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Pero tal vez la manifestación artística más llamativa de Valdivia sean las figurillas de cerámica, porque se trata de nuevo del comienzo de una larguísima tradición que continuará hasta el Postclásico no solamente en el área Intermedia, sino también en otras áreas como Mesoamérica y el Suroeste y Sureste de los Estados Unidos de Norteamérica. Las figurillas más tempranas son de piedra, en forma de una placa rectanguloide, con ojos y piernas indicados por medio de trazos grabados. Hacia el 2300 a. C. hacen su aparición las tan características figurillas de cerámica. De factura maciza, se modelan a mano, empleando una arcilla fina y arenosa que resulta de color gris claro una vez cocida. La superficie, engobada en rojo, suele estar pulida con cuidado. Se configuran a partir de dos rollitos cilíndricos, unidos para formar el tronco y separados para las piernas. A esta base se añade la cara, plana y sin nariz, con ojos y boca representados por medio de hendiduras, así como las cejas. Destaca el cabello, formando una especie de gran peluca que se desprende con facilidad. Los tipos de peinados son de una gran variedad, contrastando con la escasez de atuendo, ausente por lo general. Tampoco se encuentran en las figurillas adornos faciales u ornamentos de cualquier clase. La mayoría parecen ser de sexo femenino, con senos redondeados y prominentes. Otras tienen una proyección cónica en el abdomen, tal vez indicando sexo masculino y algunas presentan además senos, dando la impresión de una representación bisexual.

La posición más común, con pocas excepciones, es de pie, aunque las figurillas no pueden pararse, ya que las piernas rematan en un final redondeado y presentan una prominencia trasera, a la altura de la rodilla, muy poco anatómica. Los brazos, cuando existen, se reducen a una tirilla aplicada bajo los senos, donde una incisión separa ambas manos. El tamaño de los escasos ejemplares completos varía entre 4 y 12 centímetros. Se trata de un estilo de figurillas relativamente uniforme que utiliza un alto grado de estilización, fijándose únicamente en una serie de rasgos esenciales para representar un ser humano, o más precisamente, la idea de un ser humano. La cabeza, el cabello sobre todo, es la parte que recaba la mayor atención del artista, estilizando mucho más el resto del cuerpo cuyos detalles anatómicos pueden resultar a veces difíciles de identificar. Se manifiesta también como un estilo muy elaborado, cuidadoso y plenamente desarrollado que revela una gran sofisticación y refinamiento. Dadas sus características técnicas no parece que se requiriesen individuos especializados para su elaboración. Aparentemente cualquier integrante de la cultura Valdivia podría ser capaz de realizar este tipo de manifestación artística, lo cual puede ser una pista para uno de los problemas más interesantes que se plantean, el del significado y función de este peculiar tipo de arte. Este es un tema lejos de ser resuelto y que se complica con el hecho de que figurillas de cerámica continuaron haciéndose durante siglos, llegando a producirse prácticamente en serie en épocas más tardías, con representaciones mucho más complejas y variadas.

Aunque tradicionalmente ha sido frecuente el considerar a las figurillas como objetos rituales, el contexto en el que se han encontrado por lo menos las de Valdivia es doméstico, más concretamente en sitios de habitación, incluso basureros, mezcladas con elementos de desecho, generalmente fragmentadas. O bien no se ponía excesivo cuidado en su manipulación, o, lo que parece más probable, la función que desempeñaron era transitoria y se desechaban una vez finalizada. No se han encontrado asociadas a enterramientos ni tampoco en relación con lugares que pudieran tener un carácter sagrado, y por sus características y ausencia de rasgos iconográficos no pueden considerarse representación de divinidades. Parecen tratarse de pequeños seres antropomorfos, más bien encarnaciones de ideas generalizadas que de seres concretos de algún tipo. Se las ha relacionado con un cierto culto a la fertilidad, denominándolas incluso venus, por sus rasgos dominantes femeninos. El contexto tribal y agrícola, que suele considerar a la tierra la madre que proporciona el sustento, abundaría en dicha idea. Por comparación con figurillas etnográficas, concretamente del Chocó colombiano, se las ha considerado como parte importante en ceremonias de curación, las depositarias de los espíritus auxiliares que invoca el shamán para ayudarle en sus prácticas curativas. Lo cierto es que estamos muy lejos de poder aportar ninguna idea concluyente al respecto. Lo más que nos atreveríamos a afirmar es que las figurillas debieron ser probablemente el exponente de ideas generalizadas de carácter espiritual; algo así como el receptáculo de algún tipo de fuerza sobrenatural que puntualmente se invoca como algún tipo de ayuda de carácter mágico. En cualquier caso, sea lo que fuese lo que significaban, esas figurillas y su uso eran algo generalizado y parte de una actividad cotidiana y doméstica.

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