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Las dificultades para definir claramente los orígenes del Romanticismo fueron ya puestas de manifiesto por Arnold Hauser en su Historia social de la Literatura y el Arte. Venía a señalar este estudioso, que lo característico del movimiento romántico no era que representara una concepción del mundo revolucionaria o reaccionaria, sino el camino caprichoso y nada lógico por el que había llegado a una u otra concepción. En realidad, el Romanticismo representa un movimiento general en toda Europa que primaba el desarrollo de los sentimientos y del individualismo sobre la razón y la voluntad del autodominio. Buscaba en el pasado, y más concretamente en la Edad Media, su inspiración más alta y rompió con una imagen del mundo estática y ahistórica procedente de la Escolástica y del Renacimiento, introduciendo una concepción de la naturaleza del hombre y de la sociedad más evolucionista y dinámica. "La idea de que nosotros y nuestra cultura estamos en un eterno fluir y en una lucha interminable -dice Hauser-, la idea de que nuestra vida, espiritual es un proceso y tiene un carácter vital transitorio, es un descubrimiento del Romanticismo y representa su contribución más importante a la filosofía, del presente".El Romanticismo era un movimiento esencialmente burgués que rompía con los convencionalismos del clasicismo y con las refinadas y artificiosas formas de la sociedad aristocratizante, más propios del Antiguo Régimen. Frente a la concepción individualista propia del Racionalismo y de la Ilustración, el Romanticismo establece una estrecha relación del individuo con la sociedad y afirma que ésta no es producto de la creación voluntaria de los hombres, sino que es anterior e independiente de cada individuo concreto, con sus propias leyes y sus propios fines, que tampoco tienen por qué coincidir con la suma de los intereses de cada individuo.

Para el Romanticismo la sociedad, a la que califica de pueblo o nación, tiene una vida propia y una misión histórica que cumplir. Esa forma de pensar es la que dio origen a los movimientos nacionalistas del siglo XIX, mediante los que se intentan conservar las peculiaridades de cada uno y reclamar el derecho de cada nación a disponer libremente de su destino.El Romanticismo surgió primero en Inglaterra y en Alemania, donde presentaba características comunes: el amor a la Naturaleza, el interés por la poesía popular del pasado, la afición por el romancero, las leyendas históricas medievales y el teatro español del Siglo de Oro.El Romanticismo inglés floreció a comienzos del siglo XIX, aunque fue gestándose durante la centuria anterior. Fue un movimiento psicológico más que doctrinario y surgió como una necesidad interna más que como oposición a unas reglas estéticas propias de un tiempo pasado. No se puede decir que los románticos ingleses formasen escuela, pero sí que hubo un núcleo importante en torno al poeta W. Wordsworth, en el distrito de los lagos, al noroeste de Inglaterra. Wordsworth practicaba una poesía sencilla, directa y profunda, mediante la cual enseñaba a los hombres a ver en la Naturaleza la bondad y la belleza esparcida en ella por el Creador. Ejerció una notable influencia en S. Coleridge, quien en su The Rime of the Ancient Mariner (1798), o en su Kubla Kan (1797) transportaba al lector a unos mundos sobrenaturales llenos de atractivo y de emociones.

También puede considerarse influido por él, Robert Southey, aunque éste era más narrativo e historiador. Southey viajó por Portugal y España y producto de la admiración que le causó este último país fueron su traducción de la Cronicle of the Cid, su poema Roderick, the Last of the Goths, y su History of the Peninsular War (1822-1932) en la que relata la Guerra de la Independencia que los españoles sostuvieron contra Napoleón. Pero las figuras literarias más conocidas del romanticismo inglés son Walter Scott y lord Byron. Scott se sintió atraído por la narrativa medieval, popular y legendaria de su país y escribió una serie de obras de este tipo que alcanzaron gran difusión por Europa, donde encontró muchos seguidores que cultivaron este género. Entre sus obras más conocidas están Ivanhoe (1819) y Quintin Duward (1823). Walter Scott es considerado como el auténtico creador de la novela histórica y como el fundador de la novela de historia social. Lord Byron, con un estilo desenfadado y aparentemente desordenado, pero con una gran fuerza y con un calor humano sin precedentes, produjo una serie de poemas y cuentos que conquistaron al mundo por su enorme vitalidad. La clave de su popularidad es que cualquiera podía identificarse con sus héroes, desde el muchacho desilusionado en sus esperanzas hasta la joven desengañada en sus amores. El acercamiento del lector al héroe fue la razón profunda de su éxito.

