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Datos principales


Rango

Area cultural andina

Desarrollo


En el área andina se cultiva una impresionante variedad de especies vegetales, destacando maíz, patata, quinua, yuca, porotos, pallares, frijoles, cacahuete, calabaza, tomate, pimiento, ulluco y un amplio etcétera. Junto a ellos, cacao, coca, maguey, y otros productos de uso no alimenticio. Sin embargo, la altitud ambiental impone límites a los cultivos andinos incaicos, de manera que podemos establecer dos zonas de producción agrícola: el área del maíz, que llega hasta los 3.800 m en algunos sitios bien resguardados del lago Titicaca. En ella, este cultivo convive con otros de yuca, camote, calabaza, zapote... Y la zona de papa, que llega hasta los 4.575 m e incluye con ella coca, quinua, cañihua, añu, etc. La base de la estructura económica incaica estaba fundamentada en el cultivo intensivo de estas especies vegetales; intensificación que se veía ampliada por el uso de fertilizantes de gran éxito, como el excremento de llamas y el guano, o los restos de pescado. Andenerías, sistemas complejos de abastecimiento de agua, camellones y otras obras de ingeniería agrícola e hidráulica proporcionaron suficientes excedentes al sistema productivo de los incas. La estructura ecológica de la cordillera andina, con nichos ambientales muy diversos colocados a distancias muy cercanas y definidos por la altitud, proporcionaron una gran variedad de productos que resultaron complementarios para las necesidades dietéticas incaicas. El control de estas zonas por parte de poblaciones autóctonas o por grupos desplazados por los burócratas del imperio, fue el ideal del sistema económico inca, tal como quedó definido por Murra.

El pastoreo a base de rebaños de llamas y alpacas completó este sistema productivo. Ambas especies parecen haber sido domesticadas en las márgenes del lago Titicaca y resultaron de gran utilidad para las poblaciones andinas: en efecto, la llama es el único animal de transporte del continente americano, desplazando una carga aproximada de 45 kg a distancias que oscilan entre los 15 y los 20 km, diarios. Además, proporcionó lana para tejer y ser comerciada, carne para la alimentación y excrementos para abonar los campos de cultivo y, por último, resultó ser un objeto ritual de importancia desde muy temprano, tal como hemos mencionado en páginas anteriores al referirnos al Templo de las Llamas de Virú. En cuanto a la alpaca, es un animal utilizado exclusivamente para la confección de tejidos, cuyos excrementos también sirvieron para fertilizar los campos. Así pues, la base económica del imperio inca no se asentaba en el mercado ni tampoco en un comercio altamente evolucionado, no existían monedas y tampoco tributo. Al contrario, la producción se fundamentó en la agricultura y en la ganadería, en la máxima explotación de los recursos naturales y en la complementareidad ecológica, en un impresionante regimen de almacenaje y en una muy tupida red de caminos. Un aspecto de suma importancia fue la redistribución y el comercio de las materias conseguidas en el sistema productivo. Todos los pueblos del imperio entregaban al estado trabajo individual que se donaba al gobierno, al sacerdocio y a los curacas.

No había, en este sentido, tributo en especie, sino una prestación de trabajo personal orientada a mantener al Inca y a su panaca, al sistema burocrático y al sacerdocio, íntimamente ligado con él. Esta organización de la prestación del trabajo a las tierras del sol, del inca y del ayllu, se fundamentaba en un sistema de tenencia de la tierra en el cual la propiedad de la tierra era del Inca, que a su vez la distribuía a los curacas y a los ayllus. Los responsables de cada administración las repartían a sus feudos, y cada campesino recibía anualmente su parcela de tierra, tripu. Los productos de esta prestación -mita- se acumulaban en grandes almacenes -tambos-, que se construyeron en lugares estratégicos en todos los confues del imperio. Dado que la naturaleza imperial inca no fue exactamente colonizadora, sino de extracción de materias primas y recursos humanos, el establecimiento de estos almacenes en sitios estratégicos, algunos de ellos no necesariamente muy poblados pero que controlaban recursos escasos y de gran valor, resultó crítica para el expansionismo y el mantenimiento del imperio. Los productos almacenados eran registrados en los quipus por oficiales del imperio y comunicados a la administración central, que podía con esta seguridad emprender nuevas campañas anexionistas, organizar obras públicas, etc. En este sentido, el complicado sistema de comunicaciones incaico, que abarcó un área de más de 5.000 km de norte a sur, resultó de gran importancia económica para que este sistema de tambos tuviera su funcionalidad.

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