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Los autores antiguos dan una definición de los plebeyos muy general: qui gentem non habent, los que no forman parte de las gentes. En realidad todos los no patricios eran plebeyos. Entre éstos existían, ya desde época monárquica, situaciones muy diferentes a todos los niveles. Desde la época real se manifiesta la presencia de individuos extranjeros asentados en Roma, atraídos fundamentalmente por la prosperidad de la ciudad, fomentada durante la fase de los tres últimos reyes. Muchos de ellos, sin duda, eran personajes ricos que habían hecho su fortuna en el sector mercantil, incrementado notablemente en esa época. La reforma de Servio Tulio, basada en el censo, permitió que entraran a formar parte del ejército hoplítico y de los comicios centuriados, incluso del Senado. Pero, desde los primeros enfrentamientos patricios-plebeyos, éstos tomaron conciencia de clase, se reconocieron plebeyos y se coaligaron junto con los sectores más pobres en una lucha que reivindicaba las aspiraciones de todos ellos. Así, si los plebeyos existieron lógicamente durante la época monárquica, sólo a comienzos de la República se constituyen como grupo organizado en el que todos reconocían un elemento común: su no pertenencia al patriciado, al margen de su fortuna o su pobreza. Hubo, por supuesto, excepciones. La historia nos descubre a personajes no patricios que mantuvieron una actitud abiertamente antiplebeya, como es el caso de Coriolano, que actuó como defensor a ultranza de los privilegios patricios. Pero este tipo de comportamiento entre elementos desclasados ha existido siempre. Entre los plebeyos habría también que incluir a otro sector social que aparece mencionado en las leyes de las XII Tablas, es el de los proletarii, que serían el elemento más marginal o inferior de la población romana.

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