Catedral de Tarragona

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Datos principales


Fecha

1171-1300

Autor

AUTOR ANONIMO,Anonymous artist

Lugar

Tarragona

Localización

Tarragona

Localización


Desarrollo


Edificada en la parte alta de la ciudad, y muy posiblemente en la misma zona en que se hallaban los edificios más importantes durante la época romana, presenta igualmente una trayectoria larga, no falta de aspectos oscuros y polémicos. El primer indicio claro de la construcción que hoy conocemos es el testamento del arzobispo Hug de Cervelló, quien en 1171 lega una cantidad anual "ad opus ecclesiae incipiendum", lo que indica que, prácticamente, las obras no habían sido iniciadas. Su construcción recibirá el impulso decidido de los arzobispos así como de los miembros de la Corona: en este sentido, Alfonso el Casto, en su testamento de 1194, legaba 300 sueldos anuales para ayudar a la construcción de la catedral; lo mismo hizo su sucesor, Pedro el Católico, en 1212, "per a que la fabrica de la Iglesia que se anave fent, se anés perfeccionant". Hay escasos datos para seguir con precisión el avance de las obras, de manera que el más determinante es la consagración de la seo en 1331. No debemos omitir el epitafio de la lauda funeraria del canónigo obrero Ramón de Miliá, fallecido en 1266, a quien se atribuyen diez bóvedas, claro indicio de actividad en el tercer cuarto del siglo XIII. El sucesivo análisis de la fábrica ha ido aportando nuevas ideas sobre su avance y posibles cambios de orientación en el carácter de la edificación. Lo que resultó es una iglesia de planta de cruz, con cabecera escalonada y amplio transepto, seguido de tres naves de cinco tramos cada una.

Rasgo excepcional, las dependencias canonicales y el claustro se encuentran en el ángulo marcado por la cabecera y el brazo del transepto del lado del Evangelio, a causa del aprovechamiento de restos de época romana, algunos aún visibles. La composición de la cabecera viene marcada por un amplio y profundo presbiterio, a base del ábside semicircular precedido de dos tramos. El primero, cubierto por una bóveda de horno sensiblemente apuntada, destaca por su concepción románica, con la sencillez en el tratamiento de los muros y una iluminación consistente en tres ventanales de arco de medio punto dispuestos a media altura, a los que se sobreponen otros siete, marcadamente estrechos; en cualquier caso, el retablo gótico esconde dicho sistema. El brazo meridional del transepto presenta dos absidiolas, precedida de un tramo rectangular la interior, en el que se abre la puerta de Santa Tecla, y sobre el que se construyó la torre campanario, finalizada en el siglo XIV. La iluminación de esta zona es irregular, destacando la presencia de un amplio rosetón en el hastial y de ventanas como las superiores del ábside central. El brazo septentrional varía sustancialmente, y aparece constreñido, siendo el tramo externo más estrecho; además, el ábside correspondiente a la nave fue transformado a mediados del siglo XIV en la capilla de Santa. María dels Sastres, mientras que no existe el otro, a causa de la presencia del claustro. Sobre el crucero se levanta el cimborrio, de sección octogonal, a través de trompas.

Los tramos de las naves parecen mantener una disposición regular, si bien las oberturas del nivel superior, estrechas en el primer tramo, apuntadas y ligeramente más amplias las siguientes, han sufrido también algunas modificaciones. El elemento básico sustentante es el pilar de sección cruciforme con pares de columnas adosadas sobre las que descansan los arcos fajones y perpiaños (sean de medio punto, en las partes bajas de la cabecera, o bien ojivales); los gruesos nervios de la bóveda de crucería descansan sobre las columnas de los codillos. Este sistema es distinto en los tramos rectangulares del presbiterio, donde las columnas llegan a una altura inferior, siendo continuadas por pilastras, lo mismo que en el lado correspondiente del crucero. El aspecto externo del conjunto viene marcado, sin tener en cuenta los cuerpos añadidos, de una gran severidad y austeridad. La utilización de gruesos y regulares sillares contribuye a dicho efecto. Hay que destacar aquí el carácter fortificado del ábside central, que debe tener relación con una función defensiva previsible por la situación de la ciudad ante el peligro de incursiones de los sarracenos. El carácter volumétrico del alzado está marcado por la configuración maciza que se percibe en la zona del presbiterio y el transepto, así como por los contrafuertes que se proyectan en la separación de los tramos. Incluso la fachada mantiene este espíritu, alterado posteriormente por el cuerpo del frontispicio.

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