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Rango

Renacimiento5

Desarrollo


Una de las cortes que adquirieron un reconocido prestigio como centro de cultura humanista y desarrollo de las nuevas artes fue la de Urbino, en la que Federico de Montefeltro logró agrupar a artistas de las más dispares procedencias. Baltasar de Castiglione en "El Cortesano", obra en la que se traza el ideal del perfecto cortesano, y que fue traducido por Juan Boscán al castellano en 1534, sitúa el relato en la corte de Guidobaldo en Urbino, el hijo de Federico de Montefeltro a quien se debe el desarrollo alcanzado por su corte durante el Quattrocento. Al referirse a Urbino Baltasar de Castiglione decía que "entre sus mayores bienaventuranzas, tengo yo por la más principal que de mucho tiempo acá siempre ha sido señoreada de muy buenos y valerosos señores". Entre ellos, Federico de Montefeltro fue el verdadero creador de la corte de Urbino como centro cultural. "Este señor -continúa Castiglione-, además de otras muchas cosas que hizo dignas de ser loadas, edificó en el áspero asiento de Urbino una casa (según opinión de muchos), la más hermosa que en toda Italia se hallase, y así la forneció de toda cosa oportuna, que no casa mas ciudad parecía, y no solamente de aquello que de ordinariamente se usa, como de vajillas de plata, de aderezos de Cámara, de tapicería muy rica, y de otras semejantes cosas la proveyó, mas por mayor ornamento la ennobleció de infinitos bultos de los antiguos de mármol y de bronce, de pinturas singularísimas y de todas maneras de instrumentos de música, y en todo ello no se pudiera hallar cosa común, sino escogida y muy excelente".

Las realizaciones llevadas a cabo por Federico de Montefeltro en Urbino constituyen un programa completo orientado a dotar al marco de su corte de toda una serie de obras de arte. En este sentido, Benevolo ha apuntado como una de las causas que hicieron posible la realización de este programa artístico la proporción que existió entre el programa, los medios y los tiempos de ejecución. Federico de Montefeltro permaneció en el poder durante un período de tiempo excepcionalmente largo, entre 1444 y 1482, lo que le permitió desarrollar en intervenciones sucesivas su programa y dar una categoría artística a su corte que resulta excepcional en la Italia de su tiempo. A este respecto, con la llegada al poder de Federico de Montefeltro debe relacionarse La Flagelación (Urbino, Galería Nacional), pintada por Piero della Francesca en 1455. Según una interpretación verosímil la obra fue realizada como una referencia a la muerte (1444) del príncipe Oddantonio de Montefeltro, hermanastro de Federico de Montefeltro a causa de una conjura. Oddantonio aparece en el grupo de figuras situado a la derecha, entre sus malos consejeros, Manfredo de Pío y Tommasso dell'Agnello, a quien se debió su impopularidad y la conjura de los Serafini. El programa emprendido por Federico de Montefeltro surge movido por la idea de prestigio y representación militar del triunfo. Federico de Montefeltro, signore militare, supone la unión de dos principios que, desde tiempos de Petrarca, habían sido objeto de polémica: el problema de las armas yolas letras.

El retrato de Federico de Montefeltro y su hijo Guidobaldo (Urbino, Galería Nacional), realizado por Pedro Berruguete, que muestra al prócer sentado y de perfil, vestido con armadura y con el yelmo a los pies, leyendo un libro y acompañado de su hijo Guidobaldo, es un ejemplo elocuente de su actitud. En otras obras, como la Madonna con el Niño, santos, ángeles y Federico de Montefeltro (Milán, Pinacoteca Brera) nos muestra igualmente al personaje de perfil y con armadura. Puede decirse que el retrato de Berruguete constituye el intento, por un hombre de armas culto y humanista, de establecer una concordatio entre ambas ocupaciones. El mencionado retrato del duque con su hijo o la composición que representa Federico de Montefeltro escuchando la lección de un humanista (Windsor Castle), pintado hacia 1480, al igual que el espléndido studiolo del duque, son un claro exponente de la importancia adquirida por la cultura y por la actividad humanista en la corte de Urbino. Lo cierto es que en la corte de Urbino se produce un clima artístico y cultural que se desarrolla al margen de las rigurosas opciones selectivas que tienen lugar en Florencia. En Urbino trabajaron los arquitectos Luciano Laurana y Francesco del Giorgio y estuvo como asesor L. B. Alberti, cuya influencia se deja sentir en la escenografía clasicista de la Madonna pintada por Piero della Francesca. Prueba de la inclinación por un equilibrado eclecticismo es la disparidad de tendencias que representan algunos de los artistas que trabajaron para el duque. Así, en Urbino junto a Melozzo da Forli y Piero della Francesca, uno de los más radicales exponentes del nuevo lenguaje figurativo, Justo de Gante, y nuestro Pedro Berruguete, a pesar de algunos intentos por desmentir su presencia en Urbino, fueron artistas de formación flamenca que trabajaron para el duque.

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