Su Don Juan (1819-1923), así como muchas de sus obras, ejercieron una notable influencia en los maestros del romanticismo francés.El Romanticismo alemán se agrupa a comienzos del siglo XIX en tres escuelas: la de Jena, la de Heidelberg-Berlín y la de Stuttgart. Sin embargo, lo verdaderamente interesante de este movimiento son las individualidades y entre ellas hay que destacar a los hermanos August y Friedrich Schlegel, a F. L. Novalis, a K. M. Brentano y a J. von Eichendorff. Pero la figura más conocida del Romanticismo alemán es, sin duda, el poeta H. Heine. Algo más tardío que los anteriores, transmitió en sus escritos un gran sentido de la autocrítica así como una gran frescura y naturalidad. Su Buch der Lieder (1827) le convirtió en el poeta más conocido de su país, y su Romanzero (1851) y su Die Nordsee, reforzaron y difundieron su fama más allá de las fronteras alemanas.En Francia el Romanticismo se había mostrado conservador durante los primeros años de la Restauración, pero en el año 1827 se produjo un cambio sustancial de orientación a raíz de la publicación por parte de Victor Hugo del famoso prólogo a su Cromwell, en el que exponía su postulado de que el Romanticismo es el liberalismo de la literatura. En su Historia del Romanticismo, Théophile Gauthier escribió que "El prefacio de Cromwell resplandeció ante nuestros ojos como las Tablas de la Ley sobre el Sinaí". Por eso Victor Hugo es considerado como el maestro de la escuela romántica francesa.

El estreno de su obra Hernani en 1830 significó el definitivo enfrentamiento del Romanticismo, como movimiento de rebeldía, contra el clasicismo. Hernani era un drama de tema español basado en la época de Carlos I y con cierta semejanza a Romeo y Julieta, que ejerció una profunda fascinación sobre la juventud de su tiempo. Sin embargo, como advierte Hauser, hay que tener bien presente que el Romanticismo no triunfa con este drama de Victor Hugo, sino que lo había hecho ya con anterioridad. El cambio que trae consigo el periodo alrededor de 1830 es el paso del Romanticismo a la política y su alianza con el liberalismo.Figura destacada también del romanticismo francés es Alphonse de Lamartine. Poeta de temperamento introspectivo, como se pone de manifiesto en sus Méditations poétiques (1820-23), escribió algunos idilios novelados, como Graziella (1849), llenos de languidez y de nostálgico idealismo. Alfred de Vigny formaba parte también de esta generación, aunque sus circunstancias personales y su carácter discreto le hicieron vivir un tanto al margen de la actividad literaria que se desarrollaba en la capital francesa. Entre sus obras, Eloa ou la soeur des Anges (1823) y Poèmes antiques et modernes (1825), son las que más destacan en este periodo de la Restauración. Algo más tardío, Alfred de Musset fue un escritor que desarrolló, no sólo un estilo literario, sino una forma de vida típicamente romántica. Sus apasionados y tormentosos amores con la escritora George Sand dejaron en él una huella de sufrimiento que se refleja en su obra.

