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Rango

XX19

Desarrollo


La irrupción pública y escandalosa de esta nueva vanguardia se produjo en junio de 1943. Dos obras de Adolph Gottlieb y Marc Rothko (The Rape of Persefone -El rapto de Perséfone- y Syrian Bull -Toro sirio-), expuestas en la galería Wildenstein, desataron las iras de Jewell, el crítico del "Times", que se mostró sorprendido y avergonzado ante pinturas que no comprendía, a pesar de que unían un cierto surrealismo con aspectos tradicionales. La respuesta de los implicados fue fulminante. Rothko, Gottlieb y Barnett Newman contestaron al crítico desde las páginas del periódico con violencia y expusieron los principios del credo vanguardista de la nueva pintura americana, en un programa de cinco puntos. El "Times" reprodujo los cuadros, dedicándoles toda una página -algo inaudito hasta entonces- y convirtió la polémica artística en un acontecimiento popular. La vanguardia se empezaba a institucionalizar.A la afirmación de estas nuevas ideas contribuyeron los escritos de Motherwell en 1944 y los de Clement Greenberg. Pero la verdadera apoteosis fue la aparición -la epifanía- de Jackson Pollock, una especie de mesías que venía a llenar las ilusiones y las esperanzas de todos: críticos liberales partidarios de un arte apolítico como única garantía de la libertad del artista -que era a la vez una garantía de la LIBERTAD con mayúsculas de la cultura occidental asegurada por Estados Unidos una vez que Europa se había demostrado incapaz de mantenerla-; coleccionistas ávidos de arte moderno americano, ávidos también de distinción social y prestigio -frente a los compradores de arte tradicional-; nacionalistas que conocían al pintor por sus trabajos anteriores de carácter academicista con Benton y que le apreciaban por su "sensibilidad autóctona", como escribió Sweeney en 1943; pero también internacionalistas, que valoraron su capacidad para dejar de pintar esas "tonterías de Benton" y hacer algo que sería como la versión norteamericana del surrealismo.

En Estados Unidos se identificó fascismo con barbarie y destrucción de toda la cultura y de todo el arte. Por ello el rechazo norteamericano del fascismo suponía una defensa de la cultura y el arte que los fascistas atacaban y destruían: el arte moderno. Porque, en realidad, y aunque eso no se viera todavía al otro lado del Atlántico, "Hitler y sus secuaces hacían un uso, interesado e inteligente -como ha escrito M. Pleynet- del arte y la cultura clásicas". De este modo el arte moderno, que había sido atacado e incomprendido antes -basta recordar las críticas al Armory Show en 1913-, pasó a ser algo admitido, no sólo tolerado, y empezó a entrar en las casas americanas a través de la prensa.Un cambio crucial se produjo en el mercado en los años sesenta: los coleccionistas europeos -y los franceses, sobre todo- empezaron a comprar pintura en Estados Unidos, dejando a París como una Bella Durmiente, en espera no del Príncipe Azul, sino de "una buena patada en el culo", como dijo Pierre Cabanne en 1967, en un artículo titulado "Pourquoi Paris n'est plus le fer de lance de l'art". También por este camino la vanguardia americana triunfaba. Los principales artífices eran Jackson Pollock, Barnett Newman, Robert Motherwell, Franz Kline y Mark Rothko.

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