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Desarrollo


El extraordinario aumento de la producción industrial durante estos años centrales de siglo no nos debe hacer olvidar que la agricultura aún desempeñó un importante papel en el conjunto de la producción económica y que sus progresos fueron regulares, aunque lentos. Fue una época de subida generalizada de precios agrícolas, quizás favorecida por la nuevas ciudades y por las posibilidades que la revolución de los transportes ofrecían al desarrollo del comercio internacional. Este crecimiento de la productividad, por otra parte, se vio favorecido por la introducción de abonos (nitrato de Chile, fosfatos) y de máquinas (arados y trilladoras mecánicas) que aumentaron sensiblemente los rendimientos. La producción de trigo por hectárea pasó en Inglaterra de 15 a 20 quintales entre 1850 y 1870.De todas maneras, el fenómeno más característico de estos años tal vez fuera el de la especialización agraria regional, que acabó con la tendencia al policultivo, una vez que el ferrocarril aseguró el transporte de los productos en las mejores condiciones. Ucrania derivó hacia los puertos de Rostov y Odessa su producción de trigo, lo mismo que se hacía desde las tierras del interior de España. Por otra parte, muchas zonas mediterráneas se orientaron hacia la producción de vino, que proporcionó grandes beneficios hasta la aparición de la plaga de la filoxera en Francia, a comienzos de los años ochenta.Lo más característico de la producción industrial en aquellos años fue la construcción del ferrocarril y la estrecha relación que esa empresa estableció con la industria siderúrgica, que tenía que proporcionar el material para la construcción de locomotoras, raíles y material rodante, y con el carbón, necesario para la industria siderúrgica y que, a su vez, necesitaba de las nuevas líneas ferroviarias para ser transportado hasta los altos hornos.

El descubrimiento del convertidor Bessemer, en 1856, y la puesta en funcionamiento, a partir de 1864, de los hornos Siemens-Martin fueron avances técnicos que resultaron decisivos en aquel proceso.El Reino Unido mantuvo su papel de líder en estas actividades ya que su producción de hierro le permitió una consistente actividad exportadora durante aquellos años, a la vez que su industria mecánica y sus astilleros (Clyde) se ponían a la cabeza de la producción mundial. De todas maneras, los productos textiles significaban todavía el 62 por 100 del valor total de las exportaciones británicas, a finales de la década de los sesenta, frente al 15 por 100 representado por el hierro y el acero, y el 3 por 100 de la maquinaria.Las cifras de Francia, por el contrario, revelaban un cierto estancamiento de su producción industrial, ya que no estaba en condiciones de satisfacer la demanda generada por la construcción del ferrocarril. Su producción de hulla, 15.000.000 de toneladas métricas a la altura de 1870, equivalía a la octava parte de la producción británica y su producción de hierro fundido (1.400.000 toneladas en 1869) era la cuarta parte de la producción inglesa. En esas condiciones se vio obligada a fuertes importaciones para construir sus ferrocarriles ya que el hierro francés sólo podía abastecer el 70 por 100 de sus necesidades.Los Estados alemanes, por el contrario, extremaron las precauciones para no depender en exceso de las exportaciones británicas. Su producción de carbón, desdeñable a comienzos de siglo, suponía ya un tercio (31.000.000 de toneladas) de la producción inglesa a mediados de los años sesenta, y la producción de hierro fundido experimentó un espectacular auge desde mediados de siglo, lo que le permitió proporcionar la cuarta parte del material necesario para su propio tendido ferroviario.

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