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Datos principales


Rango

Reinado Fernando VII

Desarrollo


La Iglesia española había padecido mucho durante la Guerra de la Independencia y como señala el profesor J. M. Cuenca, su disciplina y su organización sufrieron un gran deterioro. Se habían destruido templos y sus riquezas habían sido expoliadas por los franceses o habían servido para recabar fondos por parte del gobierno patriótico. Los conventos habían sido saqueados y los claustros habían quedado despoblados. El regreso de Fernando VII fue acogido por el clero con gran alivio y un entusiasmo que se tradujo en grandes alabanzas a su persona y en la participación masiva en cuantas ceremonias se organizaron para celebrarlo. Según algunas fuentes, el número de miembros del clero secular se elevaba aproximadamente a los 57.000. De éstos, sólo 28.000 ejercían alguna función como curas, vicarios o beneficiados sujetos a residencia. Dentro de esta cifra había que incluir también a los ocho arzobispos y a los 52 obispos que constituían la cúspide de la jerarquía eclesiástica. En general, aunque mostraban una mentalidad conservadora y en algunos casos de exaltado absolutismo, los obispos cumplían adecuadamente con las funciones que les eran propias. Su acendrada piedad, la sencillez de sus costumbres y su generosa atención a los pobres, constituían sus mayores virtudes. El de Córdoba se encargaba de proporcionar alimentos nada menos que a 12.000 indigentes, lo que para algunos, que criticaban esta actitud, constituía sólo una forma de fomentar la pereza de un amplio sector de la población que veía así solucionado su sustento sin necesidad de esforzarse por obtenerlo mediante el ejercicio de una actividad productiva.

Los otros obispos andaluces se ocupaban de sus tareas espirituales y también de atender a los pobres y en general eran partidarios de la concordia entre los españoles mediante el perdón y el olvido del pasado. En el Levante se registraba una mayor exaltación política por parte de la jerarquía eclesiástica, aunque también se preocupaba de la atención a los indigentes. El obispo de Valencia, por ejemplo, dedicaba la mitad de sus rentas a los establecimientos de caridad o de instrucción pública. La situación del resto de los eclesiásticos seculares era muy diferente y en general vivían en condiciones muy diversas, e igualmente diversas eran sus actitudes con respecto a la situación política, aunque también coincidían en su mayor parte en el rechazo del liberalismo. En cuanto al clero secular, éste seguía ejerciendo una gran influencia sobre el pueblo, especialmente los elementos de las órdenes mendicantes, en mayor contacto con el mundo rural. El superior de los franciscanos, Fray Cirilo Alameda se destacó durante el reinado de Fernando VII por sus ideas conservadoras. Igualmente exaltada era la postura que adoptaron los cartujos, quienes reprochaban al rey el ser demasiado blando con los revolucionarios. Los jesuitas, por su parte, que habían sido restablecidos en España durante la primera etapa del reinado de Fernando VII, suprimidos durante el Trienio y vueltos a restablecer en 1824, mantuvieron en general una actitud lógica de recelo y desconfianza ante los liberales.

En su conjunto, puede afirmarse que el número de los miembros de las órdenes mendicantes había disminuido considerablemente desde comienzos del siglo. Los franciscanos, por ejemplo, que contaban con 18.000 profesos en toda España, no llegaban a 11.000 en 1827. Según Canga Argüelles, en octubre de 1820 había en España 25.264 religiosos. El decreto de 25 de octubre de 1820 que aprobaron los liberales después del triunfo de la Revolución de Riego, suprimía todos los monasterios y reducía los conventos a uno por orden y localidad siempre que contasen con un mínimo de doce profesos. Los monjes exclaustrados recibirían una pensión y los religiosos que quisiesen secularizarse serían apoyados por el Gobierno con subvenciones. El proceso de secularización que se llevó a cabo durante el Trienio Constitucional provocó la salida de muchos frailes de los conventos, que después no se reintegraron a ellos y siguieron viviendo como sacerdotes seculares. A pesar de todas las dificultades y problemas por los que atravesó la Iglesia durante esta etapa, conservó en gran medida su patrimonio ya que, en lo que respecta al del clero regular, no sería expropiado hasta las medidas desamortizadoras aprobadas por Mendizábal durante la regencia de María Cristina. Asimismo, el clero siguió ejerciendo una gran ascendencia sobre la sociedad española ya que como afirmaba Blanco White, la religión estaba íntimamente ligada a todo el sistema de la vida española, tanto pública como privada.

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