Sus cuatro noches, La Nuit de Mai (1835), La Nuit de Décembre (1835), La Nuit d´Août (1836) y La Nuit d'Octobre (1837), constituyen un diálogo elegíaco entre la Musa y el Poeta.En Italia, aunque el movimiento romántico participa en general de las características del romanticismo europeo, está sin embargo más cargado de un sentido político de liberación y de consecución de la unidad nacional. Es, por consiguiente, más patriótico. Giacomo Leopardi representa una tendencia pesimista dentro de esta corriente. Es el cantor de la vida triste, de la desesperanza y de la desdicha. Ha perdido su fe, sus ilusiones patrióticas y su amor por la vida y en estas circunstancias su obra refleja un sentimiento trágico y atormentado. Antes de morir a los treinta y nueve años en 1837, publicó, entre otras, las Canzone (1824), elegías e idilios, y los Canti (1834-1936). Sobre todos los románticos italianos destaca Alessandro Manzoni. Escribió poesía, drama y novela y su profunda religiosidad se teñía de cierto conservadurismo en su obra Los novios (1827) en la que narraba las vicisitudes de dos enamorados de la región lombarda durante la dominación española en el siglo XVII.En España y Portugal, el Romanticismo presenta en general las mismas características que en el resto de Europa y sus antecedentes hay que relacionarlos con las guerras napoleónicas y con los conflictos civiles que tienen lugar en ambos países. Sin embargo, en el caso de España, la mayor parte de los autores coinciden en señalar el desfase existente entre el Romanticismo en sus aspectos sociales y políticos y el Romanticismo como manifestación cultural.

En este sentido, el triunfo de la revolución romántica en España no se produciría hasta el estreno en 1835 de la obra del duque de Rivas, Don Álvaro o la fuerza del sino. De esta forma, desde el punto de vista literario, la producción más importante tendría lugar a partir de la muerte de Fernando VII en 1833 y durante el reinado de Isabel II.En el plano de las artes, el Romanticismo también tuvo unas manifestaciones muy claras en Europa a partir de la época napoleónica. La rebeldía contra los cánones clásicos dio lugar a una liberación plástica original del que iban a ser desterrados los modelos griegos y romanos, tan seguidos en el siglo XVIII. Ahora se tomarían como referencia los estilos románico y gótico, que alcanzarían una importante revalorización y entrarían a jugar un papel importante en la creación artística las formas orientales y norteafricanas. No obstante, todas estas novedades se acomodaron de una forma distinta en cada país, que trató de adaptarlas y de nacionalizarlas para darles un sello propio.En Francia una de las primeras manifestaciones del Romanticismo en el terreno de las artes plásticas fue la conocida obra La balsa de la Medusa, del pintor Théodore Géricault, en la que las actitudes agonizantes de los náufragos superan a las manifestaciones de patetismo descritas hasta entonces en una tela. Sin embargo, el pintor romántico más característico de este país fue Eugéne Delacroix, en cuya obra palpita su entusiasmo por las manifestaciones de libertad e independencia que se estaban produciendo en su tiempo (la independencia de Grecia, el constitucionalismo español, o las revoluciones francesas de 1830 y 1848).

Por eso se le ha tenido por el gran cantor de la época. Aunque él mismo no quería que se le clasificase como pintor romántico y mucho menos como el maestro de la escuela romántica francesa, encarnaba perfectamente el espíritu del Romanticismo en su propia actitud vital e imprimió a su obra todas las características de las nuevas corrientes estéticas.En Inglaterra el Romanticismo pictórico se manifiesta fundamentalmente en los grandes paisajistas John Constable y Joseph M. William Turner. Este último reprodujo en unos delicadísimos dibujos y acuarelas, llenos de poesía, panoramas campestres o marinos en los que, mediante el estudio de una nube o del movimiento de las olas, imprimió todas las características del sentimiento y de la libertad propias del Romanticismo. Tanto él como Constable, mostraban su gusto para con la Edad Media recogiendo abadías y monumentos en sus cuadros, los cuales rodeaban de un paisaje caprichoso que, a veces, nos recuerdan a las soluciones que los surrealistas aplicarían más tarde en su obra.En Alemania, la desigual y difusa corriente romántica venía impulsada por un sentimiento contrario al del arte napoleónico y por la influencia de las tradiciones germanas, muy ligadas a la época medieval. Philipp Otto Runge (1777-1810), que rompió con el clasicismo tras sufrir cierta contrariedad académica, puede citarse como el precursor de esta corriente, con su obra Los padres del artista.

