España, tierra de castillos

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Desarrollo


Como ya dijera Alfonso X el Sabio: "España es segura e batida de castillos". Las continuas luchas que se produjeron durante los más de siete siglos que duró la Reconquista hicieron que en la Península Ibérica se construyeran numerosos castillos, fortalezas y sistemas defensivos. El castillo es una de las construcciones medievales más características. Es un lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones. Se trata de un edificio que obedece a necesidades defensivas, por lo que su arquitectura era, en un principio, puramente funcional. Con el paso del tiempo, el castillo abandona en parte su carácter militar para pasar a ser residencia de un noble, por lo que se convierte en un palacio y aparecen el gusto por la decoración y la estética. Habitualmente, los castillos eran construidos con unas características similares. Solían estar ubicados en un alto, para evitar los ataques del enemigo, y disponían de un foso y una barrera fortificada exterior. Además, sus muros eran de gran anchura y altura, rematados por almenas y matacanes. Las puertas, su parte más débil, se protegían por diferentes sistemas y, para disponer de agua durante los asedios, se construían aljibes en los que recoger el agua de lluvia. Finalmente, dentro del castillo se levantaba la Torre del Homenaje, el edificio donde residía el señor. Los castillos españoles suelen obedecer a un tipología común: son más bien pequeños, con torres almenadas, material constructivo visto y foso seco alrededor.

En un primer momento, la mayoría de estos castillos eran de propiedad de los reyes, quienes cedían su gobierno a un alcaide. A lo largo de los siglos XII y XIII serán las órdenes militares las constructoras de fortalezas, especialmente en la zona de Castilla-La Mancha. En las siguientes centurias, los nobles se adueñan de los castillos, hasta que los Reyes Católicos acaben con las habituales revueltas nobiliarias de sus antecesores. La etapa musulmana deja en España un buen número de fortificaciones. Muchas de ellas fueron levantadas durante el emirato y el califato cordobés. El modelo a seguir son los campamentos romanos, castillos con plantas cuadradas y cubos rectangulares. También son interesantes las torres y atalayas defensivas que recorrían la mayor parte del terreno andalusí. Algunos de las más importantes fortalezas de esta época construidas son la alcazaba de Mérida, el castillo de Calatayud o el castillo de San Esteban de Gormaz, en la provincia de Soria, quizá una de las mejores muestras de estructura militar islámica en la Península Ibérica. Los alcázares de época taifa introducen importantes cambios, ya que los monarcas tienden al lujo y la ostentación. La Aljafería de Zaragoza es el modelo más interesante de esta etapa. Los primeros ejemplos de castillos cristianos que nos han llegado pertenecen a los siglos XI-XIII. Se trata de modelos muy funcionales, con plantas cuadradas o adaptadas a las tipologías de los terrenos en los que se alzan, con cubos cilíndricos en las esquinas y una potente torre principal de sección cuadrada.

En estas fechas los castillos que se construyen abarcan las tierras de Castilla, León, Navarra, Aragón y Cataluña. Con el avance de la reconquista, las órdenes militares pondrán en marcha en la región manchega un intenso programa constructivo para defender esta zona de las incursiones andalusíes. En estos momentos, la frontera es defendida por monjes-soldados, que tienen a su cargo tierras y sirvientes a los que protegen mediante sus poderosas fortalezas. Los mejores ejemplos los encontramos en Consuegra (Toledo), Calatrava la Nueva (Ciudad Real) y Loarre (Huesca). Este último es un sensacional ejemplo de castillo medieval en tierra de frontera. El concepto de castillo sufre un importante cambio en los siglos XIV y XV. Ya no tiene una función defensiva tan intensa, por lo que se sitúan en poblaciones o en lugares poco escarpados. Los nobles son sus promotores y ponen de manifiesto su gusto por lo decorativo. Así, aparecen múltiples ventanas, elementos ornamentales como los escudos nobiliarios y el patio de armas se convierte en un patio porticado. Se trata de edificios de planta cuadrangular, con cubos en las esquinas y una gran torre del Homenaje, símbolo de poder señorial. El de Olite es un excelente ejemplo de este tipo de construcciones. Mandado construir por Carlos III el Noble a principios del siglo XIV, el castillo se divide en dos espacios, denominados Palacio Viejo y Palacio Nuevo.

El de la Mota, en Medina del Campo, es otra buena muestra. Alfonso VIII lo reconstruyó y los Reyes Católicos procedieron a su renovación. La fortaleza consta de dos recintos, dominados por una magnífica Torre del Homenaje. Otros ejemplos de castillo-palaciego los encontramos en Coca, Arévalo y Manzanares el Real, apreciándose en ellos interesantes muestras de mudejarismo en sus decoraciones. Si el Renacimiento trae a España importantes novedades en la cultura y el arte, también se introducen cambios en la edificación de los castillos. El motivo viene determinado por el uso de la artillería. De esta manera, los muros presentan menor altura y las torres son circulares. Las saeteras, antes verticales, pasan a ser horizontales, para alojar los cañones, y se construyen diferentes barreras previas para evitar los proyectiles enemigos. Uno de los mejores ejemplos de castillo renacentista es el de Grajal de Campos, del siglo XVI. La fortaleza tiene planta cuadrada, con cubos en los ángulos y numerosas troneras en los muros, construidos con un pronunciado talud. Amplias almenas coronan la edificación. El de Lacalahorra en la provincia de Granada es otra sensacional muestra de este tipo de castillos. Afortunadamente conocemos a su autor, Michele Carlone, un arquitecto italiano llegado a tierras españolas para aportar aires lombardos a nuestro Renacimiento. Aunque la mayoría de los castillos nos han llegado maltrechos, nos quedan ejemplares suficientes para poder disfrutar de estas fortificaciones, verdadero símbolo de la Edad Media. Atravesar sus puertas, recorrer su baluartes, subir sus torres, nos traslada a la época de los caballeros, un mundo lleno de romanticismo, de fantasía y de misterio que, sin duda, existió.

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