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Datos principales


Rango

Civilización helenís

Desarrollo


Desde la reunión de Babilonia, a la muerte de Alejandro, en el año 323, se puso de relieve el papel del ejército en el momento de nombrar al nuevo rey. La única disyuntiva era la de si habría de contar más la opinión de los nobles de la caballería o la de los campesinos de la falange. Sobre ello, cada vez será más importante el papel de los ejércitos mercenarios. Sea cual fuere su composición, es evidente la necesidad mutua. El individuo que pretende acceder a los puestos de mando necesita la lealtad de un ejército, cuya fidelidad se define de forma cada vez más individualista, mientras que el ejército necesita la guía carismática de un dinasta, que proporcione la victoria gracias a sus habilidades y conocimientos, pero también a ciertos poderes incontrolables que tienden a considerarse hereditarios o, al menos, innatos. El triunfo garantiza la disciplina y en ella se apoyan las formas de poder que terminan definiéndose como monárquicas. Por ello, que perduren ciertas formas de lo que suele definirse como monarquía militar; más que como síntoma de democracia, ha de clasificarse dentro de las formas de relacionarse el poder personal con el ejército. Además, junto a las formas monárquicas que pueden considerarse heredadas de la realeza macedónica o de los jefes griegos de ejércitos mercenarios, también van configurándose como parte de la nueva realidad las aportaciones procedentes de las satrapías orientales, donde el poder se ejerce por jefes aborígenes.

No deja de ser curioso, sin embargo, que la reacción de las ciudades griegas venga encabezada por individuos que igualmente adoptan papeles dirigentes, en cierto modo competitivos con los de sus propios oponentes, en la línea de Demóstenes, que, cuando atacaba a Filipo, envidiaba su capacidad personal de tomar decisiones individuales, hecho imposible en la ciudad democrática. Atenas estaría dirigida por Demetrio de Fálero, que desempeña un papel individual al servicio del rey para defender la posición de los partidarios de la oligarquía, o por Demetrio Poliorcetes quien, individualmente, pretende conseguir la salvación del demos. Antípatro aparece como el representante más extremado de la postura contraria al establecimiento de las dinastías salvadoras, basadas en el carisma de corte orientalizante, pero teme a su propio hijo, Casandro, que pretende el establecimiento de una nueva dinastía en su propia persona, por ser hijo de su padre, el enemigo de la teoría dinástica. Sin embargo, Diodoro lo representa consultando a sus amigos en el campo, los que tenían ocio, los oligarcas propietarios de tierra, para la organización de una dynasteia, poder personal que pretende no basarse en la basileia. Seria una forma específica de poder personal al margen de la realeza tradicional, basada en la solidaridad de la aristocracia. Los diversos elementos van configurando nuevas formas de poder, a través de la intervención en las ciudades que sirven para oscurecer los conflictos internos, unas veces represiva y otras con la máscara de la salvación del pueblo y de la liberación, lo que, unido a las victorias capaces de aumentar el prestigio personal del jefe va acrecentando sus posibilidades reales de aspirar a cargos más altos. La satisfacción de las ambiciones individuales corre paralela al desempeño de funciones ambiguas, donde importa el evergetismo. La capacidad de controlar al demos tiene la doble cara que, conjuntamente, constituye su eficacia, montada sobre la fuerza y las promesas de salvación elaboradas sobre su propia capacidad redistributiva.

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