Coetáneo de éste, Caspar David Friedrich (1774-1840), cultivó más el paisaje, al que imprimió una especie de atmósfera misteriosa dentro de la mejor tradición romántica. Su obra más conocida es su espectacular cuadro La cruz sobre el monte, que se conserva en la galería de Dresde.En España, el gran predecesor del Romanticismo, que además ejerció una gran influencia en la pintura romántica europea, fue Francisco de Goya, el pintor más genial de todo el siglo XIX. Ahora, la pintura española abandona los temas religiosos y se dedica esencialmente a lo pintoresco y a lo típico. Destaca en este sentido la llamada Escuela costumbrista sevillana, representada por la familia Bécquer, cuyo elemento más destacado, Valeriano, buscó fuera de la capital andaluza nuevos modos de expresión plástica. Por su dedicación al paisaje, uno de los leit motiv del Romanticismo pictórico, sobresale Jenaro Pérez Villaamil. Su pintura, de pequeño formato y de un estilo amable y ejecutada con gran maestría y con elegancia, era muy del agrado de la burguesía.Italia no se sumó a la corriente artística del Romanticismo pues, siendo un país eminentemente clásico, no sintió inclinación hacia una doctrina que rechazaba los presupuestos marcados por el mundo greco-romano. Por esa razón, Italia presentaba durante esta etapa del primer tercio del siglo XIX un panorama bastante sombrío en lo que se refiere a la producción artística.

Donde también ejerció una influencia considerable la corriente del Romanticismo fue en el terreno musical. En la Estética de Hegel se apuntaban los principios en los que había de basarse la música romántica. Para el filósofo alemán la música era un medio de transmisión de sentimientos sin valor propio, puesto que su carácter consiste precisamente en destruirse al mismo tiempo que se produce, quedando sólo sus resonancias en el alma del oyente. No le interesaba la música especulativa, sino solamente los efectos morales o psicológicos que podía transmitir a la audiencia. Así pues, la estructura concentrada de las formas musicales basada en una culminación dramática y efectista, propia del clasicismo y del prerromanticismo, se vio sustituida por unas formas menos severas y menos esquemáticas, en las que predominaban los elementos descriptivos.El Romanticismo significó también el adueñamiento de la música por parte de la burguesía. Se generalizaron los auditorios cada vez más amplios y proliferaron las sociedades musicales y las salas de conciertos y los teatros de ópera de carácter permanente, en los que la buena burguesía de las ciudades europeas no sólo disfrutaba de la buena música, sino que se mostraba a los demás en el apogeo de su relevancia social. Esa popularización de la música significó también el aumento de las concesiones al público por parte de los compositores que comenzaron a incluir en sus obras una serie de dificultades técnicas que sólo los profesionales podían ejecutar adecuadamente.

