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La invasión mongola supuso el inicio de una etapa de transición en la historia de toda Europa oriental en general y de Rusia en particular, que se desarrolló desde mediados del siglo XIII hasta la mitad del XIV y cuya principal característica es la escasez de documentación escrita. Los mongoles o tártaros consolidaron sus conquistas en Rusia tras la muerte de Alexander Nevski (1263), estableciendo un particular sistema de dominio, basado en la colaboración de los propios príncipes eslavos. Así, los hijos de Alexander Nevski, Basilio y Demetrio, y sus hermanos Andrés y Yaroslav lucharon entre sí para hacerse con el titulo de gran príncipe de Vladimir (1277-1304), pero acataron la autoridad de los tártaros. La administración mongola estaba encabezada por el khan de la Horda de Oro (referencia a la primitiva tienda dorada utilizada por los khanes en sus campamentos ambulantes), cuya residencia, tras el abandono del nomadismo, quedó fijada en Sarai. Este dependía en teoría de la autoridad del gran khan de Karakorum, si bien en la práctica su autonomía era total. Los principados rusos siguieron existiendo, aunque bajo el protectorado del khan, quien exigía la participación de levas eslavas en sus ejércitos, en calidad de tropas auxiliares, y el pago de una serie de impuestos como el "jasag" o "desjatinnaja" (tasa sobre la propiedad de la tierra), la tamga (gravamen sobre las transacciones) y algunos tributos extraordinarios. En un principio, los mongoles contaron con agentes fiscales (baskakes) en las principales poblaciones eslavas, pero hacia finales del siglo XIII la recaudación de los impuestos fue delegada en manos de los propios príncipes, como así lo demuestran los testamentos de algunos mandatarios como el de Vladimir de Volinia (1287).

En opinión de C. J. Halperin, los baskakes serían sustituidos por representantes sin responsabilidades administrativas (droga) y por enviados especiales (posoly). Los khanes promulgaron ciertos privilegios fiscales, cuya principal receptora fue la Iglesia ortodoxa, muy favorecida por su trato tolerante. Los dignatarios mongoles utilizaron una arma diplomática muy efectiva a la hora de mantener el control sobre los príncipes; éstos, envueltos en constantes disputas por conseguir el título de gran príncipe o gran duque, que les otorgaba un derecho de preeminencia sobre sus iguales, necesitaban recibir a tal efecto un documento de confirmación (jarlyk) de manos del khan. Dicho argumento fue utilizado por los mongoles para intervenir en los conflictos internos entre 1273 y 1297, aunque, tras la consecución del título de gran duque en propiedad por parte de Iván I de Moscú (1328-1340) en 1328, perdió su razón de ser. Este se apoderó de la dignidad tras desembolsar una fuerte suma en oro, procedente de la recaudación de los impuestos tártaros; su maniobra le valió el sobrenombre de "Kalita" (Bolsa de oro). Las disputas entre la Horda de Oro y la Horda de Nogai terminaron por descomponer el dominio efectivo de los mongoles sobre Rusia, a pesar de que, bajo el khan Ozbeg (1313-1341), su Imperio vivió su ultimo momento de apogeo. Las campanas de Tamerlan (1336-1405) dieron la puntilla a la Horda de Oro. La invasión mongola provocó una serie de desplazamientos demográficos desde finales del siglo XIII, que, a su vez, produjeron una condensación poblacional en la franjas sureste y noreste del territorio ruso.

Los focos más favorecidos fueron Tver, Moscú y el curso superior del Volga. La irrupción mongola, sin embargo, no trastocó la vida económica de la región, ni alteró los intercambios comerciales. En 1270 el khan Möngkä Temür concedió una serie de privilegios a los mercaderes de Riga y de otras ciudades de formación germana del Báltico. Durante los siglos XIV y XV la vida mercantil del mundo eslavo oriental fue revitalizada por genoveses, griegos y armenios, quienes empezaron a contar con la competencia de comerciantes moscovitas (gosti-surozane) en Crimea. Hoy en día, el análisis de la aportación mongola a la cultura y a la sociedad rusas continúa siendo un campo abierto a la polémica y a la discusión. Sin embargo, para una gran mayoría de autores el papel asignado a la invasión por parte de la historiografía anterior ha sido magnificado. Así, el desplazamiento del eje político desde Kiev hacia el Noreste no sería consecuencia directa de la irrupción mongola, sino fruto del desarrollo de una tendencia observable ya desde el siglo XII; igualmente, la diversificación lingüística y cultural de lo que hoy conocemos como Rusia no arrancaría de la disgregación de mediados del siglo XIII, sino de la pervivencia de particularismos ancestrales y del avance de otras culturas, como la lituana por la llamada Rusia Negra. La influencia mongola quedaría limitada al campo de la fiscalidad y de la redistribución demográfica de los eslavos orientales. Según Halperin, su papel en la formación y crecimiento del principado moscovita no ha sido suficientemente analizado, hasta tal punto que aún no se ha estudiado la integración de algunas familias de origen tártaro (Uvarov, Apraksin, Rostopchin) en la vida política moscovita de finales del siglo XIV.

