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Datos principales
Desarrollo
Resulta un hecho irrefutable que la vida política de Occidente en los siglos que nos ocupan se caracterizó por la existencia de dos grandes focos de poder: la monarquía y la aristocracia. Ambos fundaban sus fuerzas, en gran medida, en las mismas realidades sociológicas y económicas. Pero aunque no es posible explicar la existencia, y la particular evolución, de una sin la otra, ambas rivalizaron en una cruel competición por el supremo poder, no intentando destruir al contrario, sino someterlo a sus propios fines y para su mayor beneficio. Los historiadores modernos conocemos demasiado bien cuál fue el resultado final de esta lucha: el predominio de la aristocracia, con la constitución de poderosas y cerradas noblezas que monopolizaron a la vez el dominio sobre la tierra y sobre los hombres, y la temporal pero larga marginación de la idea de poder público y de unidades estatales suprarregionales. Sin embargo, este resultado se alcanzó con variedades locales diferenciadas, con desajustes cronológicos e incoherencias ideológicas. Estas desigualdades se explicarían en última instancia por las distintas situaciones de partida -tanto en el elemento germano como en el provincial romano- y por las particulares circunstancias históricas en que se formaron los diversos Estados occidentales de aquellos siglos; pero no cabe duda de que precisamente la diversidad constituyó lo esencial del sentido histórico de los reinos romano-germánicos.