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Datos principales


Rango

cultura XVIII

Desarrollo


Desde el punto de vista musical, el Setecientos representa un momento importante tanto por la excepcional personalidad de sus compositores -Vivaldi, Telemann, Bach, Haëndel, Haydn, Mozart...- como por los desarrollos habidos en la instrumentación y la composición: aparece el clavicordio y se perfecciona el piano; la creación musical se diversifica al nacer formas nuevas -ópera cómica, concierto, sinfonía...- y se consolidan las estructuras clásicas que hoy conocemos. Pero aún hay más. Junto a estas aportaciones específicas, la centuria protagoniza otro cambio de gran trascendencia para el futuro. Lo mismo que sucede con la pintura o la literatura, la música se convierte en un potencial cultural conscientemente aceptado. Su conocimiento se hace signo externo de educación desarrollada; su audición sale de la esfera privada del palacio, la iglesia, la casa noble, o del tiempo concreto de las fiestas populares para hacerse pública, doméstica. Los gobernantes construyen grandes teatros para oírla. Realmente, lo que el siglo XVIII hace en este terreno es, una vez más, consolidar algo que se había iniciado en el anterior. Las primeras ejecuciones musicales con carácter público fueron las representaciones operísticas que tienen lugar en Italia e Inglaterra a comienzos del Seiscientos. Más tarde vendrán, a partir de los años setenta, los conciertos. Los ingleses los inauguran con los ofrecidos por el primer violinista real en 1672, mas será en Alemania donde sus audiciones adopten la forma actual a partir de los cinco conciertos nocturnos de música sacra programados en Lubeck para la Navidad de 1673.

En Francia la primera representación pública corresponde a la ópera con que se inaugura la academia del mismo nombre (1671). Por el contrario, Austria se mostrará renuente a ello hasta 1772. El aumento del interés social por la música hará que poetas y escritores contribuyan a su creación, al tiempo que estimula la crítica periodística, dirigida al hombre de la calle, y la especializada. La primera nace en Inglaterra, teniendo como fiel exponente los artículos de en The Spectator, a los que siguen, desde mediados de siglo, los aparecidos en publicaciones francesas, tal es el Mercure de France. En cuanto a la segunda, dará origen a la aparición de revistas musicales, al modo de la Crítica música que el alemán Mattheson publica de 1722 a 1725. Asimismo, el espíritu del siglo fomenta el interés por explicar teóricamente la música, terreno en el que destacan franceses y alemanes. Desde el punto de vista erudito, el tratamiento dado oscila entre lo científico y lo filosófico. El primero, cuyo origen podemos remontarlo a Pitágoras, cuenta en nuestro siglo con la figura de Rameau (1683-1764) cuyo Tratado de la, armonía reducida a sus principios naturales (1722) intenta hallar un sistema armónico simple y completo. La perspectiva filosófica alumbra desde las generalizaciones de Kircher que relaciona los cinco humores (melancólico, sanguíneo, colérico, marcial, flemático) con la música de tipo parecido, a clasificaciones detalladas como la de Mattheson.

Estilísticamente hablando, la evolución musical difiere de la experimentada por otras artes en dos puntos. Primero, la perduración del período Barroco, momento de claro predominio italiano, hasta 1760. El resto de la centuria lo ocupan un estilo galante, o rococó, de efímera duración, que acabará desembocando en el clasicismo. La tierra del pentagrama es ahora Alemania. La segunda diferencia la encontramos en el influjo que produce la Ilustración. El culto al racionalismo se troca en este caso por el objetivo de despertar sentimientos, transmitir emociones, aunque eso sí, cumpliendo siempre la norma de que la música, según reza el texto de Mozart que recogen Robertson y Steven, "...incluso en las situaciones más terribles, nunca ha de ofender el oído, sino cautivarlo y seguir siendo siempre música."

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