Tras las epidemias de peste que afectaron a Moscú durante los años 1352-1353 y 1360-1366, el principado resurgió como así lo demuestran el desarrollo de la actividad artesanal, las primeras acuñaciones de monedas y la proliferación de nuevos edificios, civiles y religiosos. La pujanza moscovita se asentó sobre bases económicas, en las que jugó un papel principal la colonización de las zonas de bosque por parte del campesinado. La presencia del colono libre o "colono negro" fue mayoritaria en el proceso de roturación emprendido en la segunda mitad del siglo XIV. En otras regiones como Novgorod, incorporada al principado moscovita en época más tardía (1478), el protagonismo colonizador recayó en la Iglesia y en la nobleza (boyardos), que controlaban el desbroce de los bosques a través de sus funcionarios (slobodciki). Las nuevas comunidades rurales (volost´), encabezadas por el colono más anciano (starosta), se dedicaron al cultivo del centeno de invierno, sustituto del mijo como cereal principal, siendo complementada dicha actividad con la ganadería mayor, la pesca, la caza y la recolección de productos del bosque. El desarrollo moscovita en particular y el ruso en general también se asentaron sobre otras actividades como la artesanía, la minería y el comercio. Así, las minas de hierro de Ingria y Carelia o las salinas del Mar Blanco aumentaron su producción a lo largo de los siglos XIV y XV. El comercio de pieles, cera y productos de lujo occidentales capitalizaron la vida económica de ciudades como Moscú, Novgorod, Pskov y Tver, que alcanzaron en el siglo XV una población superior a los 10.

000 habitantes. Este crecimiento urbano no dio lugar al desarrollo de las instituciones municipales como en otras regiones europeas, debido a la radicalización de la autoridad del gran príncipe y de los boyardos. Novgorod, ciudad independiente hasta 1478, fue una de las bases comerciales más importantes de la Hansa, al contar con un "peterhof", recinto amurallado propio con aduana, almacenes, viviendas e iglesia. El ascenso de los grandes príncipes moscovitas se vio confirmado con el traslado del metropolitano de Vladimir Theognost a Moscú. A partir de este momento la actuación de la Iglesia ortodoxa rusa se verá sumamente comprometida con la política ducal. Tras la muerte del gran duque de Moscú, Iván II (1359), el metropolitano Alejo (1357-1378) consiguió retener el título, pese a las presiones procedentes de otros principados. El heredero de Iván II, Demetrio Ivanovic (1362-1389), menor de edad hasta 1363, incorporó nuevos territorios, como el principado de Sazdal'-Niznij-Novgorod, y forzó al príncipe Miguel de Tver a reconocer la superioridad moscovita. Demetrio, junto a su fiel colaborador Alejo, ocupó también algunos lugares controlados por la Horda de Oro, aprovechándose de las luchas fratricidas entre el khan de Sarai y su competidor Mamai. Esta ultima acción desencadenó un conflicto abierto con los tártaros, derrotados por el gran duque en la batalla de Kulikovo (1380), en las proximidades del río Don. Sin embargo, la victoria, que le valió a Demetrio el apelativo de "Donskoj" (del Don), no fue óbice para que en 1382 la capital moscovita fuera saqueada por el khan Tuqtamis.

