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El primer gran conflicto de ese periodo abierto en 1378 fue el que tuvo por escenario la ciudad italiana de Florencia. Se trata de la denominada revuelta de los ciompi, término este que alude a los trabajadores de más baja condición social y económica, carentes de cualquier especialización. Un cronista de esa época entendía por "ciompi todo el que es grasiento, sucio y mal vestido", opinión claramente reveladora del desprecio que sentían hacia ellos los sectores sociales acomodados de la ciudad del Arno. Otros identifican a los ciompi con diversos grupos de los trabajadores del textil. Tal era el caso del cronista M. Stefani, el cual hablaba textualmente de los "cardadores, peinadores, batidores, lavadores, bataneros y revisores y otros miembros de profesiones a los que llamaban los ciompi". Es posible, asimismo, que en la segunda mitad del siglo XIV los ciompi fueran simplemente, como señala el historiador ruso V. Rutenburg, "los obreros asalariados sin derechos de los gremios textiles de Florencia", equiparados, por lo tanto, sin más precisiones, al "popolo minuto". Ahora bien, ¿cómo y por qué se produjo esta revuelta? Un cronista de la época, Acciaiuoli, afirmaba que "por el pecado cometido contra la Santa Madre Iglesia... por los malos ciudadanos de Florencia... el Señor envió a nuestra ciudad el castigo (la sublevación de los ciompi)". Sin duda era una explicación ingenua. Ahora bien, para entender lo que sucedió en 1378 en Florencia es preciso traer a colación el trasfondo socio-económico de la ciudad en aquellos años.

El desarrollo de las actividades artesanales había sido espectacular, lo que había derivado en la aparición de un amplio sector de obreros asalariados, que vendían su fuerza de trabajo a cambio de un salario. ¿No se ha dicho que allí se encontraban los gérmenes del sistema de producción capitalista? Sin duda había grandes desigualdades entre los trabajadores. Recordemos un dato muy significativo: la escala salarial de los que trabajaban al servicio de los Bardi, una poderosa familia florentina de hombres de negocios de la decimocuarta centuria, oscilaba entre 7 y 300 florines. Por lo demás, abundaban los trabajadores que cobraban salarios muy bajos (hay que tener en cuenta que no percibían el jornal los días de fiesta, ciertamente muy numerosos en aquel tiempo). No hay que olvidar, por otra parte, que esa masa proletaria no tenía de hecho posibilidades de asociarse, al tiempo que estaba totalmente excluida de la participación en el gobierno local. Ese trasfondo, evidenciado en la existencia de unos sectores populares dominados y discriminados, explica que la tensión social estuviera en Florencia a flor de piel, por lo menos desde mediados del siglo XIV. Una queja frecuente de los "popolani", expresión alusiva a las gentes del común, estribaba en las dificultades que les ponían los maestros de las corporaciones para promover su desarrollo. Pero también era frecuente su queja por los elevados impuestos que tenían que soportar. Mas para entender la explosión que tuvo lugar en 1378, a los factores de fondo mencionados hay que añadir otros de carácter puramente coyuntural.

Tales fueron la escasez de granos del año 1375 y la caída, por más que relativa, que se produjo en la producción textil de Florencia en el año 1377. Pero también desempeñó un importante papel el sinsabor causado en la ciudad por la reciente guerra que había sostenido con la Santa Sede, de la cual se había derivado un fuerte incremento de los impuestos, destinados a hacer frente a los gastos bélicos. La primera fase de la conmoción popular que vivió Florencia en el año 1378 tuvo lugar en los meses de mayo y junio. Puede calificarse a esta etapa, sin la menor duda, de reformista. El punto de partida fue la llegada de Salvestro dei Médici al puesto de "gonfaloniero" de justicia, lo que aconteció el día 1 de mayo. Salvestro, aunque de origen patricio, se presentaba como portavoz de los sectores populares y ante todo de los artesanos. Su propósito era poner nuevamente en vigor todas aquellas medidas favorables al pueblo que los poderosos habían derogado, en particular las "Ordenanzas de justicia". Pero en vista de las numerosas trabas que encontró para sacar adelante sus planes, en el mes de junio decidió utilizar, como medio de presión, a las capas populares, incitándolas a la rebelión. A finales de junio tuvieron lugar los primeros tumultos. La Señoría retrocedió, lo que, a su vez, dio alas a los sublevados. Así las cosas, cuando comenzaba el mes de julio, Florencia, con las calles ocupadas por las milicias populares, vivía un auténtico clima de preguerra civil.

