Operaciones Combinadas

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Datos principales


Tipo

Táctica

Desarrollo


Hasta la II Guerra Mundial no se superó la división tradicional de los Ejércitos nacionales en tres Armas -tierra, mar y aire-. La ventaja de realizar acciones en las que se combinasen las tres Armas fue percibida primeramente por el almirante británico Lord Keyes, quien apreció en ello, aparte de evidentes progresos en cuanto a operatividad y eficacia, una manera de superar las divergencias y dispersión que marcaban las relaciones entre las tres. Las operaciones combinadas vieron la luz por primera vez tras el reembarque de Dunkerque. Así, el jefe de estado Mayor británico, John Dill, puso al frente de éstas al mismo Keyes, si bien aun dotándolas de escasos medios. A Keyes le sucedió Mountbatten hasta 1943 y, a partir de entonces, la dirección de las operaciones recayó en Laycock. El Jefe de operaciones combinadas tenía la responsabilidad de dirigir y coordinar una cantidad determinada de unidades de las tres Armas de las Fuerzas Armadas, trabajando sobre un objetivo concreto y perfectamente delimitado. Asistido por un Estado Mayor que comprendía oficiales de tierra, mar y aire, la Jefatura de operaciones combinadas debía elaborar planes militares de ataque y defensa sobre las costas enemigas y particularmente acciones anfibias. También tenía la obligación de disponer los medios materiales y humanos necesarios para la consecución de los objetivos previstos y, además, debía encargarse de la instrucción del personal a su cargo.

Éste se componía de elementos especialmente seleccionados y sometidos a un duro entrenamiento, del que sin duda los más conocidos eran los famosos comandos de tierra. Por último, cada Arma podía disponer del apoyo de las otras dos, lo que acrecentaba el espíritu de solidaridad. El Comando de Operaciones Combinadas podía disponer, además de sus propias fuerzas, de unidades puestas momentáneamente a su cargo para el desempeño de una misión determinada. Tras finalizar una misión, el Estado Mayor la estudiaba y analizaba, extrayendo consecuencias de valor para acciones futuras. Algunas acciones exitosas se produjeron sobre suelo alemán, en las que se consiguió destruir fábricas e instalaciones en Lofoten o Spitzberg. En África fueron numerosas las incursiones sobre los puertos italianos de Libia o, incluso, sobre el cuartel general de Rommel. Algo más tarde se produjeron acciones más famosas, como el raid sobre Saint-Nazaire, la conquista de Diego Suárez en Madagascar o la incursión sobre Dieppe. No sólo los británicos se beneficiaron de la combinación de las tres Armas de Ejército, si bien fueron ellos quienes más profundizaron en ello. Los alemanes, aunque combinaron realizaron algunas acciones de este tipo, no lograron de manera habitual superar las divergencias y descoordinación de sus Ejércitos de tierra, mar y aire. Los japoneses, por su parte, tras el éxito inicial de Pearl Harbor, apreciaron que la debilidad del enemigo no hacía necesario disponer de este tipo de organización.

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