Los ataques tártaros sobre la ciudad se sucedieron, sobre todo durante las campañas del khan Edigu durante el invierno de 1408-1409. No obstante, la belicosidad de los mongoles decayó poco a poco, sobre todo tras la apertura de otro frente en Lituania, desde donde el príncipe Witoldo (fallecido en 1430) atacó repetidamente sus posiciones. La muerte de Basilio I, sucesor de Demetrio, ocasionó una grave disputa por el poder en el seno de la familia ducal, al haber designado como heredero del titulo de gran príncipe a su hijo Basilio, menor de edad, marginando a su hermano Yuri de Galic. Moscú sufrió una importante crisis, presidida por las luchas entre Basilio II y Yuri y agravada por las epidemias de peste y los periodos de hambruna (1417-1427). A la muerte de Yuri, el enfrentamiento fue retomado por sus hijos, Basilio Kosoj y Demetrio Semjaka. Pese a las disensiones internas, la administración del gran ducado se fue consolidando a lo largo de la primera mitad del siglo XV. El sistema administrativo (Kormleu'e), encabezado por el príncipe, se basaba en la división del territorio en distritos (vezdy) y subdistritos (stany), dirigidos por gobernadores (namestniki) y representantes ducales (volosteli), respectivamente. Desde el punto de vista religioso-cultural, el periodo de crecimiento del ducado moscovita estuvo marcado por la reforma monástica de San Sergio de Radonez (1314-1392) de mediados del siglo XIV, fundamentada en el cenobitismo y en la pobreza personal.

La proliferación de monasterios en las regiones septentrionales (monasterios de la Trinidad, del Salvador, de la Natividad de la Virgen, de la Virgen de la Montana, etc.) hizo prosperar en mayor medida la colonización de las zonas boscosas, en donde se extendió la propiedad monástica desde la segunda mitad del siglo XIV hasta mediados del XV. La Iglesia secular vio aumentado su protagonismo social y cultural, sobre todo tras su condena del Concilio de Ferrara-Florencia (1439), que sellaba la reconciliación entre las Iglesias griega y latina en vísperas de la caída de Constantinopla en manos de los turcos. De esta forma el metropolitano de Moscú se erigía en patriarca de una comunidad cristiana independiente. Basilio II, tras liberarse de sus adversarios internos, inició una política de acercamiento al príncipe de Tver para poder imponer sin oposición su hegemonía sobre otras ciudades y principados. En 1456, después de un infructuoso ataque sobre Novgorod, se hizo con la tutela del duque de Riazan, menor de edad; más tarde consiguió integrar dentro de las posesiones moscovitas los principados de Yaroslav y Rostov. En 1469 la ciudad de Pskov reconoció la autoridad del gran duque Iván III el Grande (1462-1505), aunque mantuvo su autonomía hasta 1510. Novgorod, en donde existía un fuerte partido lituano favorable a su integración en los dominios de Casimiro IV de Polonia, terminó por caer en manos moscovitas. En 1485 el duque de Tver, Miguel Borisovic, huyó del principado ante la amenaza de Iván III, quien expropió a los principales terratenientes de la Corte en beneficio propio y de los boyardos moscovitas.

El gran duque, al ver asentadas sus bases políticas, decidió negarse oficialmente a pagar más impuestos a la Horda de Oro, que vivía por aquel entonces sus peores años de decadencia. El khan Ahmed trató de impedir la secesión moscovita, pero fue derrotado por Iván en 1480 en el enfrentamiento del río Ugra, batalla que sella el final definitivo de la dominación tártara para la historiografía tradicional. Iván III intentó zanjar la rivalidad con Lituania por la cuenca superior de los ríos Oka y Desna mediante el matrimonio de su hija Helena con Alejandro, duque de Lituania desde 1492 y rey de Polonia desde 1501. Sin embargo, tras aliarse con el khan de Crimea, Iván, prosiguiendo su política expansionista, ocupó los mencionados territorios en 1503. Años más tarde, la Corona polaco-lituana también perdería Smolensko en favor del ducado moscovita (1514) y se vería seriamente amenazada por los pactos entre los Habsburgo y Moscú. El gran duque también estableció relaciones diplomáticas con Roma, Milán, Venecia y las ciudades hanseáticas, con el objeto de asentar sus conquistas y conseguir apoyos en el Occidente europeo. Iván III, soberano y autócrata de toda Rusia (el título de zar no aparecerá en la documentación hasta la coronación de Iván IV -1533-1584- en 1547), proclamó co-regente a su higo Demetrio en 1498, para asegurar su sucesión tras el fallecimiento de su primogénito Iván Ivanovic. Pero, en 1502, designó heredero en la persona de Basilio, fruto de su matrimonio con la hija del último emperador bizantino, Sofía Paleólogo.

