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Helenismo en Roma

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El que el límite final del Helenismo se coloque en el año 30 a. C. tiene una razón de ser exclusivamente política -la conquista por Roma de Egipto, el último reino griego independiente-, y no corresponde a la realidad de la evolución en las artes. Roma, tras casi dos siglos de helenización intensiva, tenía ya bastante fuerza para mantener la tradición del arte helénico, y los artistas griegos estaban acostumbrados a trabajar en su propio estilo para la clientela romana. Por ello, nadie pone en duda que el arte helenístico entró a formar parte integrante del complejo mosaico de estilos que convivieron en el Imperio Romano, evolucionando durante siglos. Lo que sí parece claro es que, en un ambiente que se alejaba del que le había dado origen, el helenismo artístico sólo tenía dos soluciones: anclarse en la tradición clásica, encerrándose en un neoaticismo perpetuo, o intentar adaptarse y buscar nuevas fórmulas. Ambos planteamientos tendrán sus seguidores, y el segundo dará lugar a fenómenos tan interesantes como el "impresionismo neroniano" o la refinada melancolía de ciertas obras adrianeas, cuando no a los cuadros poblados de personificaciones que se desarrollaron en el siglo II d. C., y que se reflejan en los sarcófagos y en descripciones literarias, como las Imagines de Filóstrato. Pero no nos cumple a nosotros llegar tan lejos; sólo queremos recordar que, de hecho, el helenismo artístico llegó hasta el Medievo, constituyendo sus prolongaciones lo que algunos han denominado, con evocadora expresión, el "Helenismo perenne".

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