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Datos principales


Rango

Mesoamérica

Desarrollo


Las tierras bajas mayas conforman una vasta región con una extensión que se aproxima a los 324.000 km2, ocupando el sureste de Mesoamérica. Es un territorio de formación Terciaria que deja en el sur una rugosa orografía de tierras calizas bien irrigada por ríos que desaguan en el Caribe y en el Golfo de México. El norte, de formación más reciente, es una llanura kárstica de drenaje subterráneo. El regimen de lluvias varía entre 650 cm anuales en el suroeste y 50 cm en el norte de la península de Yucatán. En consecuencia, la vegetación varía desde el bosque tropical alto en el sur, al bosque bajo y matorrales en las regiones semiáridas del norte del Yucatán. La zona fue poblada por agricultores a inicios del Formativo Medio, tanto grupos de procedencia altiplánica, que ocuparon Cuello en el norte de Belice, como comunidades procedentes de los altos de Chiapas que se establecieron en la cuenca del Pasión, en Altar de Sacrificios y Seibal, conocidos como poblados Xe. El Formativo Medio fue una etapa de baja evolución, en la que las poblaciones se dedicaron a ocupar los territorios vacíos de las tierras bajas y desarrollaron una cultura uniforme, fundamentada en el uso de cerámicas de engobe rojo, negro y crema, que definen el periodo Mamom (550-300 a.C.). Por el norte, el Cenote Maní, la Cueva de Loltún -que en estos momentos decoró su fachada con una gran figura de estilo Izapa- y Dzibilchaltún participaron del sistema de vida Mamom.

Lo mismo ocurrió con Becán, Tikal, Copán y otros sitios del sur de las tierras bajas. En algunos de estos centros comienza la arquitectura pública y se establece el patrón básico de asentamiento maya: edificios colocados en torno a plazas rectangulares, algunos de naturaleza ritual coronados por templos, y muchos otros de carácter habitacional. Nakbé, en el nororeste del Petén, desarrolló un patrón diferente, al construir grandes plataformas cubiertas con piedras bien cortadas y colocar sobre algunas de ellas un grupo de tres templos, dando lugar a un patrón de arquitectura triádica que se implantará en el sur durante el Formativo Tardío. Esta evolución se inició hacia el 650 a.C. y finalizó en el 250 a.C., de manera que el sitio concentra dos mecanismos que van a caracterizar a toda la civilización maya: la evolución acelerada y la decadencia de sus centros. En definitiva, el Formativo Medio fue un tiempo de baja evolución, caracterizada por la expansión de aldeas y pueblos campesinos que practicaban un sistema extensivo de cultivo, los cuales participaban de tradiciones cerámicas comunes y que, a veces, se integraban en un pequeño sitio con arquitectura pública incipiente. En este sentido, Nakbé fue una excepción, y un anuncio claro de lo que habría de ocurrir en la etapa posterior. El Formativo Tardío (300 a.C.-250 d.C.) fue una etapa de cambio radical, mediante el cual el pueblo maya pasó de un nivel de sociedades igualitarias a la aparición de centros urbanos con una sociedad jerarquizada.

Un factor crucial para tal cambio fue el aumento demográfico y el desarrollo de técnicas intensivas del trabajo agrícola. La mayor cantidad de excedentes y la concentración de las poblaciones en torno a los nuevos centros de integración política, dio lugar a la construcción de inmensas estructuras ceremoniales y públicas en las que se alojaron complicados motivos iconográficos, a la formación de redes comerciales a larga distancia y a la aparición de clases intermedias de naturaleza urbana. De un lado a otro de las tierras bajas -Yaxuná, Komchén, El Mirador, Cerros, Lamanai y Tikal- surgieron grandes núcleos urbanos con arquitectura monumental. Algunas de estas estructuras rituales estuvieron decoradas con impresionantes máscaras de estuco colocadas a ambos lados de sus escalinatas de acceso, dando inicio a un estilo artístico muy formalizado y manifestando la existencia de una religión compleja, por medio de la cual los gobernantes se identificaron con el jaguar y con el sol. En algunos sitios se ha detectado la práctica de un sistema de escritura y la utilización del calendario ritual, antecedentes claros de la gran explosión escrituraria del Clásico. El final del Formativo (150-250 d. C.) constituye un momento de transición hacia el Clásico y el pleno desarrollo de la civilización maya, por lo que algunos autores lo han denominado Protoclásico. A lo largo de él los centros ceremoniales se transforman en verdaderas ciudades con arquitectura monumental abovedada, adquieren un sistema de escritura y de calendario muy evolucionado e introducen delicadas cerámicas polícromas.

Algunos estudiosos sugieren que la explosión del volcán Ilopango en el área de Chalchuapa originó una migración hacia el este y centro de las tierras bajas; otros destacan la influencia de la evolucionada civilización izapense y otros aún defienden un proceso interno como origen del Clásico. Sea como fuere, el caso es que para el 150 d.C. la civilización maya es una realidad e inicia un periodo de gran esplendor que se mantendrá hasta el 1.200 d.C. Las causas para esta gran transformación no están del todo claras, debido a la dispersión de la documentación existente sobre este particular. Se han esgrimido modelos en los que el motor principal es el comercio, la explosión demográfica, la competición por el territorio, la guerra y el desarrollo de las instituciones políticas, religiosas e ideológicas; pero aún no hemos llegado a la formulación de un modelo explicativo en el que encajen todos los datos del rompecabezas que es el ascenso de la cultura maya al nivel de civilización y estado.

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