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Vida cotidiana Fin-d

Desarrollo


Las exigencia reproductoras que impone la sociedad del siglo XIX hacen del matrimonio una institución clave en el entramado social. La pareja de casados constituyen el ámbito "normal" en el que se desarrolla una sexualidad sin excesos, socialmente sancionada. El sexo ejercido en el seno del matrimonio garantiza una reproducción sana y conscientemente ejercida, alejada de "aberraciones" como la homosexualidad o el celibato, prácticas no sólo contra natura sino también antisociales. El matrimonio es, además, una unidad económica. Las uniones concertadas, práctica habitual, aseguran el mantenimiento de un cierto nivel económico y la ganancia de un prestigio social, si se ha elegido bien el objetivo. Sin embargo, la entrada en escena de un nuevo elemento sentimental e irracional, las pasiones humanas, pone muchas veces en contradicción la voluntad y el deber. La concertación del matrimonio de los hijos es objeto de mimos y cuidados por parte de las familias. En un muy alto porcentaje, los matrimonios celebrados entre individuos pertenecientes al mismo círculo social es la norma, pues funciona una gran separación entre los grupos sociales. Hombres y mujeres se casan con semejantes, pues es con ellos con quienes se relacionan. Sin embargo, el crecimiento económico generalizado, experimentado tras la segunda revolución industrial, complica sobremanera las estrategias matrimoniales. Los bienes se multiplican y los elementos a considerar se acrecientan: dinero, inmuebles, negocios, proyección social, nombre o aspecto físico, todo ello hace de las elecciones matrimoniales objeto de un estudio detenido y cuidadoso por parte de las familias.

La entrada en escena de ámbitos antes apenas mostrados, ocultos bajo un manto de raciocinio, complican aun más la escena de la elección matrimonial. El amor es cada vez más un elemento a tener en cuenta a la hora de contraer matrimonio, así como su presencia o ausencia será motivo de conflictos familiares. Incluso los hombres, tan regidos por la razón y la practicidad, sucumben a ese desvelarse de los sentimientos: ya no quieren sumisión, sino consentimiento. La importante función reproductora del matrimonio se acrecienta por el miedo al descenso de la natalidad, por lo que se suceden las campañas a favor de la natalidad y en contra de prácticas como el celibato. Otro dato destacable es que los matrimonios cada vez se producen a una edad más temprana, hecho probablemente provocado por una mejora en las condiciones materiales, que permiten antes la independencia económica de la tutela familiar. Tener familia propia se convierte en un mecanismo de inserción social, una ganancia de prestigio y respetabilidad.

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