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Asia

Desarrollo


La península de Anatolia y lo que hoy denominamos Oriente Próximo fue desde la época antigua el área en donde se entrecruzaban el mundo griego-helenístico y los intereses vitales de los pueblos iranios. El vacío que dejó el Imperio aqueménida fue reemplazado por el efímero imperio de Alejandro y más tarde por la breve etapa seléucida, hasta la irrupción en la parte más oriental del área de los nómadas partos procedentes del norte del Irán. Éstos lograron consolidarse bajo la dinastía de los descendientes de Arsenio, los arsácidas (240 a.C. hasta 224 d.C.), que introdujeron un factor estabilizador en el área frente al expansionismo romano en Mesopotamia. A partir del 224, a la muerte del último rey parto, se implantó en el Irán la dinastía sasánida, que tenía sus raíces en el propio territorio persa. Su primer soberano Ardashir (Artajerjes) basó su fuerza en el nacionalismo a ultranza y en hacer valer el ser descendiente de los aqueménidas a través de su abuelo, Sasán, sacerdote del templo de la diosa Anahita en Istajr. La nueva capital se instaló en Ctesifonte y desde aquí se recuperó el espíritu tradicional persa de la época de esplendor de los aqueménidas, consiguiendo aglutinar en torno de la nueva dinastía los territorios situados entre los pueblos turco-mongoles, el mar Caspio y el Imperio Romano, y sobre todo logrando el entendimiento de las fuerzas de la sociedad irania y persa hasta la conquista musulmana en el 650; de esta manera consiguieron frenar por algunos siglos el avance imparable de los pueblos de las estepas hacia el Próximo Oriente.

La consolidación territorial iniciada por el fundador de la dinastía, Ardashir, fue brillantemente continuada e incluso ampliada primero por su propio hijo Sapor I (241-272) que derrotó e hizo prisionero al emperador romano Valeriano. el cual junto a otros muchos romanos más trabajó y murió en la construcción de la presa de Shushtär; después, Sapor II (310-379), siguiendo esta misma línea política, fue el vencedor de Juliano el Apóstata. Las guerras con Roma continuaron desde finales del siglo IV hasta la firma de un tratado que supuso la partición de Armenia entre los dos imperios y una centuria (la V) de paz que desplazó la problemática política irania a la preocupación desmesurada por los temas religiosos internos y a contener los ataques de los kusanas por la frontera oriental. El siglo V fue casi idílico en las relaciones entre el Imperio Romano de Oriente y el Imperio sasánida, como lo demuestra el hecho de que Yezdigerdes I (399-420) fuese nombrado por el emperador Arcadio tutor y protector de su heredero el todavía niño Teodosio II. Esta etapa de buenas relaciones entre ambos imperios supuso un gran intercambio en todos los campos, y se manifestó en Irán y Mesopotamia en la construcción de nuevas ciudades como Firuzabad, Veh-Ardashir, Neishabur y atrevidas edificaciones palaciegas en la capital Ctesifonte, así como la edificación del famoso templo del fuego en Djirah que, con su gran cúpula sobre conchas, fue sin lugar a dudas el precedente inmediato de las cúpulas semiesféricas bizantinas.

El sucesor de Yezdigerdes I, Firuz (459-434), hubo de hacer frente a los hunos heftalitas o hunos blancos que habían desplazado en el frente oriental a los kusanas y a otras tribus de origen turco. Firuz tuvo, primero, que rendir vasallaje a los hunos, para después perecer en combate luchando contra ellos en 434, hecho que supuso una verdadera catástrofe ya que el ejército persa quedó diezmado mientras los hunos avanzaron sobre Herat e impusieron un pesado tributo anual al Imperio sasánida. La situación de crisis no se superó hasta el reinado de Kavad I (433-531) realizador de una serie de reformas sociales favorecedoras de los campesinos pobres, que disminuyeron los privilegios de la nobleza. Entre las reformas introdujo el mazdequismo (teoría socio-religiosa predicada por Mazdek que formó una secta dualista a finales del siglo V basada en las ideas de Mani y que planteaban toda una nueva cosmogonía), por la que imponía la comunidad plena de bienes y mujeres para todos sus súbditos, hecho que originó graves disturbios y levantamientos en el imperio. Kavad, debilitado por estas imposiciones, tuvo que solicitar ayuda a los hunos heftalitas (499) para mantenerse en el trono, y firmar una tregua con el emperador Anastasio, después de una guerra de cuatro años con Bizancio. Se reiniciaba temporalmente una nueva etapa de buenas relaciones entre los dos imperios, que llevó a los dos emperadores a ser tutores de sus respectivos herederos, Justiniano y Cosroes.

