxemburgo, Hainaut y Namur -Imperio-) y ciudades de importante peso político y económico. Gracias a esta política, Borgoña se convirtió en un reino medio a caballo entre Francia, Inglaterra y el Imperio. Su máximo esplendor político, económico y cultural fue obra de Felipe el Bueno (1419-1467), considerado verdadero rey sin reino.

En 1420 Borgoña se unió a la Doble Monarquía de Enrique V, pero en pie de igualdad con Inglaterra. A la larga, el potencial político, económico y militar de Borgoña acabaría decidiendo el desenlace de la guerra. Desde 1422 "renegados, armagnacs y borgoñones" protagonizaron una violenta guerra civil. Mientras Inglaterra se mantenía fuerte bajo la regencia de Juan, duque de Bedford, el apático Carlos VII era incapaz de controlar la corte de Bourges, sumida en el caos y la corrupción. Esta situación permitió a los anglo-borgoñones tomar la iniciativa y atacar el condado de Maine entre 1422 y 1425, derrotando a las tropas de Carlos VII en Verneuil (1424). Desde entonces el rey de Bourges reformó su ejército. Aunque en las zonas ocupadas se agravó la resistencia contra los ingleses, éstos completaron la ocupación de Maine en 1428 y pusieron sitio a Orleans, considerada la llave del Loira. La historiografía tradicional consideró Orleans la clave de la suerte de Carlos VII y de Francia en esta fase de la Guerra de los Cien Años. Sin embargo, el dominio de esta ciudad no habría bastado a Inglaterra para dominar las amplias regiones centrales y meridionales del país, hostiles a la presencia inglesa. Con todo, el asedio de Orleans si fue considerado símbolo del enfrentamiento entre Carlos VII e Inglaterra. Entre 1428 y 1429 los ingleses apretaron el cerco de Orleans, aunque sin llegar a aislarla totalmente. Cuando iba a capitular, el rey prestó oídos a las propuestas de una joven iluminada procedente de Lorena llamada Juana de Arco.

La doncella tenía 17 años y ninguna experiencia militar, pero quería liberar Orleans y expulsar a los ingleses de Francia impulsada por las voces de san Miguel y santa Catalina. La aparición de Juana de Arco en este momento de la guerra sólo es comprensible en el clima de desesperación que vivía el mundo campesino francés a causa de los desastres de la guerra. En este ambiente creció una vaga mística en la que se mezclaban emociones y creencias religiosas con sentimientos patrióticos simples y fácilmente transmisibles a las capas populares más acuciadas por las miserias de guerra y el avance de los ingleses. Pese al riesgo, el delfín decidió apostar por los posibles beneficios que el clima de exaltación encarnado por Juana de Arco podía reportarle. Se produjo entonces un inesperado milagro militar que acabó con el mito de la invencibilidad inglesa. Al mando de un pequeño ejército formado por militares experimentados, Juana de Arco obligó a los ingleses a levantar el asedio de Orleans (mayo-1429), devolviendo a los franceses la iniciativa de la guerra. Los ingleses quisieron impedir la reacción francesa, pero fueron derrotados en la batalla de Patay. Poco después, Juana entraba en Troyes. Explotando estas victorias, el delfín se hizo ungir en Reims siguiendo el ritual tradicional de los reyes de Francia (16-julio-1429). La coronación de Carlos VII, segundo gran triunfo de Juana de Arco, fue un duro choque psicológico para la Doble Monarquía.

A continuación los franceses conquistaron Laon, Senlis, Soissons y Compiégne y Carlos VII alcanzó Saint-Denis, cerca de París. Sin embargo, Juana de Arco dejó de interesar desde entonces a Carlos VII. Las envidias cortesanas, la falta de recursos y la voluntad de consolidar las posiciones conquistadas se conjugaron contra la "Doncella de Orleáns" y su afán de continuar la guerra sin cuartel. Sin los apoyos militares adecuados, Juana de Arco se estrelló contra un París firmemente anglo-borgonón, sufriendo su primera derrota. En mayo de 1430 Juana encabezó su última empresa militar contra el asedio borgoñón de Compiegne, pero fue apresada. Los borgoñones la entregaron a los ingleses, que la trasladaron a Rouen, donde se celebró un inicuo proceso contra la Doncella marcado por los intereses político-militares del momento. Inglaterra necesitaba recuperar la iniciativa de la guerra con una condena pública de Juana de Arco. Por su parte, Carlos VII no quiso evitarlo, porque la Doncella de Orleans encarnaba un espíritu belicista radical que ya no interesaba. El tribunal, formado por maestros de la Universidad de París encabezados por Pedro Cauchon, obispo de Beauvais y destacado borgoñón, desplegó la más ortodoxa escolástica del momento frente a la fe elemental y sencilla de Juana de Arco. Finalmente fue condenada y quemada en la plaza del mercado de Rouen, sin que Carlos VII hiciera nada por salvarla (30-mayo-1431). Sólo en 1450 fue reivindicada la memoria de la Doncella de Orleans, convertida ya en un útil mito político para los intereses de la monarquía francesa.

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