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Hacia 1300 Inglaterra era un Estado unificado, lo que permitió a sus reyes equipararse a sus rivales franceses pese a la gran diferencia de recursos humanos y económicos existente entre ambas monarquías. Entre 1307 y 1330 la alta nobleza se enfrentó a la política de fortalecimiento regio ejecutada por diferentes favoritos reales, pero su división en bandos la incapacitaría para limitar o compartir el poder del rey. El importante proyecto político de Eduardo I (1272-1307) quedó truncado a su muerte por la incompetencia política de su hijo Eduardo II (1307-1327) y por una nueva ofensiva nobiliaria, común por otro lado a la que sufrían entonces otros reyes europeos (la Francia de Felipe IV y la Castilla de Alfonso X). Eduardo II, "uno de los monarcas de menor capacidad de la historia inglesa" (E. Mitre), se rodeó de personajes ineptos que le granjearon una creciente impopularidad entre los miembros del Parlamento y la nobleza del reino. En 1311, ésta tomó la iniciativa encabezada por su primo-hermano Thomas, conde de Lancaster, e impuso al rey 21 lores ordenadores del Parlamento para supervisar los nombramientos y política reales. En pleno auge nobiliario fue asesinado el gascón Pierre de Gavestón, favorito del rey (1312). A la inestable situación interior se sumó en 1314 una grave derrota exterior. El noble escocés Robert Bruce -Roberto I (1274-1329)- derrotó al ejército de Eduardo II en Bannockburn, victoria que supuso la independencia efectiva de Escocia de la tradicional dominación inglesa.

Eduardo II quedó a merced de Thomas de Lancaster iniciándose una larga guerra civil. El rey se refugió en el norte hasta que, con el apoyo de Hugo Despenser (el Despensero) y su hijo, derrotó al conde de Lancaster en Boroughbridge (1322). Lancaster fue ejecutado y la Corona recuperó el poder, pero la incapacidad de Eduardo II lo dejó en manos de Despenser y su hijo, que lo ejercieron de forma autoritaria. Esto provocó una nueva conjura nobiliaria dirigida por la reina Isabel, hermana de Carlos IV de Francia. Al fracasar, Isabel huyó a Francia con el heredero Eduardo y su amante el barón Roger de Mortimer. Finalmente, en 1327 se formó una amplia coalición de barones que obligó al rey a abdicar en su hijo Eduardo con el objetivo de ceder el gobierno a la reina Isabel y a Roger de Mortimer. La inoperancia de ambos quedó en evidencia en 1328, cuando no supieron defender adecuadamente los sólidos derechos del joven Eduardo III al trono de Francia. Un año después tuvo lugar la pactada deposición y desaparición de Eduardo II, pero hasta 1330 Eduardo III no pudo liberarse de la nefasta regencia de su madre y asumir en solitario el control del reino. La reina Isabel fue desterrada y Mortimer ejecutado. El trono de Inglaterra quedó en manos de un monarca de condiciones y carácter muy diferentes a los de su padre.

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