Compartir


Datos principales


Rango

Economía Sociedad

Desarrollo


Adjetivos como villicaria, curtense o dominical se han utilizado para definir la economía rural en tiempos carolingios. Al margen de que su utilización pueda resultar poco adecuada para ciertas regiones de Europa, hay algunos extremos que han de tenerse en consideración. Las fuentes para el estudio del mundo rural altomedieval son relativamente abundantes. En lugar de honor se sitúan las disposiciones promulgadas (tipo capitular) por los soberanos para la buena gestión de sus dominios, y los inventarios (polípticos) de las grandes explotaciones monásticas. El "Capitulare de villis et curtis" redactado posiblemente a instancias del propio Carlomagno, recuerda a los intendentes del patrimonio real qué medidas se deben aplicar para obtener la mejor rentabilidad. Como tal capitular, sus instrucciones debían ser aplicables a todos aquellos lugares en que la realeza franca tenía propiedades fundiarias. Su objetivo primordial: tener bien abastecida la mesa del rey. Importantes también son otros textos como los "Brevium exempla" del fisco real de Annapes que tiene una finalidad normativa similar. Los polípticos, como documentos de gestión dominical, recogen -recuerda P. Toubert- tres clases de precisiones: bienes raíces que integran los dominios; estado contable, e incluso nominativo, de las personas que de ellos dependen; e inventario de las rentas (dinero y especie) y prestaciones a las que estas personas están sometidas.

Se trata de documentos que no carecen de precedentes, bien sean los catastros del Bajo Imperio, bien sean las contabilidades llevadas a cabo por establecimientos eclesiásticos en los siglos VI y VII. Entre los polípticos más interesantes están los de Santa Julia de Brescia (entre el 879 y el 906), San Pedro de Gante, San Víctor de Marsella y, sobre todo, el políptico del abad Irminón. Redactado posiblemente entre 311 y 823 este texto nos describe los bienes de la abadía extendidos por la región parisina y la zona de Orleans principalmente: 25 villae, con una extensión total de más de 50.000 hectáreas. Capitulares y polípticos permiten reconstruir con bastante aproximación lo que era la política agraria del momento y qué prácticas eran las más habituales. Podemos conocer, por ejemplo, hasta 72 especies de legumbres y una quincena de árboles frutales que el redactor del "Capitulare de villis" recomienda cuidar. Sabemos, igualmente, de la existencia de una ganadería de mala calidad en la que el cerdo constituye el principal aporte cárnico. A adelantos técnicos no parece fuera propicio el mundo rural carolingio. La expansión del arado pesado con orejera parece lenta y la fuerza de tracción (el "Políptico" de Irminón lo atestigua) sólo se aumentaba a base de una utilización mayor de bueyes. El caballo parece más idóneo para el transporte de hombres y bagajes y como máquina de guerra. Los sistemas de rotación de tres hojas tampoco parecen excesivamente difundidos.

La renovación de la fecundidad de la tierra siguió también pautas tradicionales (deyecciones del ganado, estercoladuras...) aunque desde Carlomagno y sobre todo bajo su nieto Carlos el Calvo (edicto de Pitres del 864) se incorporó un adelanto: el margado de la tierra, especialmente en algunas regiones de Francia e Inglaterra. El transporte de marga se encontrará, precisamente, entre las prestaciones que se exigen a los colonos de algunos dominios. Algunas monografías regionales nos permiten reconocer también, a partir del siglo IX, una expansión del molino de agua dominical: se han comprobado hasta trece molinos de agua en las 24 villas que pertenecían a la abadía de Montierender, y hasta 48 para la abadía de Prüm a fines del siglo IX. Con tan limitado bagaje tecnológico, la rentabilidad de la tierra tenía que ser forzosamente escasa. Dentro de un radicalismo minimalista y a través del estudio de los "Brevium exempla", G. Duby llegó a la conclusión que el excedente de cosecha dedicado al consumo era pobrísimo. En efecto, en la fecha en que el texto fue redactado, el excedente de espelta es del 46 por 100, el de trigo candeal del 40 por 100, el de cebada del 38 por 100 y el de centeno es nulo. Los rendimientos no serían, así, superiores al dos por uno. Trabajos como los de Durliat o Grand han revisado muy al alza la tesis de Duby y han pensado en unos rendimientos agrícolas carolingios similares a los de la Europa de los siglos XVI al XVIII.

Slicher van Bath, V. Fumagalli y P. Toubert han reconocido a su vez, que las únicas cifras seguras disponibles permitirían tan sólo corregir ligeramente al alza las evaluaciones de Duby sin modificar el alcance general de sus conclusiones. Vid y olivo, al contrario de lo ocurrido con el cereal, alcanzaron una productividad respetable para las condiciones técnicas del momento. No hay que olvidar tampoco que, junto a lo que la sociedad carolingia obtiene de los campos cultivados, se echa mano permanentemente de otra fuente de recursos: la de los paisajes que hoy calificaríamos de marginales. En la Edad Media no lo fueron tanto ya que marismas y bosques facilitan un importante complemento -y a veces más que eso- a la economía rural. De los ríos se obtenía el pescado. El bosque facilitaba caza, madera para la construcción y la calefacción, cuero de los animales salvajes, alimento para las manadas de cerdos, etc. La apicultura, además, constituyó un importante capítulo de la economía medieval: la miel era el edulcorante por excelencia y la cera era un producto de múltiples usos. De la importancia de estos paisajes marginales habla el interés mostrado por algunas disposiciones oficiales. El "Capitulare de villis", por ejemplo, pide a los intendentes que se vele por un equilibrio entre campo y bosque: que los bosques no invadan el campo pero que, a su vez, no se hagan talas excesivas ni se perjudique los árboles. Se pide, igualmente, diligencia en la percepción de censos por la utilización del bosque.

Atraso tecnológico, baja productividad de la tierra, indefensión ante las catástrofes naturales, deficiente defensa frente a la agresividad general del momento. Todo ello, junto con otras muchas taras, convierte a la masa de la sociedad carolingia en un conjunto demasiado vulnerable. El fantasma del hambre o, al menos, el de la subalimentación de la inmensa mayoría de la población es algo perfectamente detectable y frente a ello los poderes establecidos trataron de poner en juego algunos paliativos. Pese a los signos de recuperación en algunas zonas, el equilibrio demográfico se ve permanentemente comprometido. Como ha escrito G. Duby: "En este vacío humano, el espacio es sobreabundante. En estas condiciones, la base de la fortuna no es la posesión del suelo, sino el poder sobre los hombres, sin embargo tan míseros, y sobre sus muy pobres útiles de trabajo". ¿En qué marcos y en qué circunstancias actuaban esos hombres sobre el suelo? ¿Cómo ejercían su poder algunos hombres sobre el común de los mortales?

Obras relacionadas


Contenidos relacionados