La segunda fase de la revuelta ciompi, eminentemente revolucionaria, se desarrolló en el mes de julio de 1378. El gran estallido se produjo el día 20 de dicho mes. "Al toque de campana se reunieron todos y cuando todos estaban congregados pasó de un destacamento a otro la noticia. ¡Todos a la plaza! Y así se hizo", relata un texto anónimo. Las masas populares, reunidas en la plaza de la Señoría, lanzaban consignas, como la que decía ¡Viva el pueblo y los gremios! Poco después decidieron poner sitio a la Señoría. Paralelamente fueron incendiados diversos palacios de la ciudad del Arno. Al día siguiente la violencia prosiguió, alcanzando cotas totalmente inusitadas. Fue asaltado el palacio en donde tenía su sede el "podestá" de la ciudad, quemados los archivos de la justicia y saqueadas las existencias de granos que se encontraban almacenadas en Or San Michele. Como remate, aunque se tratara de un acto puramente testimonial, las masas populares capturaron el "estandarte urbano", símbolo por excelencia de Florencia. La noche del 21 al 22 de julio fue de una actividad febril. Los insurrectos se dedicaron a redactar un programa, en el que se recogían las principales aspiraciones tanto de las artes menores como de los ciompi. En dicho programa figuraba, por ejemplo, la creación de un arte del "popolo minuto". Al fin y al cabo aquella era una forma de vengarse, por parte de los populares, del monopolio ejercido en el pasado por las Artes mayores. El triunfo se completó, por fin, el día 22, fecha en la que los priores de la ciudad capitularon.

Las masas populares pudieron cumplir un viejo sueño, entrar en el Palacio Viejo. A su frente, enarbolando el gonfalón del "popolo minuto", se encontraba el nuevo líder de la situación, el cardador Michele di Lando. Inmediatamente los rebeldes constituyeron una nueva "balia", integrada por 37 miembros, de los cuales 32 ejercían el cargo por primera vez. Dicha "balia" sería, en adelante, el auténtico poder ejecutivo de Florencia. Pero al mismo tiempo los populares procedieron a armar caballeros del pueblo a 60 ciudadanos. Por más que, como se decía en las proclamas, todo se hiciera en beneficio del pueblo, ¿no parecía dicha acción una burda imitación de los gestos de los poderosos de siempre? Por si fuera poco, se decidió organizar para el día 4 de agosto una solemne ceremonia religiosa, con la cual se pretendía sancionar la toma del poder por los populares. La revolución había triunfado plenamente en Florencia. Pero, de hecho, a partir del mes de agosto, aunque pueda parecer sorprendente, se iniciaba una nueva fase, de claro sentido descendente. Por de pronto, el poder no había quedado en manos de los radicales, sino de gentes medias, que buscaban ante todo conservar los principales logros adquiridos. De ahí que los sectores extremos, concretamente los ciompi, comenzaran a pensar que la revolución no les había servido para nada. También desempeñaron un papel negativo las condiciones económicas del momento. Numerosos talleres habían sido cerrados, como consecuencia de los tumultos habidos.

Pero eso significaba un aumento considerable del desempleo. Florencia, por otra parte, tenía dificultades crecientes de abastecimiento, lo que repercutía asimismo en la vida cotidiana de la población. Así se expresaba el cronista Stefani: "El pueblo rabiaba de hambre, porque casi todos los talleres estaban cerrados, pero incluso los abiertos no funcionaban". Todos esos factores empujaron a los ciompi, que consideraban a Michele di Lando un traidor, a actuar al margen del poder establecido e incluso a atacarlo. Así se explica que el 31 de agosto los ciompi intentaran el asalto a la Señoría. Pero a la postre fueron reducidos, lo que supuso de hecho su derrota. Mientras tanto, se iba restableciendo a pasos agigantados la vieja situación. En los meses siguientes, debilitada definitivamente la revuelta, se procedió a reprimir a los sediciosos. Salvestro dei Médici y Michele di Lando, entre otros, fueron condenados al destierro. Paralelamente se imponían diversas penas de muerte a los más radicales, y se suprimían las artes creadas en beneficio de los ciompi. De hecho éstos, que habían actuado guiados ante todo por impulsos emocionales y empujados por demagogos, carecían tanto de ideología como de unos objetivos claramente trazados. En cualquier caso, era evidente que el sueño igualitario de los ciompi había fracasado ruidosamente. Florencia había vivido, en la primavera y el verano de 1378, una página particularmente dura de su historia, que dejaría, no obstante, hondas secuelas cuando menos de carácter mental.

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