Con esta maniobra el príncipe pretendió vincular el Estado moscovita a la idea imperial, reforzada por las visiones del metropolitano Zósima y del monje Filoteo de Moscú como "Nueva Constantinopla" o "Tercera Roma". Iván III inició una serie de reformas, que pretendían hacer gobernable un principado que había crecido desmesuradamente, al alcanzar unos 6-8.000.000 de súbditos y unos 2.000.000 de kilómetros cuadrados. Así, favoreció los derechos de la nobleza sujeta a servicio, imponiendo el "pomest'e", sistema de bienes y compensaciones relacionados con la lealtad al gran duque; fortaleció el ejército, cuya base siguió siendo feudal; trató de apoderarse de algunas propiedades monásticas con miras a obtener nuevos recursos, apoyándose en algunos movimientos negadores de las riquezas temporales de la Iglesia, encabezados por Nil Sorskij o Vassian Patrikeev, o en la secta anticlerical de los "judaizantes" (1471-1504); amplió las competencias del tesoro ducal (kazna) y la de los secretarios (d'jaki); por último, impulsó la codificación del derecho consuetudinario (Colección de Sudebnik, 1497) y el protagonismo político de la "duma" o asamblea de príncipes vasallos y boyardos. Durante la segunda mitad del siglo XV, el principado de Moscú experimentó un fuerte crecimiento demográfico, fundamentado en el desarrollo generalizado de la economía. El comercio, fomentado por la desaparición de algunas aduanas interiores, se centró en el sector textil, en las exportaciones de lino, cáñamo y sebo y en las importaciones de tejidos de lana, algodón y seda.

La artesanía dirigió su producción a los mercados turcos y asiáticos, que reclamaban cuero, armas y herramientas de hierro en grandes cantidades. Sin embargo, la condición campesina se vio empeorada por las epidemias y devastaciones que asolaron el campo durante algunos años del siglo XV. La dependencia campesina se generalizó al desaparecer de las tierras roturadas la figura del "colono negro" y al ser monopolizada la fuerza de trabajo por las propiedades monásticas. El desplazamiento del eje político ruso hacia el Este repercutió también en el campo de las manifestaciones culturales. Kiev, centro de la cultura ortodoxa, cedió el testigo a Moscú y a su área de influencia, sobre todo tras los sucesivos traslados de la sede metropolitana a Vladimir y a la propia ciudad de los grandes duques. Sin embargo, algunos rasgos de la anterior etapa perduraron como la influencia de algunos eclesiásticos eslavos ajenos al ámbito ruso. Este es el caso del búlgaro Gregorio Sinaites (muerto en 1346), introductor del movimiento eremítico conocido como Hesycharsm; de Gregorio Camblak, abad moldavo del monasterio de Sucava (1401-1402), y del serbio Paxomij Logofet, monje del monasterio de Cirilo Belozerskij entre 1430 y 1460 y autor de diversas hagiografías, himnos y panegíricos. No cabe duda de que los monasterios tuvieron un gran protagonismo en la difusión y expansión de la cultura rusa bajomedieval. Así, algunos de los cenobios surgidos tras la reforma monástica de san Sergio se convirtieron en auténticos focos de irradiación cultural.

El de la Trinidad contó con una gran biblioteca en la que tenían cabida, junto a los manuscritos de carácter religioso y teológico, algunos textos científicos y médicos; sus fondos crecieron gracias a las inquietudes de algunos de sus abades como Nikon (1392-1428), Savva (1428-1432) o Zinovij (1432-1443). Desde mediados del siglo XV surgió una importante disputa en el seno de los claustros entre los llamados "intransigentes", partidarios de una mayor presencia de la vida en común y de la liturgia, y los conocidos como "starets", apegados al eremitismo de influencia griega. Entre 1471 y 1504 la polémica encendida entre los partidarios de la secta de los judaizantes y los defensores de la ortodoxia dio lugar a una importante producción literaria. Los fautores de la herejía, negadores de la Trinidad y de la jerarquía eclesiástica, plasmaron sus ideas en obras anónimas como el "Secreta Secretorum", mientras que sus detractores, encabezados por los obispos Iosif Volocki y Gennadij, dedicaron diversos escritos y epístolas a rebatir sus errores. Las manifestaciones artísticas, entre las que destaca la conclusión de las obras del Kremlin (fortaleza) en tiempos de Iván III, estuvieron marcadas por las influencias bizantinas, procedentes de las últimas posesiones griegas en Crimea (Cherson). Estas aumentarían tras el matrimonio entre Iván III y Sofía Paleólogo. A lo largo del siglo XV brilló con luz propia la escuela inaugurada por el pintor de iconos Andrés Rublyov.

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