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Parece indudable que la crisis del siglo XIV se tradujo, asimismo, en una disminución de las tierras dedicadas tradicionalmente a cultivos, por más que su cuantificación resulte en todo punto imposible. En cualquier caso es preciso señalar que el fenómeno no puede ser contemplado sólo desde el punto de vista negativo, pues con frecuencia las tierras que dejaban de ser cultivadas eran las de peor calidad. Como dice el historiador francés R. Fossier, con indudable agudeza, lo primero que se produjo en el siglo XIV fue el "rechazo de los suelos que la presión demográfica de la época anterior había obligado a arrancar de la maleza". La documentación de los dos últimos siglos de la Edad Media alude una y otra vez a los campos abandonados. Son, por ejemplo, los "masos rònecs" de la documentación de Cataluña de la segunda mitad del siglo XIV y de los primeros años del XV. En las cuentas de la catedral de Burgos del año 1352 el racionero utiliza la palabra "vazío" a propósito de diversas heredades en donde la institución eclesiástica percibía tradicionalmente rentas en forma de cereales, cosa que no sucedió en la fecha citada. Pero salgamos del ámbito hispánico. La superficie dedicada al cultivo del trigo en el obispado ingles de Winchester, sin duda uno de los mejor documentados, había descendido en 1350 un 24 por 100 con relación a 1270 y aún retrocedió un 20 por 100 más antes de 1400. Una abadía próxima a la localidad de Douai, en Francia, cosechaba 350 modios de cereales en 1330, pero sólo 17.

5 hacia 1370. Numerosas aldeas francesas de las regiones de Ile-de-France, la cuenca de París o el Bordelais vieron, asimismo, cómo se reducía tanto la superficie orientada al cultivo de cereales (en algunos casos por encima del 60 por 100 del espacio que se les dedicaba) como la que se plantaba de viñedo. En Cambresis, en el periodo comprendido entre 1320 y mediados del siglo XV, el cultivo del trigo retrocedió entre un 40 y un 45 por 100 y el de la avena alrededor de un 60 por 100. ¿Y que decir del panorama que ofrecían en el siglo XV las llanuras francesas de Beauce, Brie y Vaxin, las cuales, según el testimonio de un coetáneo, T. Basin, se encontraban, todavía a mediados del siglo XV, "absolutamente desiertas, incultas, abandonadas, vacías de habitantes"? Las tierras que dejaban de cultivarse podían tener destinos muy diversos, pero los más frecuentes fueron la dedicación a pastos o simplemente el regreso a su vegetación natural. Por lo que se refiere a los pastos es de sobra conocida la hipótesis que establece una correlación entre la crisis bajomedieval y el progreso de la ganadería. Castilla, con la espectacular expansión que alcanzó en los siglos XIV y XV el ganado lanar trashumante, constituye en este sentido el ejemplo más característico. ¿No ha llegado a decirse, sin duda de forma un tanto retórica, pero con un indiscutible sustrato de verdad, que la ganadería ovina trashumante es hija de la peste? Mas si importante fue el crecimiento de los pastos no lo fue menos el incremento de las masas boscosas.

El ejemplo paradigmático de retorno al bosque, por tratarse de un estudio ejemplar a la par que pionero en el tema, nos lo ofrece la aldea inglesa de Tusmore, cercana a Oxford, que fue abandonada en 1357. Por lo demás, el progreso del bosque en la época final de la Edad Media, efectuado a costa del retroceso del espacio cultivado, está plenamente atestiguado en otras muchas regiones europeas, casos del Artois francés o de la Alemania central. G. Duby dijo en su día que la invasión de la vegetación salvaje en los siglos XIV y XV constituye, en la historia de la civilización europea, un episodio de igual importancia a la historia de las roturaciones. La crisis del siglo XIV, desde ese punto de vista, significaba el final de un ciclo expansivo, pero al mismo tiempo el comienzo de una nueva estructuración del mundo agrario. Ciertamente el viejo equilibrio agro-silvo-pastoril se rompió, dando paso a una nueva situación, en la que la ganadería ganó muchos enteros. Pero no es menos cierto, como antes señalabamos, que se abandonaron ante todo las tierras más mediocres. El abandono de los suelos estériles suponía que paralelamente se concentrara la producción en los más fértiles. Así se explicaría, por ejemplo, que en las tierras del obispado inglés de Winchester crecieran los rendimientos del trigo, que pasaron de 4,22 granos por unidad sembrada en la primera mitad del siglo XIV a 4,35 en la segunda mitad de dicha centuria y a 4,45 en la primera de la siguiente.

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