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Helenismo en Roma

Desarrollo


Este gusto nostálgico no se nutría, por otra parte, sólo de recuerdos. Ciertos artistas -especialmente escultores- intentaban resucitar, desde fines del siglo III o principios del II a. C., los planteamientos del pasado, casi en oposición consciente a las tendencias asiáticas y realistas. Entre estos maestros cabe mencionar a Euclides, autor de un Zeus que vio Pausanias en Egira (VII, 26,4), y cuya cabeza fue hallada y expuesta en el Museo Nacional de Atenas, mostrando un estilo abarrocado en la cabellera, pero teñido en las facciones de una serenidad clásica. Pero sin duda la figura principal de esta reacción fue Damofonte de Mesene, cuya obra cubrió al parecer la primera mitad del siglo II y llenó de imágenes de culto todo el Peloponeso. Aparte de los restos que, en estas últimas décadas, van apareciendo en la llamada "ágora" de Mesene -probablemente un santuario de Asclepio-, su obra escultórica mejor conocida son los fragmentos del grupo que realizó para un templo cercano a Licosura: allí aparecían sentadas dos imágenes gigantescas de Déspoina y Deméter (sólo nos han llegado la cabeza de la segunda y fragmentos de telas), y a ambos lados se erguían, más pequeños, Artemis y el titán Anito (de los que se conservan las cabezas). El conjunto, al parecer, manifestaba un marcado eclecticismo, y su autor, casi más preocupado por los detalles menores (los bordados de las telas) que por las caras, usaba para éstas, sea un estilo pergaménico idealizado -manifiesto en la cabeza de Anito-, sea -en las facciones de las diosas- el tratamiento correcto e inexpresivo del clasicismo más convencional. Tal tipo de tímidos ensayos era, por tanto, el que veía abierto su futuro hacia el éxito: el neoclasicismo podía desarrollarse sin temor a partir de estas bases.

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