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Asia

Desarrollo


La dinastía nacional sasánida actuó como aglutinadora entre las diversas fuerzas actuantes en la sociedad irania y persa a base de entroncar con la grandeza y esplendor de la época aqueménida, y sobre todo con el respaldo de la religión oficial del mazdeísmo o zoroastrismo, que surgida de una reforma del antiguo politeísmo indoeuropeo llevada a cabo por Zoroastro en el siglo V antes de J.C., no fue nunca reconocida como religión oficial hasta esta época. La doctrina dualista del zoroastrismo se basaba en una divinidad creadora del espíritu y de la luz, Ormuz, en pugna con un principio del mal, llamado Arimán. Esta religión veneraba elementos naturales como el agua (purificadora), el fuego y la tierra; pero el fuego era esencial en la religión, y se le adoraba en templos (pyrés) en que ardía en una sala cubierta por una cúpula. El culto comportaba la alimentación del fuego con madera purificada ritualmente, la ofrenda de ramas de determinada planta, y ciertas oraciones. El clero, reclutado en principio en una tribu meda, aseguraba el culto, la dirección moral y la enseñanza del pueblo. Estrictamente jerarquizado, estaba formado por sacerdotes o magos; algunos de gran jerarquía, los mobedan, estaban al frente de los distritos eclesiásticos. En la cumbre de la jerarquía eclesiástica estaba el mobedan-mobed (jefe de los magos), que era consejero del rey y llevaba la suprema dirección de los asuntos religiosos. En el siglo V se fijó en 21 divisiones el canón del libro sagrado o "Avesta", verdadera compilación que pretendió dar cuenta de todo el saber y toda la tradición irania, escrita en una lengua muerta que únicamente era comprendida por los sacerdotes o magos.

Para que el "Avesta" resultase mas inteligible, fue traducido al persa vulgar, resumido y glosado, siendo su parte mas conocida el "Denkart" o "Libro de la buena religión". El mazdeísmo, como verdadera y única fuente religiosa del imperio sasánida, aspiraba a dominar por entero todos los actos públicos y oficiales, considerando enemigos a todos los seguidores de otros credos, especialmente a los cristianos y a los maniqueos. Los cristianos fueron considerados como enemigos políticos mientras dependieron del patriarca de Constantinopla, pero su situación se dulcificó cuando la iglesia persa adoptó el nestorianismo en el 466 y se separó definitivamente de la jerarquía eclesiástica bizantina. En tiempos del primer soberano sasaní, Ardeshir, Mani, llamado el profeta del Dios de la verdad, predicó una doctrina sincretista, el maniqueísmo, mezcla, entre otros, de elementos cristianos, zoroastristas y babilónicos. Mani fue considerado como hereje por el clero mazdeista, que lo hizo ajusticiar, y también por los cristianos. A pesar de todo sus ideas se extendieron por Irán y tuvieron cierta preponderancia durante el reinado de Kavad I e influyeron también en diversos sectores del Cristianismo oriental. La organización del imperio sasánida se basó en una fuerte centralización que contó con el apoyo de la alta nobleza de los vaspuhrs, que a pesar de todo no renunció a sus prerrogativas, por eso en realidad el sistema tuvo como base fundamental a los medianos propietarios de tierras entre los que reclutó una burocracia estable que hizo de estrecho ligamen entre la provincia o el campo y la capital.

El poder real, a pesar de su ostentación y parafernalia tradicional, no tuvo nunca una tradición definitiva en materia sucesoria lo que permitió a la nobleza y al clero controlarlo, gracias a la debilidad mostrada por los sucesores de Sapor II a partir de finales del siglo IV. El imperio se convirtió en una Monarquía electiva dentro de la familia sasánida. La elección del nuevo soberano la realizaban los altos dignatarios del Estado y en última instancia dependía del sumo sacerdote (mobedan-mobed). La sociedad estaba jerarquizada social y admnistrativamente en cuatro clases sociales: 1, los sacerdotes o magos; 2, los nobles o guerreros; 3, los burócratas; 4, los agricultores y artesanos libres. Los esclavos no formaban parte de la escala social oficial detentadora de todos los posibles derechos. La organización del Estado comprendía numerosos grandes dignatarios. El sumo sacerdote, probablemente nombrado por el rey, seria el principal consejero regio y en definitiva quien inspiraría la línea político-religiosa a seguir. También existía la figura del gran visir (Vuzurg-framadhar, mas tarde copiada por los abbasíes) de poder muy amplio pero mal conocido, era en realidad la persona de total confianza del rey de reyes, a quien sustituía en su ausencia. Por su parte cada clase tenía un jefe con unas funciones precisas. Así, el jefe de los guerreros (Eran-Spahbadh) tenía la triple función de ministro de la guerra, general en jefe y negociador de la paz; el jefe de los burócratas (Eran-Dibherbadh) tenía que conocer perfectamente el derecho tradicional y ser un experimentado político, controlaba los diversos ministerios o secretarías de Estado, excepto el de hacienda, que eran seis: justicia, hacienda, tesoro del rey, caballerizas reales, rentas de los templos del fuego y obras pías; el jefe de los agricultores y de los artesanos (Vatrioshbadh) controlaba la hacienda del Imperio y era el responsable del cobro de los impuestos sobre las propiedades y las personas.

Los sasánidas se preocuparon por mantener estrechamente unidas las provincias con la capital a base de una buen servicio de comunicaciones y de correos siguiendo la tradición aqueménida. También como aquélla, mantuvieron en la administración provincial algunos príncipes vasallos con el título de reyes o shahs pero siempre en territorios fronterizos, como los príncipes árabes lakhmidas de Hira o los propios reyes de Armenia (hasta 430). Normalmente el imperio estaba dividido en provincias mandadas por los marzbans, salidos de las filas de la alta nobleza. Por debajo de las provincias la célula vital socio-económica y de la administración civil eran los cantones o territorios que tenían como centro una ciudad y que eran gobernados por un funcionario elegido entre los jefes de pueblos o dekanes. La capital del Imperio era Ctesifonte, un conjunto de poblaciones a una y otra orilla del Tigris, rodeadas de un único recinto amurallado y unidas por dos puentes sobre el río, con el inmenso palacio real de Taq-E-Kesra en la árida izquierda. En la otra orilla la reconstruida Seleucia era un importante y activo centro de comercio.

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