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La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) es la primera organización que unió, con carácter internacional, a una buena parte de los trabajadores. Hasta 1871, la AIT celebró con regularidad congresos que lograron atraerse, además de los sindicatos ingleses, a obreros franceses, belgas, suizos, españoles, italianos, holandeses y contó con el apoyo del Partido Social Demócrata alemán, desde su fundación en 1869. El estallido de la Comuna de París en 1871, supuso un duro golpe para la AIT, aunque ésta apenas participó en su organización. El Gobierno francés y otros europeos, utilizaron la Comuna como pretexto para perseguir a los miembros de la AIT, lo que impidió que el Congreso anual se reuniese hasta finales de 1872. En el Congreso de La Haya de 1872, el enfrentamiento entre marxistas y anarquistas -ya agudizado desde 1868- hizo imposible el funcionamiento normal de la AIT. El anarquismo era dirigido en ese momento por el ruso Bakunin, influido por Proudhon, pero más radical. Marx consideraba que antes de llegar al comunismo había que pasar por una etapa intermedia de Socialismo de Estado y la revolución debería ser obra de una minoría disciplinada. Bakunin pretendía llegar a una desaparición inmediata del Estado y una revolución masiva y espontánea. El acuerdo fue imposible y, desde entonces, puede considerarse que la I Internacional no existe.

Para evitar este problema, Marx lleva la central de la AIT a EE.UU. En el Congreso de Filadelfia (1876) se decreta la suspensión de la I Internacional, que así desaparecerá jurídicamente aunque, de hecho, dejó de ser operativa en 1872. Dentro del periodo de la I Internacional hay que situar, en 1871, "La Comuna de París". La influencia de la Comuna en la I Internacional fue negativa, pues el terror provocará la represión del obrerismo, tanto en Francia como en otros países, aunque no debe olvidarse que la AIT se disuelve, en última instancia, por los enfrentamientos internos. El hecho de que la AIT dejase de tener operatividad, y aun desapareciera desde 1876, no significa que el movimiento obrero no existiese entre 1872 y 1889; por el contrario, en diversos países aparecieron partidos socialistas (los dominantes serán el francés, inglés y alemán), cuyas formas de lucha se parecían en los diversos países de Europa, especialmente por el uso de la huelga. Los dirigentes de esos partidos deseaban unirse en una organización que reflejara el sentir de los diversos partidos (en camino inverso que la I Internacional, puesto que las secciones recogían el sentir del Consejo General). Por otra parte, en el mundo occidental, especialmente en los países industrializados, se va a dar un fuerte desarrollo del capitalismo que, lejos de debilitarse, se hará más fuerte y producirá una mayor riqueza general, lo que, como ya hemos visto, redundará en una mejora sensible de las condiciones de vida de gran parte de la clase obrera.

Este período dará lugar a la intensificación de la lucha obrera, pero también al revisionismo de las doctrinas de Marx. La II Internacional nace en 1889 como deseo de unir a los distintos partidos en una organización que orientase las actividades a escala internacional. Su base fue desde el principio marxista y los anarquistas quedaron prácticamente excluidos. La sede se instaló en Bruselas y estaba compuesta por los partidos socialistas ya existentes. El hecho de que existiera una organización central no significa centralismo; por el contrario, esta Internacional se caracteriza por la autonomía de los grupos nacionales; la finalidad de este organismo era asegurar que las distintas federaciones se relacionasen entre sí, a través de Congresos periódicos que daban una serie de orientaciones indicativas no vinculantes. En el primer Congreso se decidió instaurar el 1 de Mayo como fiesta anual del trabajo, así como reivindicar la jornada laboral de ocho horas y suprimir el horario nocturno. Los anarquistas asistieron -sin ser invitados- a las salas donde se celebraba el Congreso, de las que se les expulsó violentamente (pocos años después, en el Congreso de 1906, fueron condenados por su antiparlamentarismo y por la utilización del terrorismo). Una vez superado el problema anarquista, el enfrentamiento se produjo fundamentalmente entre marxistas ortodoxos y revisionistas. La postura revisionista fue ganando terreno dentro de la II Internacional.

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