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Barroco16

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Por paradójico que pueda resultar, la historia de las fortificaciones americanas fue a veces la historia del fracaso de un modelo. Aunque las impresionantes fortalezas que se conservan parezcan desmentir tal afirmación, lo cierto es que los codificados modelos europeos de fortificación abaluartada en el siglo XVI se mostraron inoperantes ante unas tierras y unas circunstancias muy distintas. Uno de los ejemplos más significativos de la forma de concebir la defensa al principio fue el Castillo de la Fuerza en La Habana: realizado en la segunda mitad del siglo XVI, su ubicación en la plaza de armas lo convirtió en una ciudadela para el poder real y su representante -el gobernador que en lo esencial puede recordar otras ciudadelas de la monarquía española en ciudades europeas, cómo la de Aquila en Italia. Pronto se comprobó, sin embargo, que lo más efectivo era que los puertos de las ciudades fueran protegidos desde el exterior mediante un sistema de fuertes y, con el tiempo, también se abordó la fortificación de toda la ciudad.Fue un, proceso lento, que conoció muchos fracasos y en el que intervinieron los más famosos ingenieros y militares de cada momento. El primer plan global para organizar la defensa del Caribe fue debido (entre 1586 y 1589) al maestre de campo Juan de Tejeda, que llevó con él como experto al ingeniero Bautista Antonelli. Se consolidó un sistema de defensa para las entradas a las bahías que en Europa ya se había experimentado y que consistía en dos fuertes enfrentados capaces de cubrir con su artillería toda la entrada.

Dos fuertes guardaron la entrada a la bahía de Portobelo, y dos fuertes guardaron la entrada a la bahía de La Habana. De estos dos últimos, trazados por Antonelli, el del Morro tenía en su interior edificios para vivienda de los soldados y el alcaide. Este mínimo trazado ortogonal pareció deficiente al ingeniero Spanoqui a fines del XVI y desde la corte se pretendió mejorarlo. Las críticas a las fortificaciones americanas por su adaptación al terreno comenzaron ya entonces y fueron durante siglos motivo de disensiones entre los ingenieros que trabajaron en ellas y los que en Madrid supervisaban lo realizado o incluso daban proyecto sin conocer el terreno. Como ejemplo de otro siglo podemos escoger el del ingeniero general Juan Martín Zermeño, modificando, en 1767, el proyecto hecho por Roncaf para Puerto Cabello.Santo Domingo, Acapulco, San Juan de Ulúa, Campeche, San Juan de Puerto Rico... estos y otros muchos puertos fueron fortificados y sus fortificaciones renovadas a lo largo de los siglos para adaptarlas a las nuevas necesidades defensivas. Cristóbal de Roda, de la familia de los Antonelli, fue uno de los ingenieros que se ocupó durante años (1609-1632) de las fortificaciones de Cartagena de Indias, uno de los enclaves fortificados más espectaculares que se conservan hoy día y que sufrió frecuentes ataques de franceses e ingleses desde el siglo XVI. La construcción de las fortificaciones del Caribe no sólo diferenció a sus ciudades definiendo una imagen urbana presidida por las fortificaciones, sino que también fue una de las causas de la llegada de población negra para trabajar en ellas.

El lograr que unos fuertes se relacionaran con otros para apoyarse mutuamente y crear así un sistema efectivo de defensa fue un proceso lento que en algunas zonas se logró ya en el siglo XVII, pero en otras hubo que esperar a las inversiones realizadas por la monarquía en el siglo XVIII para defender sus fronteras. Las fortalezas siempre defendieron la riqueza allí donde la hubiera. En Brasil, por ejemplo, las importantes fortificaciones de la Bahía de Todos los Santos se hicieron sobre todo cuando era ése el camino del comercio, pero en el siglo XVIII fue la Bahía de Guanabara, en la que estaba Río de Janeiro, la que recibió más atención en materia de defensa por ser el puerto de salida de la riqueza minera. La expansión en las fronteras fue siempre acompañada de las formas abaluartadas y, así, lo mismo que el ingeniero Sabatini realizó en 1794 desde Madrid un interesante proyecto para la fortificación de toda la Luisiana, en el interior del Brasil se realizaron fortalezas en el siglo XVIII. Precisamente para frenar la expansión portuguesa fue para lo que se hicieron las fortificaciones españolas del siglo XVIII en el Río de la Plata, siendo las más importantes las de Montevideo.Es de notar que, a pesar de la envergadura de muchas de las fortificaciones americanas, el ingeniero Zermeño informaba en 1771 que en general estaban construidas sin la solidez y precauciones que en Europa, ya que no se pensaba que fueran a ser atacadas por grandes fuerzas.

Eso era algo totalmente cierto al menos en las fortificaciones construidas en el interior, pues no habían sido los indios -sus armas- enemigos que requirieran grandes obras de defensa frente a ellos. Ya en el siglo XVI en Nueva España, la construcción de conventos, que podían hacer las veces de fortalezas llegado el caso, hizo innecesaria en algunas zonas la construcción de fuertes. La línea de fortificaciones planteada por el virrey Mendoza (1535-50) en la Nueva España como frontera frente a los chichimecas fue continuada posteriormente para defender las rutas de la minería, pero resulta difícil conocer la arquitectura de esos presidios hasta que no llegamos al siglo XVIII. Fue entonces cuando el ingeniero J. de Urrutia proyectó una línea defensiva a base de fuertes, desde el Pacífico al golfo de México, que se proyectaron cuadrados, de tapias, con capilla, viviendas, etc.La relación entre arquitectura militar y civil se pone de manifiesto continuamente en la época moderna y en América quizá se puede decir que de manera especial. Puertas como la del Fuerte de San Felipe del Morro en San Juan de Puerto Rico o las bóvedas empleadas en Montevideo a imitación de las de su ciudadela ponen de manifiesto los préstamos de modelos arquitectónicos en todo lo que fue arquitectura pública, incluyendo en ésta las obras de defensa. Incluso se puede pensar que la quincha, esa mezcla de cañas y barro recubierta después con cal que se empleó en las construcciones de Lima por su ligereza, versatilidad y resistencia a los terremotos, coincidiera con la experiencia de un ingeniero militar que sabía de la construcción de tierra y fagina en algunas fortificaciones.

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