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Rango

Renacimiento

Desarrollo


Uno de los temas más recurrentes de la obra erasmiana es la crítica moral de las crueldades y de los abusos cometidos por los gobernantes sobre los hombres. Irónica y elocuente, la crítica se encuentra sobre todo en los "Adagios" (1500) y en el "Elogio de la locura" (1511). A pesar de compartir muchas ideas, las cuestiones de teoría política ocupan un lugar secundario en la inmensa obra de Erasmo de Rotterdam (1467-1536). Aunque expuso sistemáticamente sus ideas políticas en la "Institutio principis christiani" (1516) escrita para el príncipe Carlos, futuro emperador, sus juicios sobre política derivan siempre de otras reflexiones (religiosas, teológicas, morales, sociales, etc.) contenidas en el resto de su inmensa obra. Uno de los temas más recurrentes de la obra erasmiana es la crítica moral de las crueldades y de los abusos cometidos por los gobernantes sobre los hombres. Irónica y elocuente, la crítica se encuentra sobre todo en los "Adagios" (1500) y en el "Elogio de la locura" (1511). En nombre de la caridad cristiana y del Evangelio, Erasmo reprueba en sus obras la guerra, la brutalidad, la mentira de los príncipes laicos y eclesiásticos, de tal manera que la aplicación de los preceptos evangélicos se deben imponer tanto en la vida pública como en la privada, y no sólo por razones religiosas, sino como condición del orden y de la prosperidad social. Para hacer reinar el orden evangélico Erasmo cuenta con la virtud del príncipe cristiano.

El fin de su "Institutio" es precisamente la formación cristiana de ese príncipe para que, además de gobernar, cumpla a su vez una función pedagógica al constituirse en ejemplo vivo y eficaz para sus súbditos. Su consejo de que es preferible abandonar el cetro antes que cometer una injusticia (fiat iustitia, ruat coelum) es buena prueba de ello y se opone a la idea renacentista de la soberanía sin límites y de la idea utilitarista de la necesidad de un cálculo prudente de las consecuencias probables. Su posición moral es idéntica cuando aborda los problemas de la guerra y la paz. Sus argumentos y sus reprobaciones contra la guerra como negación del ideal apostólico tienen su origen en la patrística. Erasmo se indigna ante la actitud bélica de algunos príncipes de la Iglesia de su tiempo, hace resaltar el carácter absurdo de los motivos habitualmente aducidos para justificarla y ridiculiza los métodos diplomáticos. Sus propuestas para acabar con las guerras consisten en la fijación de fronteras y del orden de las sucesiones (como causas que originaban la mayoría de ellas), en la utilización de la capacidad de arbitraje de las autoridades morales y religiosas y en un llamamiento a la caridad cristiana, pues "no existe paz por injusta que sea que no resulte preferible a la más justa de las guerras". Erasmo no es, sin embargo, un teórico del Estado o de los regímenes políticos. Su pensamiento está más ligado a la moral y, en ese sentido, es un reformador.

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