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Datos principales


Rango

Expans europea XVI

Desarrollo


Mientras estaba ocurriendo en el marco castellano la rebelión comunera, se desarrollaba paralelamente la revuelta de los agermanados valencianos. La protesta de los artesanos de los gremios de Valencia contra los elementos aristocráticos (nobleza y grandes mercaderes) que dirigían el gobierno local y controlaban las principales actividades de los intercambios, influida la queja por el mal gobierno y la escasa representatividad del organismo municipal, propiciada además por la difícil coyuntura económica del momento (inflación, crisis de subsistencias), tuvo sin embargo una dimensión social muy particular, con características propias, y una evolución bien distinta al movimiento de las Comunidades. En principio la cronología que se le puede aplicar es muy imprecisa en cuanto a sus límites, ya que surgen serias dudas a la hora de establecer con fechas concretas su comienzo y su final, no por desconocimiento de cuándo transcurrieron los acontecimientos sino porque éstos se desarrollaron inicialmente dentro de la legalidad, contando incluso con la aprobación real (ratificación por el monarca del permiso de armarse los gremios, en noviembre de 1519, ante el peligro de un ataque por mar de la piratería berberisca); continuaron con manifestaciones públicas del potencial de los descontentos (alarde militar de todos los gremios en febrero de 1520), consiguiéndose por lo demás sin apenas violencia algunos objetivos, a saber, una mayor presencia municipal, favorecida por la huida de la nobleza de la ciudad a raíz de conocerse, en el verano de 1519, la existencia de un brote de peste, y más representatividad, gracias sobre todo a las elecciones de jurados que por el nuevo sistema se celebraron en mayo de 1520, mediante las cuales salieron elegidos dos representantes gremiales, todo ello ocurrido sin que hubiera una declaración explícita de enfrentamiento bélico.

A finales de mayo de 1520 la situación se radicalizó por los motines populares que se dieron, merced a los cuales se liberaron presos de las cárceles y se asaltaron las casas de las autoridades. La contestación artesanal, de las clases medias y populares fue tomando unos perfiles nítidos por las formulaciones programáticas de los líderes que habían ido surgiendo, especialmente del moderado Joan Llorens, uno de los cabecillas artesanos destacados. La reacción del rey, más interesado en su coronación imperial que se iba a producir en Aquisgrán que por los problemas internos del no muy extenso Reino valenciano, llegó en forma de prohibición a los gremios de que tuvieran y usaran armas, orden que lógicamente nadie iba a tener en cuenta, tanto más cuando se produjo la muerte de Llorens a finales de junio de 1520, pasando la revuelta a ser encabezada por otros dirigentes extremistas que la precipitaron hacia un mayor radicalismo revolucionario. Poco a poco el movimiento insurgente se fue extendiendo por la huerta valenciana, adquiriendo un claro matiz antinobiliario que se concretaba en el campo por el levantamiento campesino contra el régimen señorial. El año 1521 fue pródigo en sucesos relevantes, alcanzándose en su transcurso el momento álgido de la protesta, el estallido de la guerra propiamente dicha y la derrota primera de la causa agermanada. La dirección de los sectores radicales amotinados llegó a decretar la supresión del pago de los impuestos en el mes de febrero (medida que luego se revocaría), produciéndose meses después saqueos de propiedades de los caballeros y el incendio del arrabal de la morería.

Precisamente iban a ser los moriscos víctimas inocentes de la lucha de los agermanados contra los señores territoriales, descargándose sobre ellos una violencia desmesurada acompañada del bautismo forzado a que se vieron sometidos tras ser acusados de infieles y aliados de la nobleza. En pleno conflicto bélico las fuerzas agermanadas, lideradas por el radical Vicenç Peris, obtuvieron algunos éxitos frente a las tropas del virrey, pero en septiembre de 1521 se produjo la derrota de Peris en Sagunto, que marcaba el principio del fin, aunque posteriormente en la primavera de 1522 se diera un rebrote de la subversión popular, esta vez gracias a la aparición de un extraño personaje, el Encubierto, que no tardaría en ser asesinado, acabándose definitivamente con su muerte la insurrección agermanada. La represión de las autoridades y de los grupos privilegiados no se hizo esperar, fomentándose una especie de terror blanco que se dejaría sentir de forma intermitente a lo largo de varios años. Sin embargo, las represalias oficiales tras el fracaso de la rebelión no produjeron un elevado número de penas de muerte ni de castigos físicos; fueron sobre todo de tipo económico, realizadas por medio de las confiscaciones de bienes a muchos agermanados, de multas a lugares que habían apoyado la revuelta y a todos los gremios que en ella habían intervenido, imponiéndose también bastantes a individuos concretos. Tras la pacificación, Germana de Foix fue nombrada virreina en marzo de 1523, dándose a comienzos de 1524 un nuevo pregón contra los agermanados, seguido por la continuidad de las persecuciones, prueba de que la revuelta no se daba aún por superada.

Hasta mayo de 1528 no se obtuvo el perdón general del rey, fecha muy tardía si se tiene en cuenta lo lejos que quedaba ya la derrota de los amotinados. Al igual que había ocurrido en Castilla con los comuneros, las aspiraciones de los agermanados valencianos, que fueron en su gran mayoría maestros artesanos y labradores, no se vieron cumplidas, volviéndose al anterior estado de cosas. También en el Reino de Valencia quedó afirmada la autoridad real, esta vez por medio del virrey, y robustecido el poder de la nobleza. El levantamiento agermanado había traído consigo unos años de fuerte inestabilidad social y política, muchas muertes en los campos de batalla, una persecución de los moriscos y una represión intermitente y duradera, factores que causaron grandes perturbaciones en la organización social valenciana. Parecidas consecuencias se dejaron sentir en las vecinas islas Baleares al extenderse la rebelión antiseñorial y contra la oligarquía municipal por tierras mallorquinas. Las luchas sociales fueron allí todavía más intensas, al igual que lo fue la represión contra los sublevados una vez que se puso fin a la revuelta por las tropas reales y las fuerzas nobiliarias. Se terminaba así el período revolucionario que había sacudido a los reinos hispanos en los años iniciales del reinado de Carlos I. A continuación se abrió una nueva y larga etapa que se caracterizaría por la ausencia de conflictos significativos en el interior del territorio peninsular hispano. Asentada la Monarquía de tendencia absolutista, confirmado el predominio de la nobleza, encauzadas las reivindicaciones urbanas y de los grupos burgueses y sometido el campesinado, los años venideros contemplarían una situación de orden, paz y estabilidad que permitió volcar hacia el exterior todo el dinamismo de que era capaz la España de los primeros tiempos modernos.

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