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Desarrollo


Polibio vio claramente que la hostilidad entre Roma y Cartago no había quedado resuelta tras la primera Guerra Púnica y descubrió en la actitud prepotente de Roma y en el vergonzoso comportamiento en el asunto de Cerdeña, motivos para que la humillada Cartago alimentase un odio que, tarde o temprano, llevaría a una nueva guerra. Ciertamente, Cartago había comprendido que Roma sólo cumplía sus tratados en tanto y en cuanto los considerase ventajosos. Roma, por su parte, no estaba dispuesta a consentir que, después de una guerra de veinticuatro años, con todo el coste humano y económico que había tenido que soportar, fuese amenazado su papel hegemónico indiscutible. Para ello, se trataba de evitar que Cartago pudiese volver a convertirse en una potencia. Cuando en el 238 Amílcar Barca, que en la primera Guerra Púnica se había mantenido en Sicilia y después había sofocado la revuelta de los mercenarios, arribó a las costas de la Península Ibérica, enviado por el Senado cartaginés, el objetivo era sin duda mejorar la posición de Cartago para la inevitable confrontación. Roma, por su parte, vigilaba los avances de Cartago y, en el 232, mandó una embajada a Hispania a fin informarse sobre los progresos cartagineses. Lo que dicha embajada vio no fue del agrado de Roma. En pocos años, Amílcar Barca había sometido una gran extensión territorial del Sur y Este peninsular. Había fundado varias ciudades, entre ellas Alicante, y después de la muerte de Amílcar, en el 229, su yerno Asdrúbal fundó Cartago Nova.

Pero, además, la posesión de las minas de plata españolas no sólo permitía pagar las enormes indemnizaciones de guerra, sino que constituía una base importante para que Cartago consolidase su propia posición económica con vistas a una confrontación con Roma. En el 226 a.C., Roma impuso a Cartago un acuerdo en virtud del cual los cartagineses no podían extender su influencia al norte del Ebro, lo cual no impidió que Roma estableciera un tratado de alianza con Sagunto que, obviamente, estaba en la esfera cartaginesa. Cuando Anibal, en el 219 ataca a Sagunto, Roma no duda en declarar la guerra a Cartago, declaración que lleva una embajada romana a Cartago en el 218.

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