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Rango

Helenismo en Roma

Desarrollo


A mediados del siglo II a. C., el mapa político de Grecia cambia por completo. Roma, señora indiscutible del Mediterráneo occidental, ha llegado también desde hace tiempo a los Balcanes. En el año 196 a. C., tras derrotar a Filipo V de Macedonia, Flaminino proclama retóricamente la libertad de los helenos. Es una libertad condicionada, desde luego, al predominio romano, pero que proporciona, por lo menos, un respiro a la agotada Grecia continental: por fin una cierta pacificación permite, tras muchos años de crisis, reorganizar la economía y, con ella, los talleres artísticos. Unas décadas después, en Pidna (168 a. C.), cae vencido el rey Perseo de Macedonia, y las legiones romanas entran definitivamente en toda Grecia: halagan a Atenas entregándole el puerto de Delos para ayudarla en su reconstrucción económica, pero, en cambio, dejan claro que no aceptan sublevaciones y, para que sirva de escarmiento, destruyen por completo Corinto (146 a. C.). Paralelamente, Roma ha hecho sentir su poderío a Pérgamo y Rodas, sus tradicionales aliadas en el Egeo. A Rodas, en concreto, para castigarla por una actividad diplomática dudosa, le oponen la competencia de Delos (166 a. C.). Rodas tarda pocos años en darse cuenta de que toda resistencia es inútil, y prefiere aceptar una " alianza" desigual con Roma; así, por lo menos, recuperará parte de su antigua fuerza económica. En cuanto a Pérgamo, su rey Atalo III, demente en ciertos asuntos pero muy lúcido en política, acaba cediendo sus estados por testamento al senado y al pueblo romanos (133 a.

C.). Con este gesto, todo el Egeo, verdadero núcleo rector del arte helenístico, está en manos de Roma, y sin haber sufrido guerras destructoras ni cambios profundos en su vida o su economía. Difícil es valorar el papel que Roma, la nueva señora política, pudo ejercer en el arte griego desde esta época hasta el final teórico del periodo helenístico, el año 30 a. C. Por una parte cuenta, desde luego, el bajo nivel cultural del que partían los romanos, que les llevaba a dar por bueno y admirable todo poema u objeto artístico griego; por otra parte, en cambio, el control económico daba a los vencedores unas bazas, como clientes, mecenas o coleccionistas, que sin duda intentarían explotar de algún modo.

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