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Los acuerdos de Westfalia se llevaron a cabo en dos congresos, el de Münster, donde se reunieron los príncipes y Estados católicos, y el de Osnabrück, donde negociaron los protestantes con representantes imperiales. Entre los dos se repartieron unos 200 representantes de países que en muchos casos llevaban años negociando acuerdos parciales. Todo ello da idea de la complejidad de los temas a tratar, sobre los que sin embargo consiguieron ponerse básicamente de acuerdo entre todos, con el resultado de un nuevo ordenamiento imperial y europeo. Algunas cuestiones quedaron, sin embargo, pendientes. España y Francia continuaron en guerra hasta la Paz de los Pirineos de 1659, en la que se reguló asimismo el contencioso existente entre Francia y el ducado de Lorena, que había unido su causa a la española. Aparte de la resolución de los problemas de orden internacional, en Westfalia nació un nuevo orden imperial y sus acuerdos fueron considerados ley del Imperio; de ahí que los juristas alemanes llamen a esta paz Constitución (Constitutio Westphalica), que sirvió de base al Imperio mientras existió. El nuevo estatuto jurídico-político imperial, en respuesta a la reivindicación de las libertades germánicas por parte de los príncipes, consagró una Alemania parcelada y desunida, que derivó hacia una atomización absolutamente inoperante. El emperador renunció definitivamente a sus aspiraciones centralizadoras, mientras que se reforzó la autonomía de los 350 Estados (ius territoriale), que tendrán derecho decisorio sobre asuntos como la paz, la guerra, las alianzas y las relaciones diplomáticas (ius belli et pacis), es decir, a su propia política exterior (ius foederis).

La Dieta tendrá atribuciones legislativas, económicas y militares, pero continuará dependiendo del emperador para su convocatoria y para convertir en leyes sus decisiones, mientras que aquél no podrá imponerle una deliberación ni hacerle revisar un tema sobre el que ya se haya pronunciado. La Dieta Imperial se convertirá, desde 1663, en un congreso permanente con sede en Ratisbona, formado por el Colegio de los príncipes electores, el de los príncipes del Imperio y el de 51 ciudades imperiales. En el orden religioso, Westfalia supuso para Alemania el fin de todas las disputas habidas desde el inicio de la Reforma. Así, se amplió la paz de Augsburgo de 1555, fuente de problemas desde el momento de su nacimiento, extendiéndose a los calvinistas las ventajas de la paz, con el mismo rango que los luteranos. 1624, fecha situada entre el inicio de la guerra y la promulgación del Edicto de Restitución, fue considerado año de referencia para encontrar un punto medio tanto para la situación confesional como para el destino de las propiedades eclesiásticas. Aunque se mantenía el derecho del príncipe a cambiar de confesión religiosa (ius reformandi), ello no implicaba la imposición forzosa de la nueva religión a sus súbditos. La paridad entre protestantes y católicos se hizo norma para el reparto de cargos imperiales, con objeto de evitar la formación de mayorías. Se separó a los Estados imperiales en cuerpos, el "corpus evangelicorum" y el "corpus catholicorum", para la decisión sobre los asuntos religiosos, en vez de la mayoría de votos.

No significaron estas decisiones la libertad religiosa total ni la tolerancia, puesto que la intransigencia de las tres confesiones oficiales obligará a exiliarse a los que no acepten la de su príncipe y hará difícil la vida de los que practicaban otras, que quedaron fuera de la ley. Por lo demás, la desaparición del confesionalismo único hizo desaparecer la autoridad papal en temas internacionales, como había sido norma hasta estos momentos. Durante siglos habrá un vacío de autoridad superior sobre los Estados. La paz de Westfalia reguló tanto la situación imperial como la europea. De hecho fue la primera paz de alcance europeo, la primera que se preocupó de establecer un régimen de equilibrio entre las potencias que evitase el predominio de una de ellas. Para ello se realizó un reparto territorial menos encaminado a premiar a vencedores y castigar a vencidos que a hacer posible el mantenimiento del equilibrio y el fortalecimiento de ciertos Estados medios que dificultasen las veleidades expansionistas. Para ello, el primer requisito era la desaparición de la hegemonía de la Casa Habsburgo, en sus dos ramas, la de Viena y la de Madrid. La pérdida de poder efectivo del emperador en el Imperio convirtió a los Habsburgo de Viena en poco más que en soberanos de sus Estados patrimoniales, por otra parte mermados. La Monarquía española, a su vez, saldrá de esta paz, de la de los Pirineos y del reconocimiento de la independencia de Portugal convertida en un Estado de segundo orden, perdiendo la hegemonía gozada hasta entonces.

Francia fue la gran ganadora de Westfalia. Redondeó su perímetro por el reconocimiento de su soberanía sobre los obispados de Metz, Toul y Verdún, que poseía desde hacía un siglo; la Alta y Baja Alsacia, que fueron separadas del Imperio por el emperador antes que dejar que un representante del rey francés asistiese a la Dieta, con el Sundgau y la prefectura de la Decápolis (diez ciudades imperiales alsacianas); y las plazas renanas de Philippsburg y Breisach. Además, conseguía su vieja aspiración de romper el cerco de los territorios Habsburgo y destruir la hegemonía española. En el Báltico, Suecia se convirtió en la potencia hegemónica durante los setenta años siguientes. Obtuvo una fuerte indemnización económica y la posesión de las islas de Rügen y Wollin, la Pomerania occidental, los obispados de Verden y Bremen y los puertos de Stettin y Wismar, por todo lo cual se convirtió en miembro del Imperio, y por tanto con derecho a intervenir en sus asuntos internos. Brandeburgo y Mecklemburgo, que habían perdido los antedichos territorios, fueron indemnizados con otros en el norte de Alemania pertenecientes a obispados secularizados. Mecklemburgo recibió Schwerin y Ratseburg. Brandeburgo, la Pomerania oriental, más Minden, Kammin, Hakberstadt y los derechos sobre el arzobispado de Magdeburgo. Baviera vio reconocida su soberanía sobre el Alto Palatinado. El resto del Palatinado se reconstituyó y se le dio una nueva dignidad electoral, toda vez que la que anteriormente poseían los príncipes palatinos había pasado a Baviera. El ducado de Sajonia se vio ampliado por la Lusacia, región de Bohemia. Suiza y las Provincias Unidas vieron oficialmente reconocida su exclusión de hecho del Imperio.

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