La transición hacia el Romanticismo musical puede personalizarse en el compositor F. J. Haydn (1732-1809), kapellmeister de los príncipes Esterházy de Viena. Sus primeras obras, al igual que las composiciones de Mozart, tenían demasiadas reminiscencias del Antiguo Régimen, pero desde la década de 1790 comenzó a componer unas sinfonías, como la Sorpresa y el Reloj, que deleitaban a nuevas masas de admiradores que se identificaban con los temas que utilizaba y se divertían con las escenas que describía. Pero fue el compositor alemán Ludwig van Beethoven (1770-1827) quien llevó el romanticismo musical a su más alta cumbre. Nacido en Bonn, marchó a Viena en 1792 para vivir allí el resto de su vida. Aunque sus cuartetos de cuerda de la década de 1820 pudieran parecer a algunos revisiones formalistas de la música de cámara de la época del Barroco, sus nueve sinfonías y cinco conciertos para piano, junto a sus oberturas consolidaron el nuevo afán descriptivo y acrecentaron la potencia expresiva de la música orquestal. Su obertura para el Egmont de Goethe, en 1811, captaba perfectamente el espíritu de libertad política que respiraba aquel drama de la resistencia holandesa ante la dominación española en el siglo XVI. A la Tercera Sinfonía, que compuso en 1804 la denominó originalmente Gran Sinfonía titulada Bonaparte, pero cuando Napoleón cayó en desgracia a los ojos del compositor por haber aceptado la corona de emperador, le borró esa dedicatoria.

De todas formas, su contenido es de una enorme grandiosidad y de una gran violencia expresiva, muy acorde con la personalidad y la obra del estadista francés. Su Quinta Sinfonía, compuesta en 1806 y ejecutada por primera vez en 1809, transmitía el nuevo ardor del nacionalismo alemán. Su Novena Sinfonía, cuyo movimiento final introduce un coro que canta la Oda a la Alegría de Schiller, que es en realidad una oda a la libertad, despertó intensas emociones en las nutridas audiencias que la escuchaban.La música romántica alcanzó su mayor grandeza con Beethoven, pero debió en gran parte su popularidad inmediata a otros tres músicos alemanes: Weber, Schubert y Mendelsshon. Karl María von Weber (1786-1826) era la expresión misma del Romanticismo, como dejó reflejado en sus más famosas óperas. La primera de ellas, Der Freischütz, que se representó en Berlín en 1821 en el aniversario de la batalla de Waterloo para la inauguración de un nuevo teatro de la ópera; la segunda, Euryante, basada en un romance medieval; y por último, Oberon, que trataba del país de las hadas. Franz Schubert (1797-1828) nació en Viena y tuvo la virtud de convertir simples melodías en complejos arreglos vocales con acompañamiento musical. Sus canciones o lieder son de una gran belleza y despiertan la fascinación del auditorio por las historias que relatan. Sin embargo, a su muerte, ni estas obras ni las de mayor envergadura como la Sinfonía incompleta (1822) habían conseguido un pleno reconocimiento del público.

Felix Mendelsshon (1809-1847) fue un joven prodigio y él sí que fue reconocido plenamente por sus coetáneos. Entre sus obras más importantes, de evidente tendencia e inspiración románticas, hay que recordar su obertura para el Sueño de una noche de verano de Shakespeare y su Sinfonía de la Reforma.Por aquellos primeros años del siglo XIX comienza a popularizarse también un nuevo estilo de ópera que tomaba como argumento las novelas históricas de los románticos contemporáneos o los hechos reales de la vida diaria, siempre transformados con ese desgarro y apasionamiento propios del gusto de la época. En este nuevo movimiento se destacaron tres autores italianos: Rossini, Bellini y Donizetti. Los tres lograron notoriedad en su país natal, pero terminaron en París, donde sus respectivas obras alcanzaron una gran proyección. Rossini compuso, entre otras, El Barbero de Sevilla. (1816) y Guillermo Tell (1829); Bellini, Norma y La Sonámbula (1831), y Donizetti, Lucia de Lammermoor (1836), basada en una novela histórica de Walter Scott.El género operístico había alcanzado ya cotas importantes en el siglo XVIII con autores de la categoría de Mozart, Gluck o Purcell, pero en los comienzos del siglo XIX la ópera llegaría a convertirse, quizá con la excepción de Alemania, en la más popular de todas las formas musicales y ello dio lugar a la construcción de magníficos teatros, como el que levantó en París el sobrino de Napoleón.

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