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Cuando murió su padre (1751), Guillermo V tenía tres años, por lo que su madre se puso al frente de la Regencia, con Bentinck y Brunswick, los grandes valedores de sus derechos, frente al pensionario Steyn. En los primeros años no ocurrieron grandes problemas, a pesar de la mutua antipatía entre Ana y Steyn. La colaboración con los regentes continuó y en 1766 Guillermo es proclamado mayor de edad, nombrando a Brunswick su hombre de confianza. El estallido de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) no arrastró a la república, a pesar de las presiones ejercidas desde Francia e Inglaterra; incluso fue un buen momento para la recuperación económica (tras la dislocación del mercado monetario de Amsterdam), ya que permitió a la banca y a las compañías de seguros hacer grandes negocios. Finalmente, la crisis estalló en los años ochenta, a propósito de la rebelión de los colonos ingleses contra Jorge III. De nuevo, un elemento externo siembra la confusión en el país, al dividir a la sociedad y provocar una revolución. Guillermo simpatizaba con el rey inglés y le horrorizaba el cuestionamiento de su legitimidad, proclamado por los rebeldes; los Estados Generales, por el contrario, se alinearon con los colonos. Mientras aquél era partidario de la neutralidad, los Estados querían la guerra y establecieron contactos con los colonos desde el primer momento, suministrándoles armamento y mercancías y votando después el ingreso en la Liga de la Neutralidad Armada (1780) con Rusia y los países nórdicos, que fue seguido de una inmediata declaración de guerra por parte de Inglaterra.

Tras casi un siglo de buenas relaciones, se desarrolla ahora la cuarta guerra anglo-holandesa (1780-1784) que en sus inicios trajo consecuencias dramáticas a la nación: hundimiento de la economía holandesa, pérdida de enclaves coloniales, apresamiento de buques y clima favorable a una guerra civil en el interior. El distanciamiento entre los dos poderes reavivó la polémica sobre el Estatuderato y las instituciones republicanas, cada vez más corrompidas por las oligarquías gobernantes, apareciendo por primera vez principios políticos democráticos que cuestionaban el orden tradicional. La agitación social, la efervescencia política y las polémicas intelectuales a través de una prensa cada vez más radicalizada y una profusión de panfletos por doquier permite que el Movimiento Patriota se convirtiera ahora en el eje de la acción política. Este grupo había aparecido en 1773 con la publicación del manifiesto titulado Al pueblo holandés, redactado por Van der Capellen, donde denunciaba la tiranía del Estatuderato y urgía la reforma política sobre la base de la soberanía popular; su ideología combina el republicanismo tradicional con las ideas igualitarias del pensamiento ilustrado, desde postulados conservadores a otros más progresistas. Pronto supo captarse a todos los grupos antiorangistas para acabar con el cargo pero no se identificaban en los objetivos: por un lado estaban los regentes, enemigos naturales del estatúder, pero favorables a colaborar con él siempre que sus privilegios permanecieran intactos; por otro, los intelectuales y la nueva burguesía, crítica con los poderes establecidos y queriendo participar en el sistema para romper el poder de la oligarquía gobernante.

Desató una gran agitación a través de clubes y sociedades secretas, y en 1781 se planteó armar grupos de soldados o cuerpos libres; se consideraban nacionalistas y patriotas, frente a los orangistas, que se habían vendido al extranjero (ingleses y prusianos). En diciembre de 1784 se hacen con el poder y publican la Restauración Constitucional donde se afirman los principios republicanos y la abolición del Estatuderato, comenzando así el llamado Período Patriota (1784-1787). Mientras tanto, Guillermo asiste impotente a estos acontecimientos desde su refugio de Breda. En junio de 1787 su esposa, Guillermina, hermana del rey de Prusia, intentó volver a La Haya para reorganizar el movimiento orangista y preparar el regreso de aquél. Sin embargo, los magistrados de la ciudad se negaron a permitirle la entrada y, ante su insistencia, la arrestaron. Federico Guillermo II exigió la liberación inmediata de la princesa y una retractación formal, disponiendo en la frontera un ejército de 40.000 hombres. Los patriotas se negaban a esta exigencia y buscaron la tutela de Francia, que no llegó nunca, así que en septiembre de 1787 las tropas prusianas invaden la República obligando a los regentes a liberar a Guillermina y restablecer el Estatuderato. De este modo, el Movimiento Patriota se derrumbó; muchos de sus integrantes marcharon a Francia, camino del exilio, y Guillermo, de nuevo, controló la situación. Tras la revolución francesa, los exiliados holandeses buscaron nuevas formas de agitación y propaganda antiorangista.

El modelo revolucionario francés se imponía entre los antiguos patriotas que resurgen de nuevo, formando un Comité Revolucionario Secreto en Amsterdam que, tras la declaración de guerra por Francia a Holanda (1793), intentó dar el golpe en el interior; así, en 1794 se ponen del lado francés y declaran abolido el Estatuderato. Guillermo V y su esposa abandonan el país buscando refugio en Inglaterra. El triunfo republicano fue total, permitiendo la transformación de las estructuras sociales y políticas que no llegaron a consolidarse por la complejidad de la propia situación interior y las interferencias francesas. De hecho, en 1814 se restablecerá el Estatuderato bajo la forma monárquica, la antigua república se convertiría en reino, y un hijo de Guillermo V en su primer rey.

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