Cosroes I (531-579) inaugura el periodo mas brillante del imperio sasánida. Los primeros años del nuevo reinado fueron aprovechados por el nuevo emperador bizantino, Justiniano, para atacar a los persas con un ejército mandado por su joven general, Belisario, pero éste fue derrotado en Calínico (531), junto al río Éufrates, teniendo los bizantinos que aceptar una paz humillante, mientas el ejército persa invadía Siria, se apoderaba de Antioquía (540), el Yemen, en el sur de Arabia, y dominaba el Cáucaso central, hasta entonces disputado por los bizantinos, los cuales veinte años más tarde pudieron recuperar la ciudad de Lázica (562) previo pago de un tributo anual de 30.000 monedas de oro. Cosroes, aliado con los turcos occidentales, venció a los hunos heftalitas en 562, eliminando este peligro constante del Asia central, hecho que le permitió, una vez controlados o eliminados sus enemigos exteriores, proceder a una serie de reformas internas, como fue la reglamentación de los impuestos, a base de un catastro según el cual las tierras pagaban según su tasa de fertilidad. Todo ello acompañado de grandes construcciones y la traducción a la lengua nacional persa (el pehleví) de obras fundamentales de la cultura griega de Homero, Platón y Aristóteles. Su hijo y sucesor Hormizd IV (579-590) tuvo que enfrentarse a la nobleza y el clero por favorecer a los cristianos, motivo por el cual fue sustituido por su hijo Cosroes II, el cual contaba con la ayuda del emperador bizantino Mauricio frente a las ambiciones de poder del general Bahram.

Cosroes II (590-628) es el último gran emperador persa. Inició su reinado con la amistad de los bizantinos y especialmente del emperador Mauricio al que debió en realidad el trono. El asesinato de éste en 602 por instigación de Focas enfrentó a los dos imperios. Cosroes, hombre culto y refinado, se erigió en vengador de su amigo el asesinado emperador Mauricio, una vez hubo conjurado el peligro turco por el Oriente. Desde ese momento Cosroes se dedicó al saqueo de las provincias bizantinas de Siria, Palestina y Egipto (611-617), llegando a saquear Jerusalén, donde perecieron 50. 000 cristianos, y de donde se llevó la reliquia de la Vera Cruz. El golpe de Estado de Heraclio (610-641) y el final del reinado de Focas supuso un enderezamiento de la situación para los bizantinos y el inicio de un reinado crucial, ya que el nuevo emperador después de formar un nuevo ejército y realizar una verdadera desamortización para poder mantenerlo, contraatacó por el Cáucaso con la ayuda de los armenios, invadiendo el Azerbaiján (623) y derrotando a los sasánidas ante las ruinas de Nínive. La toma de Ctesifonte y del palacio imperial de Dastgrad en 623 culmino la campaña victoriosa de los bizantinos. En 630, Heraclio entró triunfante en Jerusalén con la recuperada reliquia de la Vera Cruz en sus manos. Ante estas gravísimas derrotas, Cosroes II fue destronado por la nobleza, que eligió como nuevo soberano a su hijo Kavad II (623).

Éste hubo de firmar la paz, a costa de la evacuación de Armenia, Siria y Egipto y de la pérdida de parte de Mesopotamia recuperadas por Bizancio. En esta situación de descomposición territorial lo único sólido era los jefes territoriales (decanes), que llevaron a una regionalización del imperio. Cuando en 636 los árabes llegaron a Ctesifonte, no existía ninguna autoridad central, ya que el último hijo de Cosroes II, Yezdigerdes III (632-651), no era emperador más que nominalmente. A pesar de todo, el último emperador sasánida logró reunir un considerable ejército al mando del general Rostam que se enfrentó en Kadesiya a los árabes (637), en donde fue estrepitosamente vencido. Siete años después, en 644, los árabes alcanzaron la definitiva victoria de Nehaven, al sur de Hamadan, que les permitió la total ocupación del país. Yezdigerdes III aún pudo huir hacia el Norte en busca del apoyo turco, pero en 651 murió asesinado, desapareciendo el último representante de una dinastía que había dado días de gloria y esplendor a los persas.

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