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Barroco20

Desarrollo


La llegada de artistas procedentes del Viejo Mundo fue, sin embargo, el estímulo más importante para el arraigo y desarrollo de la pintura hispanoamericana. Con estos artistas se inició una actividad relacionada directamente con las corrientes europeas. Por lo regular la tendencia que importaron estos primeros pintores fue un Manierismo tardío derivado directamente de los grandes maestros y de centros artísticos de primer orden. Es el caso del pintor flamenco Simon Pereyns (1566-1603), importador de un manierismo italianizante, o de Andrés de la Concha, autor de la Santa Cecilia del Museo de Bellas Artes de México, y que se había formado en el selectivo círculo de pintores de El Escorial. Incluso también el caso de Baltasar de Echave Orio, autor del Martirio de San Aproniano (México, Museo de Bellas Artes).En el desarrollo de la pintura tiene lugar un proceso que presenta muchas analogías con el seguido por la escultura, como el hecho de que la llegada de artistas del último manierismo sevillano estableciera una cierta homogeneidad estilística. Es el caso de Alonso Vázquez, formado en Sevilla, y autor del San Sebastián de la catedral de México. Sevilla, como gran metrópoli y ciudad próspera debido al control del comercio americano, se convirtió en una etapa obligada para diferentes artistas italianos como Bernardo Bitti, Mateo Pérez Alesio y Angelino de Medoro, que pasaron a América y que realizaron una pintura en sintonía con las tendencias italianas, flamencas y españolas más renovadoras de su tiempo.

En este proceso de introducción de las tendencias italianas a que nos venimos refiriendo los clientes y los coleccionistas jugaron un papel que no debe de ser olvidado. A ellos se debió, en buena medida, la permanencia y el sentido que adquiere la pintura culta. En 1589, cuando llega a Lima el virrey García Hurtado de Mendoza lo hace acompañado de su pintor de cámara Mateo Pérez de Alesio. Y en Quito, el presidente de la Audiencia Antonio de Morga llevó una importante colección de tapices y pinturas, entre las que figuraban algunas obras romanas, que fue subastada tras su muerte.La presencia de artistas como Bernardo Bitti, conocedor del manierismo romano, posibilitó el contacto con un arte derivado de algunas de las tendencias más recientes de la época. La obra de este pintor en América -llega a Lima en 1570 y muere en esta misma ciudad en 1610- representa un manierismo anticlasicista y refinado, apto para el desarrollo de imágenes para la devoción como la Virgen con el Niño (Arequipa, iglesia de la Compañía) o la Virgen de Candelaria (Lima, iglesia de la Compañía). Aunque estos artistas trasplantaron a América una maniera culta, introdujeron, por otra parte, unos modelos de los que derivan no pocas soluciones de una pintura de carácter popular. Es lo que ocurre con la obra del siciliano Mateo Pérez de Alesio, pintor que, después de una estancia en Sevilla, marchó a Perú al servicio del virrey García Hurtado de Mendoza llegando a crear un círculo de seguidores.

Y, también, de Angelino de Medoro, que desde en 1587 estaba en Tunja tras la consabida estancia sevillana. Años más tarde estaba en Lima siendo obra suya el San Buenaventura (1603) de San Francisco de Lima. Sin embargo, lo más importante de su labor, atendiendo a la proyección posterior que tuvieron, son obras como la Inmaculada (1618) pintada para los agustinos y que, como han notado Mesa y Gisbert, "... marca el tipo de Inmaculada colonial que a partir de él se repite hasta finales del siglo XVIII" en la pintura cuzqueña.El trasiego de artistas y obras procedentes de la Península determinaron una ininterrumpida importación de las modas y tendencias dominantes en la ciudad de origen. En Lima, Santa Fe de Bogotá, Guatemala y México la influencia de Zurbarán se notó intensamente a través de obras suyas, como el apostolado realizado por su taller de Santo Domingo de Guatemala, y de seguidores como Sebastián López de Arteaga, autor de La incredulidad de Santo Tomás (Pinacoteca Nacional de México) y del tenebrismo, tendencia en la que participaron, entre otros, Baltasar Echave Rioja y el aragonés, activo en Puebla, Diego García Ferrer. Pero, también, en México otros pintores como Juan Correa, Villalpando y Juárez, sin abandonar los cauces de esta pintura culta, iniciaron los planteamientos de un discurso propio y diferenciado. Cristóbal de Villalpando, pintor de extraordinario prestigio nacido en México y activo entre 1675 y 1714, desarrolla una expresividad propia de un barroquismo exaltado y triunfante no exento de una particular idea de belleza como puede apreciarse en su obra La Iglesia Triunfante (1685) de la sacristía de la catedral de México.

Un papel equiparable desempeñaron Miguel de Santiago en Quito y Melchor Pérez Holguin en Potosí, cuya influencia se extiende a lo largo del siglo XVIII.Al empleo sistemático de ciertos repertorios de grabados se debió el europeismo de algunos pintores quiteños del siglo XVIII como la familia Cortés, que recibe el influjo del arte alemán a través de los grabados de Goetz. El europeísmo de una pintura sin contaminaciones locales tiene un claro desarrollo en la pintura venezolana de esta centuria, que cuenta con figuras como José de Lerma y Villegas y Antonio José Landaeta, cuyo arte contrasta con el amplio panorama de alternativas autóctonas existentes en la pintura hispanoamericana de esta época.

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