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El régimen político, por lo demás, manifestó una fuerte vitalidad y se consolidó como un sistema constitucional y representativo, aunque con un fuerte tono oligárquico y aristocrático, dado el carácter reducido del grupo que dirigía los asuntos políticos. El gobierno necesitaba actuar con respaldo parlamentario y, en caso de derrota parlamentaria del Gobierno, se hacía necesaria la sustitución del primer ministro y la convocatoria de nuevas elecciones. En la práctica, las mayorías parlamentarias fueron muy fluctuantes, dada la escasa consistencia de las afiliaciones políticas de los representantes.A los historiadores del periodo les resulta difícil establecer las tendencias políticas de los parlamentarios y, para el primer tercio del siglo XIX, no es extraño que un tercio de los miembros del Parlamento aparezcan en los análisis históricos como no comprometidos o de fidelidad dudosa, de la misma manera que tampoco son muy seguros los resultados electorales que brindaremos en las siguientes páginas. Los gobiernos variaban en cuanto al número de miembros (dieciséis fue la composición más habitual) y el primer lord del Tesoro ejercía las funciones de jefe de gobierno, que no estaban reconocidas como tales, aunque era una figura que había empezado a destacarse desde la época de Walpole, en el primer tercio del siglo XVIII.Al gobierno tory del duque de Wellington, que se había formado en enero de 1828, y que estaba en ejercicio al iniciarse el reinado de Guillermo IV, sucedió, en noviembre de 1830, el gobierno whig del conde Grey.

Este gobierno se mantendría hasta julio de 1834 y, tras los efímeros gobiernos del vizconde Melbourne (julio), Wellington (noviembre), y Peel (diciembre) en ese mismo año, la dirección de la política volvería a ser desempeñada por el whig Melbourne, desde abril de 1835 hasta bien entrado el reinado de Victoria.El sistema parlamentario estaba compuesto de dos cámaras. La cámara alta, o de los Lores (House of Lords), estaba compuesta por casi 400 pares, de los que muchos eran miembros de propio derecho (algunos obispos y nobles), otros eran nobles ingleses e irlandeses que el rey nombraba con carácter hereditario, mientras que los pares escoceses eran elegidos entre la alta nobleza de esa nación. La Cámara de los Lores actuaba también como Corte suprema de apelación.La cámara baja, o de los Comunes (House of Commons), estuvo compuesta durante aquellos años por 658 diputados de los que, antes de 1832, 489 correspondían a circunscripciones de Inglaterra, 100 a Irlanda, 45 a Escocia, y 24 a Gales. Los miembros del Parlamento eran elegidos por siete años en dos tipos de circunscripciones. De una parte estaban los condados, en los que los propietarios y arrendatarios de tierras que rindiesen 40 chelines elegían 188 representantes y, de otra, 204 ciudades o burgos, que enviaban al Parlamento 465 diputados, de acuerdo con criterios muy diversos, que iban desde las normales exigencias económicas para los votantes, hasta sistemas de cooptación entre las oligarquías urbanas o privilegios a corporaciones.

Los cinco diputados restantes eran elegidos por las universidades.En su conjunto, los mecanismos electorales movilizaban algo menos de 400.000 electores sobre una población total de 24.000.000, lo que debía significar poco más del 10 por 100 de los varones adultos. Era un sistema que favorecía a las oligarquías nobiliarias y a las zonas agrarias del sur y sudeste de Inglaterra, que tenían tradicionalmente un mayor peso político. Por otra parte, eran numerosas las prácticas corruptas que iban desde la venta de votos hasta la existencia de burgos despoblados o desaparecidos (rottenboroughs) que aún mantenían la representación parlamentaria en manos de algún propietario o señor local.En la configuración de los gobiernos se apuntaba un cierto bipartidismo, entre conservadores y liberales, que debían ser considerados más como facciones oligárquicas que como verdaderos partidos políticos estables. Los conservadores, o tories, que recibían este apelativo por alusión a los bandidos irlandeses papistas, eran el partido defensor de la Corona, de la Iglesia de Inglaterra y de los intereses de la aristocracia rural. Sus líderes, en los comienzos del reinado de Guillermo IV, eran el duque de Wellington, sir Robert Peel, o William Huskisson. Los liberales, o whigs, que recibían esta denominación como referencia al nombre dado a los cuatreros escoceses (whiggamore) y, más tarde, a los rebeldes presbiterianos, se oponían al absolutismo real, y a la restauración del catolicismo, a la vez que defendían el gobierno parlamentario y la responsabilidad ministerial.

Muchos de ellos eran financieros o comerciantes, y pertenecían a las confesiones religiosas no conformistas. Sus líderes fueron, en aquellos años treinta, lord Grey, lord Russell y el vizconde Melbourne. De todas maneras, los historiadores políticos del periodo distinguen habitualmente entre whigs y liberales, adjudicando a estos últimos una mayor preocupación por la reforma política.Este carácter oligárquico de la política gubernamental se trasladaba también al ámbito de la administración local, en donde existía una fuerte descentralización. La oligarquía rural monopolizaba los cargos políticos (sheriffs, comandantes de la milicia, jueces de paz), en clara concordia con quienes dirigían los asuntos nacionales. Los ingleses, en todo caso, se sentían protegidos por un sistema político que protegía la libertad personal (ley de Habeas corpus desde 1679), así como otros derechos individuales (Ley de Derechos de 1689), aunque estos derechos fueron restringidos cuando las circunstancias políticas lo hicieron necesario: entre 1816 y 1818 hubo suspensiones de la ley de Habeas corpus, de la misma manera que antes había habido suspensiones del Bill of Rights. Por otra parte, la Ley de Ayuntamientos de 1835 estableció la elección de los consejos municipales, así como la publicidad de los acuerdos.

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