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Declinar Eur liberal

Desarrollo


Tal vez fuera así en toda Europa. En 1911, el historiador de Oxford H. A. L. Fisher escribió un libro, La tradición republicana en Europa, en que consideraba que el republicanismo como sistema de gobierno había muerto, ya que, en su opinión, la monarquía liberal y constitucional moderna había hecho suyos sus ideales. El caso de Portugal, donde el 5 de octubre de 1910 se proclamó la República, lejos de contradecir la tesis de Fisher, venía a confirmarla. Porque la caída de la Monarquía portuguesa, ya muy desacreditada tras "la crisis del ultimátum" de enero de 1890, cuando Gran Bretaña obligó a Portugal a abandonar los territorios del Zambesi en África, se debió fundamentalmente a dos razones: primero, a que la Monarquía quedó gravemente en entredicho cuando Manuel II se identificó abiertamente con la dictadura de Joao Franco (mayo de 1906-febrero de 1908), una dictadura regeneracionista y modernizadora que, sin embargo, destruyó el sistema de partidos históricos sobre el que la Monarquía se había apoyado desde mediados del siglo XIX; y segundo, a que en los 32 meses que mediaron entre el asesinato del rey y caída de Franco (febrero de 1908) y la proclamación de la República, los políticos monárquicos se mostraron incapaces de efectuar la política de reformas que pudiera haber devuelto el prestigio a la Monarquía. En 1910, ésta era una Monarquía agotada y nadie -Ejército, Iglesia, clases acomodadas- se movilizó u organizó para defenderla.

Europa, por tanto, parecía instalada en sistemas monárquicos, parlamentarios y constitucionales (o estaba en vías de hacerlo). Otra cosa era, como hemos visto, que o nacionalismo o socialismo o ambos estuviesen ya reemplazando al liberalismo como gran emoción colectiva. O que, como parecía sugerir lo que estaba ocurriendo en Gran Bretaña, paradigma de la civilización moderna, el desarrollo y la industrialización pareciesen requerir formas de gobierno, instituciones y sistemas políticos mucho más democráticos que los vigentes. Y en efecto, pese al optimismo de Fisher, algo estaba cambiando en Europa. "Hacia 1898 -escribió el ensayista francés Julien Benda en La jeunesse d'un clerc, 1936- estábamos sinceramente convencidos de que la era de las guerras había concluido". En 1911-14, eso ya no era así. El pintor expresionista alemán Ludwig Meidner (1884-1966) pintó en aquellos años doce cuadros premonitorios, verdaderos "paisajes apocalípticos" -por usar el título de uno de ellos-, en los que pintaba la destrucción de ciudades y vidas en el fragor de una guerra devastadora. Cuando en 1912 se hundió el transatlántico británico Titanic, otro pintor alemán, Max Beckmann (1884-1950), pintó un cuadro, El hundimiento del Titanic, en el que mostraba a los náufragos luchando desesperadamente en un mar embravecido, como una metáfora del destino que parecía aguardar a la civilización europea, con acierto simbolizada en aquel barco extraordinario.

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