Canterbury

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Datos principales


Tipo

Pueblo o ciudad

Antecesor

Gran Bretaña

Localización


Desarrollo


Ciudad situada en el sureste de Inglaterra, entre Dover y Londres, desempeñó un papel fundamental en el cristianismo en la Edad Media. En Canterbury finalizaba el largo camino que emprendían los peregrinos desde Winchester. Considerada una de las urbes más antiguas de Inglaterra, en el año 597 fue elegida como sede de la primera catedral de país. Sus estrechas callejuelas y su arquitectura son los dos rasgos que definen su encanto. Rodeada de antiguas murallas, Canterbury sigue siendo objeto de innumerables excavaciones, auspiciadas por su Fundación Arqueológica (Canterbury Archeological Trust). Los descubrimientos, en su mayoría de época romana, se exponen en el Big Dig Vistiro Centre. Entre los lugares más interesantes destaca su Catedral, todavía centro de peregrinación, las ruinas de la Abadía de San Agustín, y la Iglesia de San Martín, que es la parroquia más antigua del país. Sus calles serpenteantes están atravesadas por el río Stour. Además de las construcciones ya mencionadas, resultan de gran interés los jardines Dane John y Westgate. Otro de los rasgos que distingue esta ciudad es su tradición literaria. Geoffrey Chaucer escogió este lugar para recrear sus famosos Cuentos de Canterbury, igual que Dickens o Jonathan Swift, también imbuidos por el ambiente de esta ciudad. Precisamente Chaucer recuerda en sus cuentos a Santo Tomás Bécket (1118-1170).

Este fue uno de sus personajes más venerados, que se convertiría en canciller de Inglaterra y arzobispo de Canterbury. Siendo muy joven se instaló en esta ciudad hacia el año 1141 al servicio de Teobaldo, Arzobispo de la ciudad. Atraído por su sagacidad e inteligencia, Teobaldo contó con su ayuda para intervenir en determinadas negociaciones, impulsándole a estudiar la ley civil y canónica en Bolonia y Auxerre. En 1154 le ordenó diácono y a partir de entonces fue progresando hasta ser nombrado Archidiácono de Canterbury. Poco después pasó a las órdenes de Enrique II, para el que trabajó como canciller. Con éste llegó a tener una gran amistad. Tras la muerte de Teobaldo en 1161 fue nombrado arzobispo de Canterbury. A pesar de su relación con el rey, a partir de 1163 surgieron problemas entre ambos al cuestionarse las relaciones entre Iglesia y Estado. Todo esto desembocó en la huida de Tomás a Francia, donde permaneció hasta 1170. Las disputas no tardaron en estallar de nuevo entre ambos y el 29 de diciembre de 1170 fue asesinado en la misma catedral de Canterbury por hombres del rey. Canonizado en 1173, hoy sigue constituyendo uno de los máximos atractivos de la ciudad. Trescientos años después de su muerte, en tiempos de Enrique VIII su cuerpo fue exhumado y juzgado por usurpación de la autoridad papal. Condenado por traición, sus huesos fueron quemados en la hoguera.

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