Los edificios del Primer Románico

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Rango

Primer Románico

Desarrollo


¿Cómo conocemos un edificio del primer románico? La respuesta es difícil, pues muchas veces se ha respondido de una manera ambigua que puede dar lugar a ciertas equivocaciones. Lo que podríamos llamar elementos epidérmicos, es decir, los que afectan simplemente al léxico dinamizador de los paramentos murarios, aparecen ya en la arquitectura de principios de la Alta Edad Media en Italia, incluso se podría decir que, en este área geográfica, desde la tardía Antigüedad, nunca dejaron de emplearse. Sin embargo, y pese a que muchos de los edificios románicos jamás tuvieron otra característica distintiva que ésta, por ella sola no podríamos definir esta arquitectura. Si en nuestra respuesta nos referimos al sistema de cubiertas pétreas, es decir, aquellos edificios que aparecen abovedados en su integridad y lo hacen disponiendo unos soportes articulados, entonces tendríamos que decir que este primer románico habría nacido en tierras de la Península Ibérica, donde una arquitectura tardoantigua conseguirá sobrevivir incluso a la invasión islámica. La suma de ambas respuestas nos podría definir cuál es el procedimiento constructivo del primer románico, pero para precisar dicha definición en una construcción determinada y real necesitaremos incluir el análisis de su tipología. Con el primer románico no sólo dará comienzo una técnica constructiva, sino que surgirá un tipo nuevo de edificio. Castillos e iglesias, aunque lo conservado en su inmensa mayoría se refiera a este segundo grupo, muestran una nueva imagen.

Me he detenido en este breve circunloquio previo porque creo que, en la incomprensión del mismo, residen muchas de las disparidades críticas sobre la geografía concreta del origen del estilo. El léxico omamental de los muros se caracteriza por el empleo de fajas y arcos en resalte sobre el paramento, muchas veces se combinan ambas, dando lugar a grandes arcadas que rasgan el muro de arriba abajo -bandas lombardas- y originando una rica variedad de combinaciones. Todo esto tiene su origen más antiguo en Italia, pero sin embargo no es en estas tierras donde se produce la primera, ni la más depurada edificación del estilo. Grodecki ha dicho, y pienso que valorando en exceso estos elementos epidérmicos: "Se ve por este ejemplo -acaba de decir que San Abbondio de Como, construyéndose en 1067, es el edificio más célebre, por su acabado, del XI italiano- que el "primer arte románico" no hubiese tenido la fuerza dinámica que hizo de él el principal agente del arte románico, si esta arquitectura no hubiese rebasado Italia". Sólo en la España prerrománica nos vamos a encontrar edificios de una cierta envergadura totalmente abovedados, incluso con experiencia amplia en disponer hasta tres naves con diferentes bóvedas y pilares complejos para articular intercolumnios que organicen los tramos. Sin embargo, no será en la Península donde se geste el edificio románico, aunque el área catalana, dada su tradicional experiencia constructiva, contribuya a mejorar y, tal vez, a codificar definitivamente algunas de las estructuras abovedadas más significativas.

Será en los edificios carolingios y de su inmediata inercia, en sus criptas, donde se ensayen las fórmulas de abovedamiento que den origen al sistema de cubierta de los espacios románicos. La forma de iglesia románica presenta dos tipos básicos y elementales: los populares y sencillos edificios de una nave y un ábside semicircular, totalmente abovedados; los de tres naves, con tres ábsides semicirculares, el central más ancho, también este tipo se presentará con bóvedas en todos sus espacios. Junto a esto habrá toda una preocupación por enriquecerlos con nuevos espacios o crear, en función de necesidades. concretas, pequeños añadidos espaciales. Los grandes monasterios desarrollaron enormes cabeceras que les permitían articular absidiolos para los altares necesarios en las celebraciones eucarísticas. Una solución fue la seguida en Cluny II, un largo transepto sirve para disponer los pequeños ábsides en batería. Otra fórmula que no termina de codificarse absolutamente durante el período es la girola con capillas radiales; surgirá a partir de las experiencias de microespacios secundarios ensayadas en las criptas anulares de la tradición carolingia. Los viejos westwerke carolingios contribuirán a definir un tipo de anteiglesia monástica conocida como galileo, relativamente usual en algunos monasterios cluniacenses. Pero, sobre todo, condicionará una de las soluciones que, a partir de ahora, se convertirá en paradigma de templo cristiano, la fachada con dos torres. En edificios muy monumentales se proyectará una torre sobre el crucero. La cripta, como depósito de reliquias, todavía continuará empleándose, aunque, siguiendo formas coetáneas en la arquitectura otoniana, vaciará amplios espacios bajo la cabecera del templo. La antigua forma circular seguirá evolucionando hasta alcanzar construcciones de un tamaño y disposición desconocidos hasta entonces.

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